-El Presidente dijo que iba la reforma al sistema político iba a ser posterior a la de pensiones y pacto fiscal. ¿Es una forma de chantaje, como dice la derecha?
-Es parte de la negociación. Pongamos contexto. Lo primero es que el inmovilismo no es solamente culpa de la fragmentación, sino de la voluntad política.
Y uno ve, por ejemplo, declaraciones como las de Guillermo Ramírez (UDI), que niega la sal y el agua para el Gobierno. Nunca en los últimos 30 años se había visto tal dureza que impide la negociación.
-Pero ¿la izquierda no hizo lo mismo con Piñera?
-No voy a defender ni a Piñera ni a Boric, pero la PGU se aprobó con los votos de todo el mundo. Hay ejemplos de buenas políticas públicas con aprobación de los distintos gobiernos y su respectiva oposición. El problema es que si un sector actúa con ese nivel de dureza, al otro lado no puedes esperar al Padre Hurtado. El otro bando responde con la misma intransigencia y eso es lo que tiene a Chile en el precipicio.
-¿Hay un inmovilismo nocivo en la discusión política?
-Se observa una acción y reacción que hace que todo quede igual. El sistema político hay que reformarlo, no solamente en los dos o tres temas que se suelen abordar, sino que por lo menos en diez temas. Porque la profundidad del problema del sistema político, no es solamente de carácter normativo, como el sistema electoral; tiene que ver con una cultura política que está instalada en Chile desde hace mucho tiempo.
-¿Cómo la definirías?
-Una cultura anclada en el clientelismo, el facilismo y en la idea de generar partidos que son agencias de empleo. Deconstruir y desinstalar eso va a llevar años. No creamos que por un par de modificaciones normativas, vamos a corregir los últimos 30 años de política.
En todo caso, creo que el Presidente está en el legítimo juego de la política. Lo que no puede haber es intransigencia y no hacer nada. Es probable que la conclusión de la ENADE de este jueves sea que las cosas no avanzan por culpa del sistema político. Las cosas no avanzan porque no hay voluntad.
-¿Quieres decir que hay problemas más importantes que la fragmentación?
-No. Impedir la fragmentación sería una solución normativa a un problema cultural. Y puede ayudar a corregir algunos temas, pero no todos. Con los niveles de dureza con que se hablan todos los sectores hoy día no hay sistema político que pueda corregir esa animadversión.
-¿Las últimas reformas no solucionaron el problema?
-No. Hay que terminar con una cultura de partidos políticos que tiende a incentivar la idea del partido como agencia de empleo. El problema de la reforma del 2014-2016, cuando se puso el financiamiento público a los partidos políticos, fue potenciar justamente lo peor de los partidos políticos, el clientelismo y a los operadores que manejan fichas.
Ese es el punto. ¿Cómo hacemos que los partidos se muevan en general por ideas? La única forma es a través de los incentivos electorales. Es decir, que los partidos que logren ciertos niveles de representación tiendan a sobrevivir, y que no se produzca esta suerte de eternidad, donde las mismas personas van cambiando de nombre de partido, como el Partido Humanista, que ha cambiado como cinco o seis veces de nombre. Y son especialistas en fusionarse. Es una cultura que hay que desmontar y para eso se necesitan acuerdos que van mucho más allá de los tres o cuatro artículos que están tratando de hacer ahora.
-A propósito de algo que comentaste en Twitter, ¿que Boric haya nombrado como posibles sucesores a Camila Vallejo, Carolina Tohá, Tomás Vodanovic, es como asumir de forma adelantada ser pato cojo?
-Fue una declaración completamente desafortunada, inapropiada y va contra todo manual sobre cómo ejercer la presidencia. Si hay algo que no tiene que hacer un presidente es adelantar el pato cojo. Es decir, hay que acordarse que Piñera decía voy a gobernar hasta el último día. Y Bachelet también. Los únicos que no deben poner el tema de las presidenciales, son los mismos presidentes.
Una regla clave es que no puedes echar a pelear a tu gabinete. Eso es parte del ABC de gobernar. Hay que recordar a Lagos en 2004, cuando el Presidente evitaba hablar del conflicto que había entre Bachelet y Alvear en su gabinete. Al final, cuando ya faltaban pocos meses para la elección, dijo: “ustedes saben como voy a votar”. Pero nunca dijo voy a votar por Bachelet.
En un régimen presidencial el mandatario tiene que jugar a la neutralidad.
-¿En el ADN oficialista suele haber un discurso crítico a los empresarios?
-Hay voces. No todas. Mario Marcel nunca ha estado en eso. Pero hay gente en el Gobierno que cree que los empresarios son enemigos. Los empresarios van a existir mientras exista capitalismo. Y eso es para el resto de los días.
Es absurdo: una pelea que no tiene ningún sentido. Y aquí la pregunta es: ¿quién pone la pelota al piso para tratar de entender cómo logramos mayores grados de certidumbre en Chile? En el fondo, lo que la gente quiere es certidumbre. Para tener seguridad, para invertir, para planear su vida, para tratar de proyectarse en algún sentido. Y ahí se necesitan paños fríos. Entonces uno esperaría que el Presidente mañana ponga esos paños fríos en una relación que es indisoluble entre los privados y el Estado.
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