Si usted alguna vez ha visto películas podrá reconocer dos escenas: una en que dos cowboys, a unos 10 metros de distancia desenfundan y el más rápido despacha de un tiro al que se demoró una décima de segundo más en disparar; la otra es el policía que con una pistola en la mano y apuntando a un delincuente o sospechoso dice “Policía, ¡manos arriba!”. Ambas escenas no son casualidad.
Si una persona armada que sabe lo que hace quiere matar o herir a otra, la diferencia entre la vida y la muerte es una décima de segundo.
Cuando un policía no sabe con lo que se va a encontrar enfrentando a un delincuente real o sospechoso, por esa razón lo tiene apuntado junto con advertirle que se trata de la autoridad y que no haga algo peligroso, de eso se trata el “¡manos arriba!”. Obvio, porque si no fuese así, y el policía tuviera su arma en la funda, sin una bala pasada, y el sospechoso lo ataca, esa diferencia de tiempo podría ser letal, no para el delincuente, para el policía.
Da la impresión de que los que han estado escribiendo la ley sobre Reglas de Uso de la Fuerza (RUF) nunca vieron una película de estas y seguramente no saben disparar un arma. Las reglas que proponen parecen diseñadas para que cualquier policía o militar que cumpliendo con su encargo tenga que disparar, termine en un juicio y probablemente en la cárcel si tiene la mala suerte de apuntar y dar en el blanco o, peor aún, si la bala hiere o mata otra persona.
Seguramente usted nunca ha disparado una pistola de 9 mm, el arma de carabineros, aunque probablemente habrá visto en alguna película que quien la dispara mueve la parte superior del arma para “pasar la bala”. Bueno, déjeme explicarle lo que sigue.
Lo primero es apuntar, cosa no menor. Se trata de hacer coincidir el centro de una especie de “V” en la parte posterior de la pistola con una pieza metálica o mira de unos 2 mm. de alto en el otro extremo. Fácil, dirá usted. No tanto, porque de lo que se trata luego es hacer coincidir la punta de esa mira con el horizonte imaginario entre los brazos de la “V”. Si usted tiene buen pulso, puede que lo logre si está tranquilo y parado o apoyándose en algo. Lo más probable es que le sea difícil lograr ese punto.
Hasta ahí solo tiene el arma apuntada a un blanco al que, si está quieto y a la distancia adecuada, puede que si dispara pegue donde quiere. Si el blanco es una persona corriendo o si usted está agitado porque corre o incluso camina, es muy difícil apuntar, a menos que esté muy cerca.
Ahora viene lo más interesante, apretar el gatillo. Esa presión de su dedo produce una palanca que altera la línea que estaba apuntando. Hay que tener la mano firme y estar entrenado para que esa acción no saque el arma del lugar donde estaba apuntando. Una décima de mm. más arriba o abajo y la bala irá a otra parte, y mientras más lejos esté el blanco peor. Y ahora vendrá el culatazo o retroceso causado por el disparo, que es equivalente a un golpe de varios kilos que levantará su mano y el brazo. Si tiene que disparar de nuevo, no será como en las películas en las que el jovencito dispara tres veces y le pega a todos los tarros en 2 segundos. No, le tomará varios segundos volver a apuntar y disparar.
Déjeme darle solo dos datos, con una pistola es difícil para cualquier persona entrenada pegarle a 25 mt. de distancia a un blanco del tamaño de un plato de postre. A 30 mt. sólo personas con buena puntería podrían pegarle. Imagine un plato de postre en diferentes partes de su cuerpo y donde podría ser no letal que le disparen. Una bala de 9 mm. puede ser letal a 300 mt. En otras palabras, si usted apunta y dispara a alguien a más de 20 metros (la distancia de un bus articulado del Transantiago) la posibilidad de fallar es alta y la bala puede matar o herir a alguien tres calles más allá.
Para estar entrenado se debiera disparar unas 30 balas al mes en distintas situaciones, lo cual toma al menos una hora. Si los 50 mil carabineros activos tuvieran ese entrenamiento se necesitarían 18 millones de balas y 600 mil horas de práctica al año. Pregunte a un carabinero cuántas balas de entrenamiento disparó el último año.
Veamos ahora algunas normas del proyecto de ley de RUF.
“Se prohíbe apuntar con armas letales en dirección de cualquier persona o en caso que no sea estrictamente necesario para el logro del objetivo legítimo”.
“En caso de que sea necesario emplear un arma de fuego, darán una clara advertencia de su intención de utilizarla, con tiempo suficiente para que se tome en cuenta, siempre que la situación operativa lo permita y que con ello no se cree un riesgo de muerte o afectaciones de consideración a su integridad física o a la de terceros”.
“En la utilización de armas, la protección de terceras personas distintas al agresor debe tener prioridad, de modo que antes de su empleo, el personal debe precaver razonablemente no producir con ello daños respecto de la vida e integridad física de las mismas, siempre que la situación operativa lo permita y que con ello no se cree un riesgo de muerte o afectaciones de consideración a la integridad física del personal o de terceros”.
Estas son solo algunas de las decenas de reglas que terminarán con carabineros y militares en tribunales, o no actuando para cuidarse de las consecuencias. No hay que ser abogado para darse cuenta que si tengo que encarar a un posible narcotraficante o a un Llaitul con su fusil M16, lo primero será tenerlo apuntado. Pero técnicamente uno puede imaginar que no siempre es “estrictamente necesario”.
Ni qué decir de disparar en una ciudad donde es “razonable” que el disparo falle y la bala siga su curso y pueda herir a alguien 200 mt. más allá.
¿Y disparar un fusil Galil de 5,56 mm, que es el arma del ejército, cuya bala es letal hasta 1.000 m.?
No quisiera ser carabinero del GOPE o militar resguardando infraestructura o luchando contra narcos en la frontera con Bolivia, después que se dicte la ley RUF tal como va en el Congreso.
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