José Rodríguez Elizondo es una autoridad en relaciones internacionales y especialmente, en el tema de las relaciones de Chile con sus vecinos latinoamericanos. Director del Programa de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y ex embajador de Chile en Israel, es autor de 30 libros y entre los últimos destacan, Vía constitucional a la revolución (edición de AthenaLab, 2022), Temas para después de la Haya (Editorial Planeta, 2010), Todo sobre Bolivia (Ediciones El Mercurio, 2016), Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile (El Mercurio Aguilar, 2014). Vivió casi una década en Perú, donde fue editor de la influyente revista Caretas.
El escritor y periodista se refiere al episodio de la filtración de la reunión en Cancillería llamando la atención a la necesidad de profesionalizar el servicio diplomático chileno. También analiza las palabras críticas del Presidente Gabriel Boric el gobierno de Dina Boluarte y sus consecuencias y habla sobre el preocupante rol que está jugando el expresidente boliviano, Evo Morales en el continente.
-¿Cuál es su opinión sobre las declaraciones del Presidente Gabriel Boric respecto a Dina Boluarte y la situación en Perú?
-Por su situación geopolítica Chile debiera tener muy en cuenta los efectos de intervenir en soberanías ajenas. Las relaciones internacionales son política de Estado, al margen de la ideología de los gobernantes. Desde esa mirada, esas declaraciones no fueron prudentes y no contribuyen a la mejor posición regional de nuestro país.
-¿Cuál es esa situación geopolítica que debemos tener en cuenta?
– Tras una guerra que incorporó territorios a nuestra soberanía, hemos tenido una diplomacia muy complicada. Nos costó muchos años levantar un estatuto jurídico de paz con nuestros vecinos del norte. De ahí deriva una tendencia histórica nuestra a la reactividad diplomática. Que otros tengan la iniciativa.
-Tenemos entonces que cuidar nuestras relaciones con los vecinos, en este caso con Perú.
-Es cosa de mirar a nuestros vecinos. Bolivia no tiene relación diplomática con nosotros y Evo Morales es un gran activista contra nuestros intereses nacionales. Con Argentina tenemos conflictos por soberanía y problemas diplomáticos pendientes. Con el único vecino que no teníamos problemas objetivos era el Perú y ahora, contra nuestro talante histórico, tomamos la iniciativa para decirle a su presidenta cómo debe enfrentar la crisis en desarrollo.
-¿No corresponde?
-Los chilenos, bolivianos, argentinos, colombianos, mexicanos no estamos llamados a intervenir en la eventual solución de problemas de la política interna peruana. Nosotros no habríamos tolerado que otros países, otras potencias, nos hubieran tutelado y dicho cómo actuar durante y tras el estallido de la revuelta. No entiendo por qué ahora debiéramos dictar cátedra a otros.
-Se critica que Boric calificara el gobierno de Dina Boluarte, pero se celebra que hablara de Derechos Humanos y de los 50 muertos de las movilizaciones.
-Lamentablemente, los Derechos Humanos, gran conquista cultural planetaria, hoy se están invocando con sesgos ideológicos, como armas arrojadizas. Esto banaliza su contenido a tal punto que Evo Morales invocó su “derecho humano” a ser reelegido indefinidamente, sobrepasando su propia Constitución y un referéndum expreso. Por otra parte, el clivaje actual en la región -no sólo en el Perú- está entre la defensa de la continuidad democrática constitucional y el uso de la fuerza legítima del Estado para ese efecto.
¿Y qué país puede decir a otro país que está empleando mal esa fuerza, sin que eso se considere injerencia?¿Cuántos de los fallecidos peruanos lo fueron por disparos de la policía? ¿cuántas son las víctimas policiales? ¿cuál sería la proporción “justa” de víctimas de civiles y policías, en casos de estallido?… ¨Por último, ¿dónde está el límite real, concreto, entre una manifestación multitudinaria y una agresividad multitudinaria?…Precisamente por complejidades como éstas es que la Carta de la ONU consagró el deber de no injerencia.
-¿Cómo se debería haber tratado el tema de los Derechos Humanos y la violencia en las manifestaciones?
-Lo primero es entender que no estamos ante situaciones de normalidad y que, para acusar, primero hay que investigar. Y no por la libre, como un llanero solitario, sino a través de organismos confiables internacionalmente, con arreglo a los protocolos, usos y costumbres del derecho internacional.
En especial, hay que ajustarse a la institucionalidad de la ONU y a la Carta Interamericana Democrática. No es lo que está sucediendo, al menos en nuestra región. Se invocan los Derechos Humanos como armas políticas arrojadizas, para defender categorías tan genéricas como “la gente” o “el pueblo”. Se usan, como si los adversarios no fueran gente ni pueblo. Con esto, lo más probable es que los Derechos Humanos se banalicen. No me parece la manera más adecuada de defenderlos.
BUENOS AIRES
-¿Cuál es la relevancia de la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que comenzó hoy Buenos Aires?
-Lamentablemente ha sido habitual que en nuestros intentos de integración regional se pongan las ideologías por sobre las estrategias de desarrollo. En algún libro mío incluso planteé la necesidad de un organismo técnico que integre los numerosos organismos de integración retóricos. Sin embargo, asumo que esta versión de CELAC llega en un momento político especialísimo y por eso debemos mirarla con atención.
-¿Por qué especialísimo?
