La acusación constitucional contra el ministro Ávila es una farsa y una tragedia. No se manifiestan acá los pasos de la historia que describe Marx, sino que ambas ocurren al mismo tiempo. También tuvieron esas mismas características las anteriores acusaciones contra la ministra Cubillos y en especial contra el ministro Figueroa, ambos de la administración Piñera. En el primer caso se fundamentaba en sus opiniones sobre el Sistema de Admisión Escolar, tal cual lo lee, y puede ser verificado en el escrito que se presentó. Como si no fuera su rol de ministra evaluar las políticas públicas, no les importó a varios que hoy son autoridades votar bajo un argumento de ese tipo.
En el caso actual el fundamento principal es la homofobia. Si bien han tratado de vestirlas de otras cosas, incluyendo la audiencia de un ex director de la Junaeb que ni siquiera sabía una operación básica de división, y presentó números falsos, fuera de toda duda la homofobia de un sector pequeño de la oposición es el principal motivo. Lo dejó claro la activista Marcela Aranda, que vomitó odio en su exposición, y la diputada Cordero, que dijo en palabras más vulgares, lo que está escrito en el texto presentado. Por suerte, a diferencia de las veces anteriores, dentro de la oposición hay quienes se dan cuenta y harán la diferencia.
El ministro nuevamente logrará conservar su puesto. En cada cambio de gabinete se menciona que Ávila podría salir. En este mismo caso la intervención de la subsecretaria dio a entender que dentro del propio gobierno podría haber quienes veían con buenos ojos su salida. La crisis de RD también contribuía a generar un ambiente de incertezas, pues el ministro es de ese partido. Incluso en algún cambio de gabinete donde pusieron sillas de más, se rumoreaba que la “silla 7” correspondía al ministro de educación. Pero ha sobrevivido a cada una de las tormentas, y eso por sí es un mérito a mirar con cuidado. Tiene mucha más habilidad de la que creen contrarios e incluso partidarios.
Algo huele mal en las acusaciones constitucionales a ministros de educación. ¿Qué explicación puede tener que se acuse al ministro ocupando argumentos que no se sostienen? Bajo la misma lógica, qué explicación puede tener también las acusaciones a la ministra Cubillos y al ministro Figuera, ambas insostenibles. Yendo más lejos, porque la actual senadora Yasna Provoste fue castigada con 5 años de ostracismo para satisfacer una pequeña operación política de disidencia. ¿O el ministro Beyer, un reconocido experto valorado de manera transversal? Hay un asunto profundo que hace tentador para el Congreso dispararle al ministro de educación de turno.
Para el gobierno la caída de la acusación es un regalo inesperado. Dentro de la oposición tendrán que hacer el juicio sobre cuán acertado fue llevar a una fanática homofóbica o a un ex director de la Junaeb malo para los números. ¿Era necesario hacer ese obsequio al gobierno en un momento de crisis y confusión por la crisis de las fundaciones?
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