-Puede que este sea el libro más “donosiano” que hayas escrito. De hecho el título “Los parientes pobres” viene de “La comedia humana”, de Balzac. ¿De qué quisiste hablar?
-Hablo de la condición chilena. En Chile siempre tenemos parientes pobres y parientes ricos; pero siempre uno es el pariente pobre de otro. Quería explorar esta idea del pariente pobre que no tiene que molestar; ese tipo que uno se pregunta si hay que invitarlo o no a un veraneo o a un matrimonio. Me parecía un concepto fascinante. Pero luego surgió la idea de escribir la novela como un chat familiar, donde los distintos miembros van contándose asuntos muy espinudos.
-Y en ese chat grupal, aparece el incesto y cómo los hijos tratan a los viejos…
-El gran tema es el incesto. Porque hay mucha relación incestuosa en este país. La novela entera está estructurada en torno a un padre ausente o moribundo, que siempre está atormentando a sus hijos, y a sus nietos.
-¿Cómo te enfrentaste a este tema, que sigue siendo un tabú?
-Yo creo que Chile es una sociedad muy incestuosa, por supuesto. Por lo mismo es bastante difícil entrar en el tema. Se ríen mucho de los cuicos porque se casan entre primos o primos hermanos. Pero eso también pasa en la clase baja. En la clase media existe la idea de que no se casan entre primos, pero la verdad es que no saben. Todos somos parientes en Chile. Tanto la clase alta como la clase baja son bastante incestuosas. ¿Con quién más te vas a casar que no sea un hermano o un primo? Son la gente que más te conoce, después de todo.
-Tus libros siempre tienen una mirada muy particular sobre la sociedad chilena y la política. ¿Esta novela sigue la misma línea?
-Totalmente. No hay política en el sentido que la novela no habla ni del estallido, ni del golpe, ni de algún acontecimiento político actual. Pero está totalmente involucrada con la idea de describir sobre lo que yo llamo el país pasillo: este gran pasillo lleno de piezas que no se sabe muy bien a dónde conducen y lleno de fantasmas y de gente alterada. En cierto sentido esta novela también es una descripción de la gran familia que es Chile.
-Hace harto tiempo escribiste “La deuda”, sobre el mundo de la televisión, acerca de un tipo que estafaba a sus amigos. ¿En esta novela hay una conexión con la actualidad, salpicada de funas y acusaciones de abusos?
-Específicamente, no. Pero cada cual puede sacar sus conclusiones. Es una historia de dos viejos que se enamoran y se descubre que son hermanos. Ese es el motor del libro. Es decir, ¿qué se hace con estos dos viejos que se aman, pero que son hermanos?
-¿Cómo usas un medio como el chat, que está distorsionando las comunicaciones humanas?
-Son terribles. Esta novela tiene 11 narradores. Uno de los chistes que yo quise hacer era que el lector supiera quién es quién, sin nombrarlo, solo descubriendo cómo habla o cómo escribe. Hice todo un juego de tipo malabarista del chat familiar. También me pareció divertido ocupar una técnica tan moderna, para contar algo tan antiguo.
Porque es una novela criollista chilena en cierto sentido. Con fundo, familia y todo eso. Es la típica apuesta que ocupan los escritores cuando quieren ser tendencia, cuando quieren ser modernos, pero generalmente están hablando de computadores o de inteligencia artificial. En mi novela la técnica es muy moderna, pero el contenido no lo es.
-Otra parte de la novela son como ejercicios que se hacen en un taller. ¿Usaste tu experiencia como director de talleres literarios?
-Claro, yo pido ejercicios a los alumnos y ocupé un poco esa técnica. Pero este libro no entrega opiniones. Es una novela totalmente placentera.
-¿Te sientes como el último criollista?
-Yo creo que sí. Todas las literaturas del mundo tienen un tema; por ejemplo, en la literatura rusa el gran tema es el hombre inútil. Ese hombre que tiene plata, que tiene intereses, que tiene buen corazón, pero que no es capaz de hacer algo bueno.
-“Los hermanos Karamazov”.
-Exacto. En el fondo el personaje se autodestruye porque es incapaz de vivir a la altura de lo que él cree que es. En la literatura francesa, en cambio, es el amor el gran tema. En la literatura argentina es el sur de Borges. Pienso que todos los países tienen un debate y yo creo que el debate de la cultura chilena es el concepto de puertas adentro, lo que está en la intimidad y no queremos contar.
-Decías que Chile es un país incestuoso. ¿También la política chilena es incestuosa, en el sentido de que se repiten nombres, hay familias y linajes?
-Es imposible encontrar algo más incestuoso que la política chilena. Es totalmente incestuosa. Hemos tenido familias que se repiten tres o cuatro veces, sin importar cómo sean sus miembros. Es muy distinto un Alessandri de otro Alessandri o un Frei de otro Frei. Y sin embargo hay una concepción familiar, se parecen de alguna forma. Es muy incestuosa la política.
-¿Te costó mucho trabajar este libro, después de tu accidente en bicicleta en Nueva York?
-Fue como la cárcel, me demoré cuatro años y un día. Pero fui muy feliz haciéndolo. Ocupé muchas técnicas que aprendí en el teatro. Lo comencé en pandemia en EE.UU., donde me rompí las manos. Lo escribí de manera feroz, furibunda y hasta peligrosa. Hoy no puedo escribir con la mano, pero sí en el computador. Después de mucho tecleo me duele. Luego del accidente, no puedo hacer artesanía. No puedo hacer alpinismo. Todas esas cosas que me gustaba tanto hacer (se ríe).
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