-Hubo un incidente el miércoles en la Casa Central de la U. de Chile, donde jóvenes a favor de la causa palestina se enfrentaron a otros que iban a ver a la vice primera ministra de Ucrania, Yuliia Svyrydenko. ¿Crees que este episodio refleja cierto ambiente de intolerancia en las universidades?
-Sí. Además, refleja unilateralidad, irracionalidad y, en el mejor de los casos, rigidez doctrinaria, suponiendo que exista una doctrina. Más bien, expresa un vacío del pensamiento, unido a un comportamiento matonesco, primitivo, en función de intereses mezquinos, e indigno de cualquier causa legítima.
Esto contradice un auténtico espíritu universitario, caracterizado por la búsqueda de conocimiento, el desarrollo de la capacidad de conciencia y la racionalidad, como bien señaló Carlos Peña.
Según David Quintana Henríquez, quien denunció lo ocurrido, estudiantes de la U. de Chile en favor de la causa palestina terminaron instalando una “asamblea de toma” en la Casa Central: “Se trataba de una asamblea de convencidos, sin debate, que además veía como impresentable (…) que la universidad invitase a una representante del Estado ucraniano, dada la situación de Palestina”.
-Quintana escribió: “un estudiante trató de sacarme del recinto so pretexto de que yo iba a lo de Ucrania y que no estaba con ellos (…). Una mujer de unos 60 años comenzó a gritar y a acusarme ante quienes dirigían la asamblea de no querer salir”. ¿Has tenido experiencias de este tipo?
-La mujer que increpó a Quintana, azuzando al resto, corresponde a la figura del que caldea los ánimos, descrita por Girard, en el marco de sus estudios sobre los fenómenos de persecución y la violencia colectiva.
Personalmente, no he tenido experiencias así. Pero he sabido de descalificaciones periódicas de cierto lumpen pseudoacadémico –financiado con los impuestos de todos– tan tosco, vulgar, autorreferente y arribista, que ni siquiera vale la pena considerarlo. Tiene un perfil similar al de los agresores de Quintana: culto a la horda, en que la pertenencia grupal determina la identidad individual; ignorancia y odio en función de intereses que poco o nada tienen que ver con la envergadura de conflictos tan destructivos como las guerras o las dictaduras, ni menos con sus víctimas. Hipocresía estratégica. Mandato extorsivo de politizar absolutamente todo, sobre la base de la retórica y la manipulación del lenguaje.
No les interesa el conocimiento, sino ganar en función de la acumulación de poder, la figuración, la impostura y el dinero. En un sentido profundo, no piensan.
-¿Otros temas también provocan reacciones airadas?
-En el caso de Chile, ha venido desarrollándose un proceso de polarización creciente. Reacciones así se dieron en torno a la figura de Allende, con ocasión de los 50 Años del Golpe de Estado: lo que menos importaba era entenderlo a él, desde sí mismo y su circunstancia.
Un episodio reciente ha sido la discusión en torno a la abjuración de Boric respecto de la imagen de Negro Matapacos. Esa reacción, tan airada, es una demostración de que la polarización en curso no se ha extinguido, y que los partidarios de la primera línea, el octubrismo, la refundación, y la lumpenización con pretensiones insurrectas, siguen ahí, esperando su momento.
-Hay un movimiento estudiantil en varios países, como EEUU, Francia y Alemania, muy crítico de la postura israelí. Se da la paradoja que algunos movimientos queer, por ejemplo, apoyan a Hamas, un grupo evidentemente homofóbico. ¿Hay grados de desconocimiento o ignorancia en este debate?
-Robert Funk se ha referido a esto, a propósito de las protestas en EE.UU. Según él, allí se repiten eslóganes que los estudiantes no tienen cómo rebatir. El concepto de interseccionalidad, que es una moda en las universidades norteamericana (y que también lo fue con ocasión del primer proceso constituyente en Chile), implica que los distintos grupos oprimidos deben apoyarse mutuamente, aun cuando sean contradictorios. Además, observa que dichas protestas “tienen elementos parecidos al estallido”, como “elegir a quienes pueden pasar, preguntando tu afiliación religiosa o si eres sionista”.
Parece referirse a ese linchamiento encubierto, coactivo y amenazante de “el que no baila, no pasa”, aplicado como peaje a conductores de vehículos, en el marco de la asonada de octubre de 2019, que vulneraba su derecho a la circulación.
-En Chile, ¿ves señales en este sentido de debilitamiento de la libertad de expresión y un auge de posiciones fanáticas?
-No podría referirme al conflicto bélico de Israel-Palestina, ni al de Rusia-Ucrania. No sólo porque su horror supera mi capacidad de comprensión, y porque, para mí, cualquier guerra es condenable (incluidas las carnicerías en nombre de Dios, vengan de donde vengan), sino, además, porque estoy muy lejos de conocer esas realidades.
Pero noto una especie de presión social, en la línea de tomar partido por alguna de esas posiciones, lo cual no corresponde, debido a tales limitaciones. En Chile, existe una gran comunidad palestina y una comunidad judía de menor tamaño que han convivido pacíficamente y aportado al país, hasta ahora.
Sin embargo, pareciera existir un interés político en trasladar este conflicto del Medio Oriente a Chile, como una forma de perpetuar y azuzar la polarización reinante a partir de la asonada de octubre de 2019, en vistas al proyecto refundacional del Gobierno, eclipsado por el momento y nunca abandonado. El incidente en la U. de Chile pudiera ser un índice de esto.
Me pregunto si a los integrantes de aquella “asamblea de toma” les importarán realmente las víctimas de todo ese horror inenarrable, o si para ellos éstas son selectivas, y si tienen un auténtico interés en que esa guerra termine. Tales presiones matonescas implican un debilitamiento de la libertad de expresión y un auge de posiciones fanáticas y persecutorias.
-La política de Netanyahu es cuestionable y ha costado la vida de miles de personas en Gaza, ¿pero crees que en estos grupos estudiantiles hay cierto antisemitismo disfrazado?
-Es probable que así sea, a primera vista. Pero, más que eso, y a la luz de las descripciones de Funk, pareciera tratarse, más bien, de una variante o una derivación de concepciones como la interseccionalidad, interesada en posicionar cualquier diferencia social en términos de un victimismo manipulador y extorsionador. No sé hasta dónde dichos estudiantes –desde su “campamento de privilegios”, como lo describió Jorge Ramírez– tengan un real interés en comprender las durísimas realidades involucradas en esta guerra.
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