Febrero 9, 2023

Roberto Ampuero y polémica por incendios: “Es lamentable que la Canciller Urrejola haya pensado que la tragedia debía ser enfrentada sin ella”

Marcelo Soto

El escritor y ex canciller Roberto Ampuero hace un análisis crítico de la política exterior del actual Gobierno y de la ausencia de la Canciller Urrejola en medio de los incendios en el sur, pero precisa: “No hay duda que ha habido desprolijidades en el trabajo de Cancillería, pero también debemos ser justos: los problemas de fondo de nuestra política exterior no pueden atribuirse a la Canciller. Ellos anidan en la visión ideologizada, contradictoria e inestable que tiene el Presidente de la realidad internacional”.


 -Aunque ha decidido adelantar su regreso, las vacaciones legales de la canciller Antonia Urrejola, que originalmente iban desde el 27 de enero al 21 de febrero, han generado críticas, porque algunos piensan que debería haberlas interrumpido antes para liderar la coordinación de ayuda internacional por los incendios. ¿Es una acción tardía que revela cierta debilidad política?

-Lo interpreto primero como una falta de liderazgo del presidente Boric, y en segundo término como un desliz de criterio de la canciller. Lo primero: si Boric toma la decisión de suspender sus vacaciones y sabe que la ayuda externa que Chile requiere pasará necesariamente por la coordinación de Cancillería, debió haber ordenado a sus ministros vinculados con la catástrofe regresar a sus despachos y ponerse a disposición. Lo segundo: es lamentable que la Canciller haya pensado que la tragedia debía ser enfrentada sin ella, atándose a la justificación de que como sus vacaciones eran legales, eran a la vez impostergables.

 -El ex embajador Ricardo Concha planteó que “los catastróficos incendios han demandado sensibles gestiones diplomáticas… haciendo aún más notoria la desaconsejable ausencia simultánea de las dos autoridades superiores de nuestra Cancillería (la subsecretaria Ximena Fuentes también tomó vacaciones)”. El subsecretario José Miguel Ahumada quedó a cargo de la cartera. ¿Le genera confianza su gestión?

-Entiendo que el principio no escrito hasta mi período como canciller era el siguiente: no deben estar al mismo tiempo fuera del país o de vacaciones el ministro y el subsecretario (entonces no había aun SubRei). Si esto era imposible (por ejemplo cuando el subsecretario Alfonso Silva y yo tuvimos que viajar a La Haya por los alegatos orales ante Bolivia), quedó de subrogante el ministro de Justicia, y en otra ocasión el ministro de Defensa.

-¿Por qué razón?

-Para mantener la envergadura del cargo en caso de cualquier eventualidad de marca mayor. Aclaro: el tema no es el subrei Ahumada -conocido por su visión crítica del TPP 11 y de la modernización del acuerdo con la UE- pues él es un subsecretario, sino el hecho de que el presidente no disponga de su equipo ministerial de primera línea en una de las peores tragedias no sísmicas sufridas por el país. El tema no es la legalidad de las vacaciones de los funcionarios de marras, desde luego, sino si es juicioso que un ministro vinculado con las tareas para controlar la crisis se vaya o continúe de vacaciones.

 -Esta hecho se suma a otros como el de los audios filtrados de conversaciones de la canciller, en los que se criticaba al embajador argentino Rafael Bielsa. También llamó la atención el lenguaje usado, aunque el presidente Fernández respaldó a Boric.

-Sólo quiero decir que -por lo que he averiguado- no ha sido ni es el estilo, ni la forma ni el vocabulario con que se abordan y discuten en la cancillería chilena los temas relacionados con su misión y elevada responsabilidad. Creo que en esto hay consenso transversal.

-A su vez, Mario Vargas Llosa dijo que “los peruanos lamentan que el joven mandatario chileno, Gabriel Boric, se haya prestado a esta farsa y haya apoyado las acusaciones ridículas de López Obrador, de que la caída de Pedro Castillo es una operación ‘de la derecha peruana'”. Y aseguró que el pueblo peruano “no olvidará” este “acto lamentable”. Usted conoce al escritor, ¿comparte sus palabras?

-Cuando habla el Nobel y pensador, habla a la vez como conciencia liberal y democrática de América Latina. Y si habla de los sentimientos de su pueblo es porque conoce bien a su país. La verdad es que fue lamentable ver cómo en tres minutos Boric soltó una andanada de misiles contra al concienzudo trabajo de decenios que Chile y Perú han desplegado para sintonizar, dialogar, entendernos mejor y proyectar una mirada de futuro conjunto.

Perú es un vecino y socio comercial crucial, con el cual hemos dado pasos importantes para superar las diferencias del pasado. Ojalá el presidente Boric recapacite y no siga dejándose llevar por impulsos pasajeros y ambiciones de liderazgo regional en su relación con los vecinos. He ahí una gran tarea para Cancillería y Torre Tagle.

 -¿Boric debería dar una señal o un giro en política internacional?

-Aquí me gustaría enfatizar dos aspectos.

