Boric, camino a tierra de nadie. Por Jorge Ramírez

Cientista Político. Libertad y Desarrollo.
Imagen: Agencia Uno.

La izquierda, históricamente ha sido particularmente celosa del rito, el culto y la simbología. Haber negado al “matapacos” podría no resultar gratis para el Presidente. Si esto es así, no sería de extrañar que se abra un portal hasta ahora desconocido para esta administración gubernamental: la zona de sacrificio, aquel ingrato lugar en el que no sólo eres resistido por tus adversarios políticos lógicos, sino que comienzas a ser rechazado por tus grupos naturales de apoyo.


Hasta la fecha, el Presidente Boric había logrado algo muy difícil de alcanzar, especialmente en los tiempos que transcurren. Pese a que casi 7 de cada 10 chilenos rechaza la forma en que el líder del Frente Amplio conduce el Gobierno, su base de apoyo granítica, matemáticamente equivalente al respaldo que obtuvo en la primera vuelta de 2021, había exhibido un grado de lealtad francamente sorprendente con el Primer Mandatario.

Se trata de un bloque que ya ha sido latamente descrito en la opinión pública: un 30% de la población compuesto mayoritariamente por personas jóvenes, de sectores medios o altos e identificados con la izquierda. En esa izquierda, convive un amplio crisol de culturas políticas y sensibilidades: comunistas, socialistas, allendistas, frenteamplistas, tribus identitaristas, pero también octubristas.

Para este último grupo, el octubrismo, las declaraciones de Boric relativas al denominado “perro matapacos” constituyen una ofensa, un catalizador simbólico de una desilusión que se venía incubando paulatinamente por el flanco izquierdo de la estructura de respaldo al Presidente, pero que, hasta ahora, no se había manifestado.

El surgimiento de las primeras señales de un discurso crítico a Boric, proveniente esta vez desde la izquierda, es el principal hito político de esta semana. Vale la pena detenerse en él.

Pero recapitulemos ¿Qué dijo Boric? En el contexto de una entrevista con ocasión del día de la libertad de prensa, el Presidente mutó sorpresivamente hacia una postura iconoclasta: “Yo jamás festiné ni me hizo ningún sentido esta imagen burda del perro aquel, del ‘perro matapacos’, como le llamaban. Jamás van a encontrar una declaración mía festinando o haciendo gala de aquello (…) me parece ofensiva, denigrante y no es la manera que yo entiendo cómo se tiene que hacer la política“.

Todos en política, tienen derecho a cambiar de opinión o parecer. Sin embargo, para que el cambio sea verosímil, debe ser honesto y coherente. Y lamentablemente la honestidad y coherencia no parecen ser los atributos más salientes de Gabriel Boric. Como ya es costumbre con Boric, bastaron un par de horas tras su declaración crítica al perro matapacos para que comenzaran a relucir las fotografías de su computador personal -no sólo cuando era diputado, sino que, desde La Moneda, ya siendo Presidente de la República- con una calcomanía en la que aparecía el can negro, con pañoleta roja, en una pseudo postura de resistencia heroica: el “matapacos”.

Asimismo, se recordaron coloridos afiches oficiales de la candidatura presidencial de Boric, desplegados en redes sociales, con la incorporación del polémico quiltro como parte central de la estética. Podrá parecer algo meramente anecdótico, pero no lo es.

De hecho, así se lo han hecho sentir rostros insignes del octubrismo, entre ellos el ex constituyente Daniel Stingo, quien, con cierto grado de indignación, planteó: “él no habría salido electo sin el estallido social”, agregando, “él tiene que tener respeto por la gente que votó por él, e hicieron campaña por él, que estuvieron con el estallido, los valores y símbolos”.

En la misma línea, la Diputada Ana María Gazmuri planteó “No sigamos en este triste intento de desentenderse de aquel contexto y de reescribir la historia”. Gonzalo Winter añadió “La mayor parte de la ciudadanía se identificó con esa imagen” y hasta un comediante, planteó “uno quiere apoyar, pero hay límites…qué te cuesta mantener un solo discurso una vez en tu vida (…)”.

La izquierda, históricamente ha sido particularmente celosa del rito, el culto y la simbología. Haber negado al “matapacos” podría no resultar gratis para el Presidente. Si esto es así, no sería de extrañar que se abra un portal hasta ahora desconocido para esta administración gubernamental: la zona de sacrificio, aquel ingrato lugar en el que no sólo eres resistido por tus adversarios políticos lógicos, sino que comienzas a ser rechazado por tus grupos naturales de apoyo. Quedando así, el líder, expuesto ante la tierra de nadie. En el vértigo de la cornisa. Al límite del desfonde.

Esta situación ya la vivió Sebastián Piñera durante su segunda administración y recodemos que, desde esta zona crítica, a la derecha de Piñera, surgió nada más ni nada menos que la figura de José Antonio Kast.

Para esta izquierda, cada vez más desilusionada del Gobierno de Boric, su mandato podría terminar transformándose en algo no muy distinto a un gobierno más de la Concertación; pero malo. Es decir, que reproduce los vicios de aquellas décadas de los 90 y 2000, pero que, al mismo tiempo, excluye todo lo bueno de ese período, como el crecimiento económico, la seguridad en las calles del país y el pujante revival de la escena cultural.  Por algo, hoy, ni los actores ni los “artistas”, quieren a Boric. Hasta el cantante Gepe, ícono pop progre y quien participó de su campaña, está insatisfecho del Gobierno: “se prometieron cosas que no se cumplieron”.

¿Será acaso que el Presidente ha comenzado a seguir las máximas de Maquiavelo?  El teórico político florentino era enfático al señalar que ser amado no es siempre lo mejor en política. El problema con Gabriel, es que tampoco es temido, la otra emoción fundamental en el ejercicio del poder de acuerdo con el autor de El Príncipe. Pudiendo Boric quedar a medio camino entre ambos sentimientos; ni amado, ni temido. En tierra de nadie.

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