Personalmente aplaudo el realismo político del presidente, que ha tenido que hacer muchas concesiones y hacer añicos su programa de gobierno, pero no creo que él haya experimentado una “metamorfosis” ideológica, ni menos que se haya cambiado de bando. Lo mueve un instinto de conservación.
La gran paradoja. No se puede decir que no se haya hecho nada. Tampoco que todo sea un desastre. Pero, cuando apenas sobrepasa la mitad de su mandato el gobierno está espiritualmente bajoneado. En su seno cunde la ansiedad, el nerviosismo y la incertidumbre. Una sensación de “envejecimiento” prematuro, de pérdida de una buena parte de su capital político.
- Hay una gran paradoja. Gabriel Boric dice ser él presidente de todos los chilenos y sin embargo la abrumadora mayoría de sus propuestas emblemáticas nunca han concitado el respaldo de la ciudadanía.
- Cada día es más difícil negar que del programa original casi no queda nada. Que las grandes promesas de cambios estructurales y sistémicos, de reformas profundas a las instituciones, a la política, la justicia y la economía se esfumaron.
- Que el impulso “revolucionario” y refundacional está domesticado, que se trata de un gobierno de administración del “statu quo”. Que su capacidad transformadora no le llega ni a los talones de sus antecesores de la Concertación.
- Esta disonancia cognitiva, la contradicción entre el discurso, la ambición y la realidad está afectando la autoestima, el sentido de identidad más profundo de los partidos de la coalición, generando tensiones e inconformismo.
- Jugaron mal sus cartas, apostándolo todo a una nueva constitución que no conversó con el Chile profundo y nunca han logrado retomar la sintonía con las grandes mayorías que decían representar.
La gota que rebalsó el vaso. La ciudadanía quiere que toda la cotización previsional vaya a la cuenta individual, que no desaparezcan las AFP, que se mantengan las Isapres, que los militares salgan a la calle y que se restablezca la justicia militar.
- Al gobierno cada día le cuesta más conseguir el apoyo de sus propias bancadas en el congreso, como quedó en evidencia en la votación de la ley corta de Isapres.
- En ese caso se tuvo que llegar al extremo de que la Secretaría de Comunicaciones de La Moneda tuvo que despachar minutas a sus parlamentarios, hacer “control de daños”, para aplacar la “vergüenza culpable” que sienten algunos por haber votado a favor de la Ley Corta de Isapres.
- La ven como un “perdonazo”, un salvataje a los privados que apunta en la dirección contraria al mensaje de campaña del presidente Boric.
- Fue como la gota que rebalsó el vaso. Una especie de “motín” por la seguidilla de “concesiones” que han tenido que hacer en todo orden de cosas. Como, por ejemplo, en materia de seguridad aprobando leyes que no les gustan, reglas de uso de la fuerza que consideran excesivas y permisivas para las FFAA, leyes antiterroristas con las que nunca han estado realmente de acuerdo.
- Personalmente aplaudo el realismo político del presidente, aunque no creo que él haya experimentado una “metamorfosis” ideológica, ni menos que se haya cambiado de bando. Aún cuando haya renegado del perro “mata pacos”.
- Lo mueve también su instinto de conservación. Entregar un país más o menos “normalizado” le deja abierta la puerta a una segunda oportunidad. Después de todo en su sector no abundan los liderazgos viables y su juventud le juega a favor. ¡Tenemos Boric para rato!
La mesa coja. Las bases y los electores de los partidos de izquierda están desilusionadas y eso se refleja en la baja del apoyo del gobierno (26%) que hasta ahora había contado con el respaldo incondicional de sus partidarios.
- Pero hay indicios de que eso estaría cambiando y que se podría repetir lo que le paso a Piñera, que se desfondó cuando un sector de las derechas se sintió traicionada por él.
- Pese a todo, el presidente tiene algunos logros que exhibir el 1° de junio ante el Congreso Nacional, como la reducción de la jornada laboral, el royalty minero, el control de la inflación, el aumento del salario mínimo y una cierta mejoría modesta de las perspectivas económicas.
- También está la agenda de seguridad. Se han aprobado muchas leyes importantes, aún cuando la mayoría de ellas fueron rechazadas y denunciadas por los partidos oficialistas durante el gobierno anterior y, en algunos casos ahora también.
- Para un gobierno reformista, socialdemócrata no sería poca cosa. Pero eso no es lo que piensan los partidos de la izquierda “woke”. Lo suyo es la crítica a las estructuras sistémicas y una demanda de reformas profundas a la policía, la justicia y las políticas económicas. Recurriendo a la movilización social.
- El problema de fondo es que Chile no puede crecer al ritmo necesario para terminar con la pobreza y alcanzar el desarrollo sin gobiernos que, con sus matices, estén comprometidos y crean en el sistema económico que nos dio una inédita prosperidad durante las últimas décadas.
- Lamentablemente, la mesa seguirá coja porque la izquierda transaccional, aquella que buscaba cambios dentro del sistema capitalista desapareció o está muy disminuida, dispersa, relegada en partidos nuevos o en formación sin gran capacidad de influir. Obligada a pactar con la derecha porque no tiene socios razonables en la izquierda.
Una forma sibilina de victimización. El oficialismo está en otra, urgido por recuperar y reafirmar su identidad, su mística destruida por el ejercicio del poder en condiciones tan adversas. Con miras a la elección presidencial, necesitan reivindicar su agenda, insistir con sus proyectos emblemáticos, morir con las botas puestas.
- Vamos a volver a oír sobre la condonación del CAE, la deuda histórica de los profesores, la reforma de pensiones con un sistema de reparto, el pacto fiscal con aumento de tributos, la negociación ramal, el salario vital de $600.000 pesos, la empresa nacional de litio.
- Se insistirá en que hay que cumplir las promesas de campaña, reformando el sistema de salud, los compromisos sobre derechos humanos. La tesis es que el debate ni siquiera ha comenzado sobre algunos temas relevantes para el sector y que esa es la tarea para lo que resta de gobierno.
- No hay que hacerse ilusiones. En un año electoral no habrá tregua sino mayor confrontación. El “buenismo” del gobierno, entendido como la búsqueda de los grandes acuerdos, no ha sido un buen negocio para la izquierda que siente que termina “entregando la oreja”, llevando agua al molino de la oposición.
- Por eso se esta armando un nuevo relato combativo, que reivindica la visión estratégica de la izquierda “woke” y la validez de sus propuestas, apuntando al contexto y a la hostilidad de la derecha y de un sector del empresariado para justificar su fracaso.
- Tesis que fue refrendada por el ministro Carlos Montes hace unos pocos días, quien responsabilizó explícitamente a la banca del eventual fracaso del plan de construcción de viviendas del gobierno.
- Es una fórmula (sibilina) de victimización, que insinúa que hay poderosos intereses que estarían saboteando la gestión del gobierno (como los bancos coñetes). Un recurso que desde siempre ha motivado y energizado a la izquierda anti sistémica, y que forma parte del nuevo relato con que el gobierno pretende recuperar la adhesión y el entusiasmo de sus electores.
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