La inflación en Chile ha ido disminuyendo durante este año. Sin embargo, es frecuente escuchar en distintas conversaciones a personas que señalan que “esto no es así, porque los precios no han caído, es más, siguen subiendo”. Frases similares surgen al revisar el último Informe de Percepciones de Negocios (IPN). Este reporte, entre otras cosas, contiene entrevistas realizadas a los encargados de empresas de distintos rubros y tamaños a lo largo del país, de las cuales se desprende que las empresas perciben que el alza de los precios ha ido desacelerándose y que, por lo tanto, la inflación ha ido disminuyendo.
Si bien esta percepción está en línea con los datos de inflación que publica el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), de las entrevistas también se puede extraer la creencia de que una reducción de la inflación implicaría necesariamente una disminución de los precios, con la esperanza de que vuelvan a “niveles normales”. En este blog se explican las diferencias entre inflación, desinflación y deflación, así como las consecuencias que tendría una baja generalizada de los precios en la economía.
En primer lugar, es bueno comenzar por explicar ¿qué entendemos por inflación? Este fenómeno se define como el aumento generalizado de los precios en una economía. En Chile, al igual que en la mayoría de los países, su medición se realiza a través del Índice de Precios al Consumidor (IPC). En nuestro país, ese cálculo lo realiza el INE. Este organismo, a través de la Encuesta de Presupuestos Familiares, determina los bienes y servicios que consume una familia “promedio” y qué porcentaje de su presupuesto destina a ese gasto. Dichos bienes y servicios conforman la canasta del IPC.
Cada mes, el INE recoge información en los negocios donde esos bienes y servicios se comercian, obteniendo el precio al cual se venden. Con esta información, se calcula la variación de los precios y entrega la cifra que conocemos como “el IPC”. Para saber cómo han evolucionado los precios, lo más frecuente es comparar la última cifra con la del mes anterior (inflación mensual) o con igual mes del año anterior (inflación anual)
Por ejemplo, si la inflación subió 1% respecto del mes previo, significa que el conjunto de precios de los bienes y servicios que componen la canasta del IPC aumentó un 1%, pero no significa que todos los precios mostraron ese incremento. De hecho, es habitual observar que ciertos precios suben, algunos se mantienen y otros bajan (gráfico 2).
Entonces ¿qué significa que la inflación baje? Una reducción de la inflación a niveles normales significa que los precios aumentan, pero a un menor ritmo, en línea con lo que estamos acostumbrados.
En las proyecciones del Banco Central, la inflación volverá a 3% anual durante 2024, lo que es parte de un proceso de desinflación respecto de los elevados niveles que tuvo en 2022. Esto implica que hacia fines del próximo año el aumento promedio de los precios será 3% anual. Habrá algunos que suban más o menos que eso, algunos que no varíen y otros que disminuyan. Lo importante, es que ello dependerá de condiciones normales presentes en la economía y no de condiciones excepcionales como las que vivimos durante el último tiempo. Así, tendremos una inflación baja y estable, lo que es “sano” económicamente hablando ya que favorece un crecimiento económico más sostenible, promueve la generación de empleos y permite una mayor certeza al momento de tomar decisiones de consumo e inversión.
Ahora bien, ¿qué pasaría si en vez de una disminución de la inflación tuviéramos una baja generalizada de los precios? Una situación como esa se denomina deflación, y efectivamente ahí sí veríamos caídas en la mayoría de los precios. Usualmente, se asocia con escenarios en que la economía se debilita con fuerza, lo que afecta de forma muy negativa el empleo, los sueldos y la demanda. Si la situación es severa, pese a que las empresas traten de bajar los precios, las familias privilegiarían consumir solo lo necesario. En estas circunstancias, las empresas no necesitan producir, lo que vuelve a disminuir el empleo y, por lo tanto, el ingreso de los hogares. Un escenario como este es tan dañino como uno de inflación elevada.
Como se puede observar, tanto un episodio de alta inflación como uno deflacionario generan inestabilidad económica e incertidumbre en los distintos agentes. Por lo mismo, los bancos centrales tienen como meta que la inflación se mantenga con un crecimiento bajo y estable (3% en el caso de Chile), para permitir el normal funcionamiento de la economía.
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