Miguel Crispi declaró ante la Comisión Especial Investigadora del Caso Convenios de la Cámara de Diputados que el día 6 de junio de 2023 se había enterado de un “rumor” relativo al caso Democracia Viva en la Región de Antofagasta. Su reacción habría sido delegar el asunto en la subsecretaria de Vivienda ¿Es verosímil lo que plantea Crispi? ¿Podemos juzgar su conducta descrita a la luz de la labor que debe desempeñar un jefe de la asesoría presidencial?
Miguel Crispi es Jefe de Asesores del Segundo Piso de La Moneda. Habría que partir por señalar que el Segundo Piso de La Moneda no es meramente un lugar físico, es un espacio de poder, en el más estricto sentido del término. Pese a que no posee institucionalidad, puesto que no es un ministerio ni tampoco un servicio, es el lugar de mayor relevancia a nivel de toma de decisiones en todo el Poder Ejecutivo. En él, trabaja un completo staff de profesionales de exclusiva confianza del Presidente, con el propósito de prestar asesoría de alto nivel en políticas públicas, contenidos, diseccionar la opinión pública, elaborar discursos y trazar definiciones estratégicas, entre otros.
El Segundo Piso trabaja fundamentalmente para y por el Presidente. El deber de sus funcionarios es advertir riesgos para proteger su liderazgo ante cualquier tipo de amenaza y aprovechar toda oportunidad posible para robustecer y proyectar la imagen del Primer Mandatario.
Es un lugar del que, sin duda, se habla mucho, pero se ha escrito relativamente poco. Salvo el muy buen libro El Segundo Piso: un ejercicio de memoria, del otrora jefe de la asesoría presidencial durante el sexenio de Ricardo Lagos, Ernesto Ottone, no hay muchas más referencias sobre este mítico lugar.
Físicamente, se trata de un largo pasillo de oficinas, que va desde la galería de los presidentes hasta la esquina con Teatinos, con un par de salones entre medio: el elegante Salón Amarillo y el imponente Salón Rojo, siendo este último, colindante con la oficina presidencial y un amplio comedor de reuniones conectado directamente con el despacho del Primer Mandatario.
Por cierto, en él no se vive el glamour ni la pompa del west wing de la Casa Blanca norteamericana, pero tampoco se queda del todo atrás. En el largo pasillo del Segundo Piso de La Moneda se respira cierto aire palacesco, a escala doméstica, por cierto.
Trabajé cuatro años en el Segundo Piso como un miembro más de un amplio staff de asesores en la anterior administración. Puedo dar fe de que en ese lugar no sólo circulan rumores, como acotó Crispi.
Día a día, también rondan por ahí una serie de personajes, desde garzones del repostero presidencial con cafés para edulcorar y distender una que otra agria y tensa reunión, cafés, que seguramente han sido reemplazados por tés matcha e infusiones orgánicas; imperturbables guardias de palacio en cada uno de los accesos; autoridades nerviosas y ansiosas que esperan su turno para ingresar al despacho presidencial; liderazgos que se alistan a ser notificados de su ascenso; ex ministros que caminan acongojados por esa galería tras ser defenestrados; también alguno que otro dirigente ambicioso, para quienes, marcar presencia en ese lugar es una suerte de vitrina de cara a un eventual próximo nombramiento. En definitiva, todas las facetas y dimensiones del poder.
Por otro lado, también circulan papeles, muchos papeles que abarrotan carpetas, la mayoría de las veces, con información relevante. Múltiples minutas e informes que son extraídos de impresoras que no paran de entintar hojas hasta altas horas de la jornada. Seguramente, este Segundo Piso es menos frenético que el que describo. Probablemente en él hay más poesía que informes escritos en prosa críptica y bullet points, y más ideales que metas de trabajo. Esto porque, se trata de un lugar que es completamente dúctil al estilo del liderazgo presidencial.
Sin embargo, lo que no cambia es el nivel de acceso a la información y la capacidad de influencia en los asuntos de Gobierno que confiere el estar ahí. Supongamos que efectivamente Miguel Crispi acusó recibo de este “rumor” sobre el Caso Convenios. ¿Acaso no fue capaz de prever la magnitud del escándalo?
Él sí conocía a los personajes involucrados en el impúdico mecanismo de defraudación y corrupción. Hablamos de una diputada de la República como Catalina Pérez, de su mismo partido, y de su pareja por ese entonces, Daniel Andrade, ex presidente de la Fech y también correligionario de Revolución Democrática. Pero más allá de aquello, teniendo en consideración el estándar moral que el Frente Amplio pregonó durante años, la pregunta es ¿cómo Crispi no fue capaz de proyectar el impacto que esta crisis de corrupción provocaría y que ha sido agudamente descrita por el Contralor Bermúdez?
Crispi pudo ser un líder político estudiantil exitoso y visionario, también haber sido un diputado de desempeño suficiente. Pero como jefe de la asesoría presidencial, su cometido ha sido menos que discreto. No advirtió la envergadura de la crisis, ni previó su impacto en la gestión de Gobierno.
No mitigó el daño que ésta provocaría en la figura presidencial, fue errático ante la citación de la Comisión Especial Investigadora por el Caso Convenios, aferrándose a una insostenible minucia legal para evadir su comparecencia ante sus excolegas parlamentarios y, una vez que se tornó inviable sostener aquello, reconoce en la Comisión que sabía del caso con diez días de anticipación a su publicación en el medio regional Timeline, pero sólo a nivel de “rumor”. Un rumor que le ha costado bastante caro al país, no sólo en términos económicos, donde las cifras defraudadas ya superan los 32 mil millones de pesos, sino que también en términos no monetarios, acrecentando la crisis de confianza de nuestras instituciones.
El desastroso actuar de Crispi en el Caso Convenios ha alimentado un nuevo rumor que se esparce por Palacio, y esta vez no es sobre Democracia Viva u otro esquema de corrupción con fachada de fundación, sino que sobre el futuro del propio Crispi.
¿Continuará siendo el Jefe de Asesores del Segundo Piso de La Moneda?
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