-En ENADE este jueves el Presidente cambió el tono sobre la reforma política. Dijo que la apoyaba y que era necesaria, con cierta urgencia. ¿Qué te parece? (N. de la R.: esta pregunta se agregó después del discurso de Boric).
-Efectivamente, el presidente en Enade cambió el tono. Esto abre al menos dos preguntas. ¿Por qué el presidente dice una cosa el martes y otra distinta el jueves? ¿Qué coherencia se puede construir desde estos giros? La palabra presidencial no está al servicio de los cambios de ánimo de quien ejerce la función, sino que debe orientarse a la construcción de un proyecto consistente. No parece que los equipos que asesoran al mandatario hayan tomado nota de este hecho elemental.
La segunda pregunta es sobre la correlación de fuerzas internas del gobierno, porque el socialismo democrático manifestó su desacuerdo con la primera opinión. Esto implicaba que la reforma podría, eventualmente, hacerse sin el acuerdo del gobierno, lo que sería catastrófico para el Presidente (¡quedaría abajo del principal hecho político de su mandato!).
Nuevamente, esto nos obliga a interrogarnos por el diseño general que subyace a cada una de sus declaraciones; o, más bien, a interrogarnos por la falta de diseño. Todo indica que no hay más que una banal e interminable improvisación. Sin perjuicio de lo anterior, creo que esta nueva intervención presidencial deja muy abierto el escenario para que en las próximas semanas veamos avances en este tema, y eso es, en definitiva, una buena noticia.
-Al condicionar la reforma política al éxito de la reforma de pensiones y el pacto fiscal, idea que primero fue planteada por la ministra comunista Jeannette Jara, ¿el Presidente sigue la estrategia del PC de polarizar la discusión con la derecha, la misma que mostró siendo diputado en el Gobierno de Piñera?
-Mi impresión es que, al poner esa condición, el Presidente se volvió a vestir de opositor. En definitiva, ese es el traje que mejor le queda, y desde el cual logró catapultarse a La Moneda. Es también un modo de decir que su gobierno no dejará ningún legado relevante, pues sabe bien que el efecto de esa declaración es polarizar aún más y, por tanto, volver más difícil el clima necesario para los acuerdos.
En el fondo, el Presidente siempre ha estado dividido entre el opositor rebelde, partidario de la política agonista, y el gobernante que quiere adquirir altura. Si desahucia las reformas políticas, habrá optado definitivamente por el primer personaje. No puedo sino lamentarlo.
-Lo ocurrido con la mesa de la Cámara y la vicepresidencia que ganó Gaspar Rivas, ¿refleja las consecuencias nocivas de la fragmentación?
-Claro, es un ejemplo palmario. Desde luego, el fenómeno es complejo, y operan muchos factores. Sería simplista pensar que hay una receta mágica que va a resolver todos nuestros problemas. Pero sería igualmente simplista suponer que las reglas son inocuas y que no tienen efectos ni generan incentivos en el juego político.
En todo caso, en términos generales, la fragmentación vuelve imposible un clima propicio a cualquier tipo de deliberación, en la medida en que hay muchos diputados que se contentan con hablarle al pequeño nicho que necesitan para ser reelectos. En el fondo, tenemos un sistema que premia a los parlamentarios que se limitan a su base estrecha, y que no los invita a convocar a las grandes mayorías. El Parlamento es el fiel reflejo de esa lógica (aunque, insisto, hay más factores en juego).
-Para evitar la pulverización de partidos, parlamentarios díscolos o escasamente representativos y fusiones apresuradas entre partidos a punto de desaparecer, ¿qué umbral de exigencia es necesario para que un partido llegue al Congreso: 5%, como plantean muchos o el 3% que propuso Gonzalo Winter?
-El 3% me parece impresentable: eso es puro gatopardismo. Por lo demás, la argumentación de Winter muestra bien que el Frente Amplio le está tirando la cadena a esta discusión. En efecto, Winter no está dispuesto a usar el acuerdo de la Comisión Experta como base de la discusión. Esta fue su frase: “el 5% fue una posición de consenso tras negociaciones, no era la posición inicial”.
Pero, ¿qué pretende Winter? ¿Qué acá no será necesaria una negociación, que quiere partir de nuevo de cero? Dado que —por motivos de tiempo— es imposible volver a construir un acuerdo, en los hechos está diciendo que no le interesa avanzar en el tema. Me permito recordar que la noche del 17 de diciembre el diputado Winter anunció lo contrario.
-¿Cuáles deberían ser los contenidos esenciales de una reforma al sistema político? ¿Se puede sacar algo en limpio de las propuestas constitucionales derrotadas?
-Como decía antes, la Comisión Experta construyó un consenso que, en su momento, fue valorado transversalmente por todos los sectores. Esa debe ser la base de la discusión, pues cualquier otro camino conduce al fracaso seguro. Todos tenemos ideas más amplias sobre cambios necesarios, pero acá nadie cumplirá todas sus expectativas.
En ese sentido, lo más urgente, a mi juicio, es corregir el sistema proporcional para hacerlo un poco más mayoritario. Esto supone un diagnóstico sobre el cambio del binominal: el remedio fue peor que la enfermedad. También es importante achicar los distritos, cuyo tamaño es completamente excesivo.
-La discusión ha vuelto a abrir una diferencia en el oficialismo: mientras el Socialismo Democrático promueve cierta urgencia en el debate, la izquierda del FA pone el freno de mano. ¿El Presidente Boric se posiciona en este tema con la izquierda más dura?
-Las declaraciones del Presidente sugieren que su vocación de poder es más limitada de lo que se cree. Su vocación parece ser más opositora que otra cosa: le gusta impugnar más que gobernar, denunciar más que hacerse responsable. Aunque esta historia está en desarrollo, el Presidente se está inclinando peligrosamente hacia la total esterilidad política. En cualquier caso, el socialismo democrático debería preguntarse seriamente si acaso quiere atar su futuro a un sector que está optando por una política meramente testimonial: ese mundo terminará pagando una cuenta que no le corresponde.
-La idea de Boric de postergar la reforma política ha sido rebatida, en el sentido de que es posible avanzar en reformas paralelas. De hecho, Karol Cariola dijo: “Yo creo que se puede caminar y comer chicle a la vez”. ¿Es viable pensar que la propia clase política haga una reforma que modifique sus privilegios?
-No soy ingenuo, y no creo que la clase política se vaya a inmolar. Mi expectativa es, más bien, que los actores que tienen auténtica vocación de poder entiendan que, con estas reglas, es imposible gobernar de modo medianamente razonable. De hecho, estas reglas tampoco permiten hacer una buena oposición.
Son simplemente destructivas para todos quienes aspiran a que la política cumpla alguna función más allá del narcisismo, para todos quienes creen que la política puede ser una herramienta de transformación efectiva, y para todos quienes piensan que la política es algo más que vociferar con indignación. Si los actores no entienden eso, entonces están alimentando una tempestad que, tarde o temprano, barrerá con todos.
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