Uno: No hay duda que ha habido desprolijidades en el trabajo de Cancillería, pero también debemos ser justos: los problemas de fondo de nuestra política exterior no pueden atribuirse a la Canciller. Ellos anidan en la visión ideologizada, contradictoria e inestable que tiene el presidente de la realidad internacional.

Lo que hemos estado haciendo el 2022: es decir, retrasar el TPP 11; el acuerdo con la UE; cuestionar los TLC; tensar relaciones con Israel; proyectar al país como atado al 11 de setiembre de 1973; condenar a ciertas dictaduras pero callar ante otras; lanzar puntapiés a la pasada contra EEUU y aliados claves; abrazar causas sin destino, como la moneda SUR; quedarnos casi un año sin embajador ante el país más poderoso de América Latina y el Caribe sólo por un gustito presidencial, en fin, para qué seguir; todo eso no es elaboración de la Canciller ni del Minrel sino del presidente Boric. Ponga al ministro que ponga, la política exterior no mejorará mientras el presidente no abandone su visión redentora y sesentera de la política exterior.

-¿Cuál es el segundo aspecto?

-No le exijamos a la canciller que a través de su despacho una al país cuando el país está altamente polarizado, y ni el presidente, ni el congreso ni los partidos políticos logran unir al país. La política exterior de estado, estable, innovadora y transversal tiene como premisa que en el país reine cierto grado mínimo de unidad.

 -En una entrevista a Ex-Ante en agosto de 2022 usted dijo, a propósito de su experiencia con Benjamín Salas, asesor en el segundo gobierno de Piñera, que “entre el asesor presidencial de política exterior, en el Segundo Piso de La Moneda, y la o el Canciller de la República, se han dado y se dan en Chile a menudo tensiones extenuantes y kafkianas”. ¿Cuál es su opinión del rol de Carlos Figueroa, asesor de Boric en temas internacionales?

-Quien en Chile da al final la cara por la política exterior es el o la Canciller, a pesar de que en la implementación de la política exterior inciden también asesores de otro despacho, que se las arreglan para figurar en medios cuando la Cancillería cosecha logros, pero que se desvanecen por arte de magia a la hora de los faux pas.

La aviesa influencia en política exterior de quienes moran en la opacidad de otros despachos es kafkiana, nociva y perjudica los intereses del país pues se basa en actores que no asumen responsabilidad por sus acciones. Giran a cuenta de fondos simbólicos de los cuales no son titulares.

 -En retrospectiva, ¿hay cosas que hubiera hecho diferentes como Canciller? En su momento usted defendió al Presidente Piñera por su decisión de ir a Cúcuta a apoyar la disidencia al régimen de Maduro: “Pecan de una tremenda insensibilidad ante un drama humanitario gigantesco”, dijo. ¿Sigue pensando que fue una opción correcta? ¿O fue una aventura fallida?

-Tres cosas quisiera decir al respecto.

Primero: debimos habernos quedado con el guión aprobado inicialmente, respaldado por Cancillería: sólo el Canciller viajaba de ida y vuelta en un Hércules militar a entregar en territorio colombiano comida y medicina al pdte. Guaidó, reconocido por 60 países, entre ellos las principales democracias del mundo. Cómo repartir aquello, era una tarea del gobierno del presidente Guaidó. No nuestra.

Segundo: Correspondía un gesto de solidaridad humanitaria hacia los demócratas venezolanos bajo Maduro, pues ellos apoyaron a los demócratas chilenos bajo Pinochet. ¿Alguien puede oponerse a entregar alimentos y medicinas al presidente de un país cercano que pasaba hambre y carecía de medicinas?

Tercero: es trágico que, tras miles de muertos por la represión madurista, los venezolanos no lograran recuperar la democracia. El chavismo-madurismo creó siete millones de refugiados. Ningún otro país  ha creado algo así sin estar en una guerra. La mayoría buscó refugio en Colombia, y Perú y Ecuador (cuyos presidentes no fueron a Cúcuta), y en nuestro país. Ninguno en Cuba o Nicaragua.

-¿A qué se debe que muchos llegaran a Chile?

-Las revoluciones -francesa, rusa, cubana, china, mexicana, europeo-oriental, vietnamita, etcétera-, causan emigraciones espantosas, no inmigraciones. En esa emigración salió no sólo gente buena, sino también delincuentes a los que -como en Cuba- les abrieron las cárceles a condición de que se marcharan del país.

Los venezolanos que han llegado a Chile sólo  porque huyen de la dictadura de Maduro, vienen movidos por lo que mueve a todos los refugiados: llegar a un país donde haya trabajo decente, condiciones mínimas de vida, la moneda sea sólida y puedan ahorrar cada mes para enviar remesas a sus familias que se quedaron cuidando sus viviendas para que no se las expropien.

-¿Se puede controlar ese movimiento?

-Ese desplazamiento cesará cuando Chile disponga de medios materiales para frenar una migración causada por el desastre de un régimen de izquierda que apoya parte del oficialismo; cuando ese riquísimo país vuelva a la libertad y la democracia, o bien si nuestra situación económica empeora tanto (ojalá que no) que deje de ser un imán para migrantes. Pero no hay que confundirse: El culpable de la mayor tragedia migratoria de América Latina, que también afecta a Chile, no  está aquí sino en Caracas.

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