Pelota antiestrés en mano, y enfurecido, bajó desde sus oficinas el Presidente Boric a reclamarle a un reportero por haberlo fotografiado trabajando en lo que el mandatario denominó como su “espacio privado”.
Y si bien el profesional le señaló que era algo que siempre habían hecho con presidentes anteriores, Boric no amainó su molestia con lo que sentía una vulneración a su privacidad. Una disrupción emocional impropia para su investidura, pero que reflejaba algo bastante más profundo en el ánimo del Presidente.
“Entonces, estamos mal”, le habría dicho finalmente y de manera repetitiva el mandatario al fotógrafo. ¿Qué sería lo que rondaba en esas enrabiadas cavilaciones del Presidente que lo llevaron a sostener una y otra vez aquello de que “estamos mal”? Posiblemente, al verse fotografiado, el mandatario explotó catárticamente frente a un “estamos mal” bastante más amplio y anterior al irrelevante retrato.
Imagino a Gabriel Boric molesto con ese sector de su coalición que no madura, o no quiere madurar, como sí lo ha tenido que hacer él al mando de la nación. Un grupo al que percibe incapaz de entender el país que habita y el contexto en que les ha tocado gobernar. Carentes de la plasticidad e inteligencia de aquellos políticos capaces de adaptarse a la realidad antes que de morir con las botas puestas.
Supongo al Presidente enojado, sino sulfurado con aquellos y aquellas que en vez de alegrarse por haber asumido sin complejos la agenda de seguridad, tan relevante para la vida de las personas, particularmente las más modestas, se dedican a “hacerle la cama” a la Ministra Tohá, toreándolo indirectamente a él.
De seguro que en el rostro del profesional de prensa el Presidente también vio a aquellos que una y otra vez se resisten a los datos y a la evidencia. Que pese a la galopante inflación siguen jodiendo a su ministro de Hacienda con propuestas de retiros de fondos previsionales y, más que alegrase por la preocupación presidencial por cuidar el costo de la vida de la gente que creen defender, prefieren hablar de las volteretas del Boric diputado cuando aprobaba retiros.
Incapaces de tener la madurez para aceptar y valorar que la expansión del proyecto minero Los Bronces no sólo era importante como fuente de generación de empleos, sino que fue aprobada por un consejo de ministros y ministras del propio gobierno, y no por una dictadura imaginaria, preocupada de proteger “los intereses gringos”.
No me extrañaría que el mandatario también proyectara en esa prensa que sentía acosaba su privacidad su propia indignación con esos adultos con alma adolescente que se resisten a entender que hoy son una minoría y a valorar los logros de, supuestamente, su gobierno. Poco parece importarles el haber logrado encaminar un difícil proceso constitucional, ajustado las cuentas fiscales como no se hacía por años, firmado acuerdos económicos multilaterales y logrado mantener una economía bastante mejor parada de lo que se proyectaba.
Nada los contenta. No hay historia que de este gobierno merezca para ellos ser contada. Sólo mascar el polvo de ver al Socialismo Democrático tomando decisiones y seguir pegados en el Chile de un Apruebo que ya no fue.
Visto así, es también probable que cuando el mandatario terminó despidiéndose amistosamente de la mano de su “acosador”, se viera en ese espejo y se decidiera por avanzar en algo que masticaba por esos momentos: nombrar a Álvaro Elizalde en la Secretaría de la Presidencia para confirmar el giro genuino en favor de diálogo y los acuerdos que ya había tomado.
Allá ellos, habrá pensado, esos adolescentes insaciables si se molestaban con el nombramiento de quien defendió con dientes y muelas el Senado de la República y que no estuvo dispuesto las jugarretas frente amplistas. Allá ellas, si no son capaces de tolerar que por razones de Estado decidiera romper la paridad del gabinete.
No sólo eso, quizás también, al despedirse, se contentó el Presidente con el discurso conciliador que ensayaba para la ENADE del día siguiente y que de seguro molestaría a muchos en su coalición. Un discurso que apostaría por más diálogo y grandes acuerdos con la oposición en tributos, previsión y seguridad.
Una narrativa que de seguro sería interpretada por ese grupo de alma peterpanesca como una voltereta más de Boric. Pero esa lectura, al igual que la fotografía, en ese instante dejó de importarle al mandatario.
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