-Es que llega en un momento de extrema confusión y convulsión política. Un enjambre de crisis que contiene un decaimiento hemisférico en el aprecio a la democracia, una pandemia que está modificando padrones culturales y un intervencionismo abierto en soberanías ajenas, que viola las cartas de la ONU, de la OEA y la Carta Democrática Interamericana. En ese contexto, las señales que veo son de un S.O.S bilateral entre los presidentes de las dos grandes potencias geopolíticas de América del Sur.
-¿Por qué?
El brasileño Lula debe estar muy consciente de que la posibilidad de golpes de Estado clásicos no han desaparecido del horizonte. El argentino Alberto Fernández sabe que, con la debilidad de su democracia y con la inflación que tiene, ni siquiera pudo sacarse una foto con Messi y sus campeones del mundo. El tema de la moneda común o, en rigor, binacional, es casi confesional de que ya no basta con decir “debemos ganar para impedir que gane la derecha”. Ambos deben percibir que su masa crítica conjunta puede servirles para soportar otro invierno.
-¿Hay interés en el continente por la integración?
-Yo diría que ninguna de nuestras diplomacias puede decir que está en contra. Estar por la integración es como estar por la paz y contra la guerra, por lo bueno contra lo malo. Pero no se puede poner el objetivo final como punto de partida. Sin una estrategia de desarrollo económico-social de plazo medio a largo, como sucedió con la modélica Unión Europea, la integración es un concepto ómnibus. En definitiva, son las acciones y políticas públicas las que permiten definir si hay o no interés. Y, por cierto, ellas nos dicen que los latinoamericanos estamos más integrados o relacionados con las economías extrarregionales.
-¿Quiere decir que el factor ideológico ha hecho imposible la integración?
Recuerdo que el lema de Fidel Castro y sus seguidores era: “primero revolución, después integración”. Esto influyó muchísimo en las izquierdas “duras”. Asumieron que la integración regional era una especie de trampita “reformista” y que sólo era viable desde una estructura posrevolucionaria.
Por eso, no adherían a proyectos como el Pacto Andino de Eduardo Frei Montalva, Alberto Lleras Restrepo y otros pocos Presidentes de América Latina. Por eso combatían el proyecto de sustitución de importaciones de la Cepal, liderado por el argentino Raúl Prebisch, de inspiración entre keynesiana y samuelsoniana. Por eso su concepto de integración era raigalmente ideológico.
VECINOS
-La existencia de gobiernos de izquierda en Colombia, Chile, Argentina, Brasil puede impulsar nuevamente el deseo de integración de la izquierda.
-El deseo siempre está, pero la realidad exige pragmatismo. Esto implica cero escapismos refundacionales y un mínimo común de homogeneización en las políticas económicas.
– Qué distingue al discurso de izquierda latinoamericano actualmente
-Yo nunca hablo de “izquierda” en singular. Lo que existen son “izquierdas” en plural, con opciones que van desde la democracia liberal al “buen vivir” de los pueblos ancestrales, pasando por el socialismo del siglo 21” del chavomadurismo. Para percibir esas diferencias en sus discursos, basta asomarse a los que estamos escuchando y leyendo en Chile.
–¿Evo Morales fue actor importante en esa búsqueda de la integración de gobiernos de izquierda?
-Morales tiene una doctrina integracionista propia, que no es de los Estados, sino de los pueblos originarios. Se expresa en su proyecto Runasur, sobre una América Latina plurinacional, que tenga como requisito previo mar soberano para Bolivia.
–¿Cuál es su rol actual en el continente?
Ha sido el Presidente boliviano de más larga duración en su país y hoy está actuando como un autoproclamado líder continental de las izquierdas. Pienso que se ve a sí mismo como una especie de heredero abintestato de Fidel Castro y Hugo Chávez. Como tal ha intervenido en Chile y lo está haciendo ahora en Perú. De hecho, está ejerciendo una política exterior propia, con lo cual o sobrepasa o libera de responsabilidades al actual Presidente de Bolivia, quien fuera ministro suyo. Sólo por eso Morales merece una biografía política en serio.
-¿Cree que Evo Morales tuvo injerencia en Chile?
-Creo haber demostrado lo decisivo que fue como patrocinador de la plurinacionalidad y la refundación, acogidas por la mayoría de los convencionales. Incluso he dicho que, como Presidente y quizás sin conocerla, nos aplicó la estrategia de aproximación indirecta del británico Liddell Hart, que consiste en paralizar al enemigo para sacarle ventajas decisivas.
Así fue como produjo una increíble proeza diplomática: mientras nos tenía respondiéndole en La Haya una demanda sin base jurídica real, su vicepresidente presentaba en Santiago un libro con las tesis que después se insertaron en la propuesta constitucional. En esa línea, Morales ya desconoció unilateralmente el tratado chileno-boliviano de 1904 y está tratando de liquidar el tratado chileno-peruano de 1929. Ese que se conoce en la jerga boliviana como “tratado de la llave y el candado”.
¿Puede elaborar más sobre esto?
Ese tratado fijó la continuidad territorial chileno-peruana. Según una denuncia diplomática peruana de diciembre pasado, el objetivo geopolítico del proyecto Runasur de Morales es instalar una franja territorial bajo soberanía aymara, entre Perú y Chile. Esta franja, especie de Estado tapón o buffer zone, después pasaría a control de Bolivia. Lo fantástico es que en Chile eso no fue noticia. No se reparó en que, de haber tenido éxito en su empeño, de un solo paraguazo nos habría dejado sin nuestros dos “tratados intangibles” del norte, Lo siento, creo que no somos muy listos.
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