Cuenta Pública: Epifanía de un gobierno que se acaba. Por Kenneth Bunker

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Crédito: Agencia Uno.

La revelación del discurso del primero de Junio será aceptar que el gobierno se acabó. Será tirar todas las promesas sobre la mesa, sabiendo que ninguna es viable. Será distraer la opinión pública en debates aparentemente legítimos pero fútiles solo para unir la coalición de gobierno tras un objetivo: terminar el cuatrienio de Boric con una aprobación digna y sin haberle entregado el control de la narrativa normativa al socialismo democrático, que, incidentalmente, está esperando su oportunidad de entrar a la historia.


En este mismo momento los analistas del segundo piso se encuentran tipeando las palabras que pronunciará el Presidente Boric en su cuenta pública del primero de Junio.

Considerando que el primer discurso fue uno de celebración (por lo mucho que se haría), y que el segundo fue uno de perdón (por lo poco que se hizo), deben estar pensando cómo enmarcar el tercero. Dado que en el último año el gobierno solo ha acumulado derrotas y frustraciones, y que la desaprobación del Presidente sigue en aumento, no parece haber espacio para algo más que excusas.

Lejos de ser una cuenta pública que brille por los anuncios de lo hecho, será una cuenta pública brille por pretextos.

Para explicar por qué no se ha logrado nada de lo prometido ni se ha solventado nada de lo urgente, se hablará de lo que hizo mal el gobierno pasado y cómo la oposición actual no ha dejado enmendarlo. Y para no hacerse cargo de lo absurdo de la excusa, se buscará prometer una lista larga de políticas públicas, que en la forma en que serán presentadas, no tendrán ninguna posibilidad de ver la luz del día.

Y con justa razón, si el objetivo de los anuncios no es transformar ideas en legislación, es prevenir una debacle política mayor.

Por eso, el tercer discurso estará apuntado directamente a la base de apoyo del Presidente, una coalición unida por la ambición de hacer grandes transformaciones que al fin se está dando cuenta que no logrará ninguna sola de las grandes promesas de campaña.

Lejos de estar apuntado a la masa de la clase media, que ya entiende por qué se ha hecho poco y por qué no se hará más, Boric apuntará directamente a convencer a quienes han pasado de la convicción a la duda.

En su mensaje buscará frenar la división entre fieles y agnósticos, frenteamplistas y comunistas. Por su puesto, el Presidente hablará de proyectos de Estado e iniciativas transversales que darán frutas por décadas, pero en el fondo será un discurso político, nacido de la epifanía de que el gobierno ya fue. Presumiblemente, Boric, al igual que la clase media, ya entiende que, a pesar de su voluntad, será poco lo que podrá hacer en materia de políticas públicas en los próximos dos años, y que, por lo mismo, es necesario comenzar a planificar una ruta de escape, una salida digna.

¿Cómo se hace? Pues bien, hablando de las cosas que le importa a la base. Evitando que la coalición se divida entre autocomplacientes y autoflagelantes antes del final del gobierno, como lo que pasó con la Concertación. Se hace hablando de cosas que le permitan al Presidente presentarse como autentico líder de izquierda preocupado por la justicia social y la redistribución de oportunidades y recursos que ha sido víctima de circunstancias políticas adversas diseñadas e impuestas por una oposición inmoral.

Es, al fin del cuento, una extensión de lo que ya se ha ensayado con la promesa de una reforma al sistema de pensiones y una reforma tributaria, las cuales por justa que sean, han sido torpedeadas por el sector privado y la derecha.

Al final, se hace planteando reformas que se sabe que se rechazarán, con el solo objetivo de decir que se presentaron y que se rechazaron.

En el discurso del primero de Junio, además de esas dos reformas, que tienen cero posibilidades de pasar en la forma que fueron presentadas en la campaña, se agregará la condonación del CAE, que como las otras dos, también estuvo en el programa electoral de Boric, que también le permitirá al Presidente enviar un mensaje a su base, y que, al ser completamente inviable, como las otras dos, también quedará en nada. Últimamente le permitirá al Presidente lavarse las manos como Poncio Pilato.

La condonación del CAE es una promesa perfecta en tanto moviliza a la base joven y de izquierda que apoyó al Presidente y su coalición en 2021, y que ha entrado en una crisis de fe en el último tiempo. Es una promesa que sirve porque al estar diseñada para poner a Boric y a los suyos al lado de los moralmente correcto, permite iluminar a la oposición, al sector privado y a la derecha como un grupo inmoral que solo le importa la acumulación de riqueza y el statu-quo.

Por su puesto, esto quema los puentes con la oposición. Pero eso no es un problema, pues nunca ha estado en el plan cooperar. Si el Presidente y su gobierno quisieran generar resultados, ya lo habrían hecho. Habrían empoderado a las fuerzas armadas para controlar la crisis de seguridad y hubiesen endosado al sector privado para apuntalar el crecimiento. Pero no lo hicieron. ¿Por qué? Porque no es parte del plan. Si se puede pedir perdón después, y presentarse como mártir de la ignorancia de buena fe, no es importante ni necesario entregar resultados ahora.

La revelación del discurso del primero de Junio será aceptar que el gobierno se acabó. Será tirar todas las promesas sobre la mesa, sabiendo que ninguna es viable. Será distraer la opinión pública en debates aparentemente legítimos pero fútiles solo para unir la coalición de gobierno tras un objetivo: terminar el cuatrienio de Boric con una aprobación digna y sin haberle entregado el control de la narrativa normativa al socialismo democrático, que, incidentalmente, está esperando su oportunidad de entrar a la historia.

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