La publicación de los diarios “íntimos” de José Donoso revela los dobleces y vanidades del mundillo literario. Su homosexualidad era un secreto a voces, pero generó controversias. Me tocó ser el primer periodista que leyó sus diarios en Iowa City, EEUU, en 2003, enviado por La Tercera. La lectura fue ingrata. Era demasiada la pequeñez, la envidia y a veces la siutiquería que habitaban sus confesiones.
Roberto Ampuero, que vivía allí, dio el dato. Se había hecho una muestra con ese tesoro literario. La biblioteca de la universidad de Iowa City, de unos cinco pisos, era una joya, abierta y calefaccionada las 24 horas del día. Pasé varias noches leyendo los cuadernos de Donoso. Pero la lectura era emocionalmente exigente: un viaje a la pesadilla de un escritor chileno que quiso ser universal.
Poco después publicamos una serie de tres o cuatro reportajes. Tuvieron bastante impacto y la idea era publicar un libro. Pero la hija de Donoso, Pilarcita, se opuso. Me junté con ella en su departamento de Providencia, en una sala llena de figuritas de vidrio y espejos, y dijo que le había gustado el borrador pero que se oponía a su publicación.
El secreto. La pregunta es ¿por qué Donoso vendió estos papeles por diez mil dólares? Obviamente necesitaba el dinero, pero: ¿qué artificio pueden tener si estaban destinados a conocerse? ¿Por qué tenían ese grado de malicia? De hecho está la duda de la autocensura: ¿hasta qué nivel de sinceridad llegó? ¿Debió borrar episodios o maquillarlos?
Como bien dice Leonidas Morales, “si un diario, al pasar de su condición de íntimo, en principio sin destinatario como lo sugiere la definición del género, a un diario publicado para ser leído por un lector institucional, ¿sigue siendo un diario con todas las de la ley?, ¿no está deslizándose de alguna manera hacia el territorio de la autobiografía, también una escritura del yo pero destinada a su publicación?”.
Morales se pregunta si no es un acto de exhibicionismo y si cabe en él cierta autocontención. “En este desplazamiento desde el secreto a la publicidad, ¿nada ocurre que afecta a la escritura? Justamente, es la escritura fundada en el secreto, sin más límites y restricciones que los que ella misma se da, la que aparece puesta en cuestión con la publicidad, en la medida en que introduce una sospecha respecto a su identidad”.
Fuera del closet. El tema de su homosexualidad es claramente menor. Era conocida, pero en general negada por sus cercanos. Su gran amigo Fernando Balmaceda lo reconoció en un libro que ganó el premio de memorias de El Mercurio. Pero la familia Donoso reaccionó en masa. Su hija adoptiva, Pilar, dijo que eran “cosas de las que mi padre ya no podía defenderse”. Incluso dijo que quizá su padre era un”gran actor”, porque nunca se había dado cuenta de ello. “Quizá en su juventud tuvo una inclinación de ese tipo, no lo sé”.
El infierno. Más que la identidad gay, los cuadernos de Donoso impactan, no sólo por la arquitectura con la cual construye sus novelas, como El obsceno pájaro de la noche o El jardín de al lado, sino por la dureza con la que trata a su familia y el rencor que le genera el éxito de sus compañeros del boom, como Mario Vargas Llosa, García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes. Al único que trata con cierta amistad es a Jorge Edwards, no sin antes pegarle algún palo.
Al leer sus diarios, queda la impresión de una familia vulnerable. “Pilarcita será hija, y tendrá que apechugar, con una madre alcohólica y un padre homosexual. Es mucho, además del problema de identidad que se le planteará cuando sepa que es adoptada”, escribe el autor de El lugar sin límites (título que se vincula con el desasosiego personal que a veces vivió).
“Es verdad que no soy un homosexual “practicante” (tres veces al año, más o menos, voy a un baño turco donde anónimamente y animalmente poseo y me entrego a todos: con eso, y a veces menos, me basta), tal como ella no es una “alcohólica practicante”, ya que jamás se la ve borracha, bebe poquísimo, pero compulsivamente. Pero, por desgracia, creo que el futuro encierra la ignominia de la borrachera para mi mujer, y la ignominia paralela y semejante de los apuros, las conjeturas, las cárceles, el chantaje, que son el destino de los maricones viejos y vergonzantes”, son sus anotaciones del 15 de noviembre de 1974.
Rencillas literarias. Sobre sus “amigos” del Boom, plantea: “En lo que se refiere a Vargas (Llosa), tengo una curiosa sensación de que “no lo respeto como ser humano”. No me gusta… Su falta total de imaginación, su total falta de libertad, su no entregarse a nada emocionalmente, su no descubrirse, la perfección de sus posiciones, su falta total de humanidad… todo esto lo hace, para quien pueda y quiera verlo, bastante ridículo. Y bastante repulsivo”.
De García Márquez, agrega: “Tiene más fuerza. Es más persona. Su engreimiento es igual al de Vargas, pero toma otra forma: el niño mimado, la vedette que rechaza o acepta lo que se le antoja en su vida, sin consultarlo con nadie”, escribe en Calaceite el 21 de mayo de 1973.
Un año después, sus comentarios poco han cambiado: “Gabo es superficial, fuego de artificio, gran bombo, tropical… y siendo o pudiendo ser humano, no lo es, ha elegido no serlo. Pero claro, tampoco lo es Cortázar ni Vargas Llosa ni Carlos Fuentes”.
Respecto a Jorge Edwards aparece una dosis de empatía: “Aunque en cierto sentido es “caballero de club”, es humano. ¿Pero quiere poder? Quizás no. Quiere ser lo que seguramente jamás va a poder ser: novelista puro. Quizás por ese menguado, aunque respetable talento, no instrumentalice la literatura, como los otros, para llegar a otra cosa. Quizás sea también mi problema, y nunca logre ser realmente grande porque no veo la novela como un instrumento para nada”, comenta.
El novelista estaba en Calaceite, el 11 de marzo de 1974, y fulmina al mexicano Fuentes, quien había sido su amigo: “Nadie se ha pasado tanto de moda como Carlos Fuentes, nadie de nosotros ha hecho una literatura más vistosa y más perecedera”.
Final. Pilar Donoso, la hija del escritor, publicaría su propio libro sobre los cuadernos del padre, Correr el tupido velo, un título elogiado por la crítica y de alguna manera profético: dos años después, en 2011, se suicidaría en su departamento de Providencia.
Aparte de haber sido embajador en Londres -y fundador en 1982 de ASSET-Chile, del que vendió su parte en 2017-, David Gallagher tiene una destacada carrera como crítico literario. Autor de Modern Latin American Literature, 1973, Improvisaciones, 1991, y Otras Improvisaciones, 2005, aquí recomienda novelas latinoamericanas, algunas recientes, y también un clásico.
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