La semana pasada culminaron los talleres de la reforma previsional organizados por el gobierno, en respuesta a la carta que enviamos 22 centros de estudio para solicitar los microdatos y planillas de cálculo que sustentan las estimaciones de los informes de la reforma. El balance es positivo, pero es solo un primer paso. En lo positivo, se mostraron los modelos, supuestos y parámetros utilizados para estimar los efectos macro y la sustentabilidad del Fondo Integrado de Pensiones (FIP). Como tarea pendiente se encuentran el acceso a los microdatos y la sensibilización de los modelos para visualizar distintos escenarios.
En total fueron tres talleres coordinados en conjunto por el Ministerio de Hacienda y de Trabajo. En el primero se revisó el modelo que sustenta los efectos macro de la reforma, contenidos en el Informe de Impacto Regulatorio. Luego, se expuso el Informe Financiero de Dipres que estima el costo fiscal del proyecto. Y en el último encuentro, se analizó el modelo actuarial que proyecta la sustentabilidad del FIP, el que recibirá la cotización extra del 6% y, al mismo tiempo, financiará beneficios para los actuales y futuros jubilados.
Las principales conclusiones por taller se resumen a continuación:
Los talleres son un buen primer paso, pero todavía falta camino. Un elemento clave en la discusión de pensiones —que hasta el momento ha estado ausente en gran parte por no tener acceso a las bases de datos de pensionados— es el de las tasas de reemplazo (monto de pensión en relación al salario). Aquí, tal como lo ha advertido el economista Joseph Ramos, todavía no tenemos un diagnóstico compartido sobre el punto de partida. Es decir, cuáles son las tasas de reemplazo efectivas con la actual PGU. Es fundamental preguntarnos a qué tasas de reemplazo queremos llegar con la reforma y, consecuentemente, cuáles son las mejores herramientas para lograrlo. Y esto, solo se logrará con los datos sobre la mesa.
El análisis crítico, el saber técnico y la confrontación de ideas en base a un conocimiento compartido, son necesarios no solo para esta reforma, sino que —en un sentido más amplio— son fundamentales para contar con políticas públicas bien diseñadas, donde confluya la técnica con la política. Este sello, tan distintivo de la denostada política de los acuerdos de los últimos 30 años, es el que podemos recuperar al alero de la discusión de la reforma de pensiones. Ojalá no desperdiciemos esta oportunidad.
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