Es probable que lo propio va a ocurrir en la Cámara de diputadas y diputados, que también debe renovar su mesa directiva. Las posibilidades que el oficialismo mantenga el control de la institución con un presidente comunista se ven cuesta arriba. Si se repite en la Cámara lo ocurrido en el Senado, se hará evidente el aislamiento del gobierno frente a una mayoría en el poder legislativo.
La reacción oficialista se ha caracterizado por lo descomedida. Denuncian el nacimiento de una nueva coalición “de ultraderecha”, enemiga de los acuerdos, desleal con los compromisos adquiridos, que pone en peligro la democracia. No se hacen cargo de los dimes y diretes que impidieron, especialmente al PPD y la DC, allanar una solución conveniente a sus fuerzas actuando en tiempo y forma para salvar el “acuerdo administrativo” que les habría permitido seguir a la cabeza del Senado.
Siempre es preferible culpar al adversario, parecen pensar en el oficialismo, antes que reconocer la propia falta de pericia, o derechamente la infinita torpeza política de que hicieron gala. Lo grave es que el gobierno, sin tener arte ni parte en el suceso, por boca del presidente de la república se suma a la reacción inmoderada validando la enajenada obstinación de algunos parlamentarios oficialistas.
Parecería que, más que una reacción nerviosa como la que se ha visto a propósito del cambio en el Senado, con acusaciones destempladas y solemnes lamentaciones por el fin de la política de los acuerdos, además de tildar de ultraderechistas a todos los parlamentarios de oposición, el oficialismo debería procurar cuidar el tono frente a los que marcarán el ritmo de los debates legislativos, ajustar su agenda de reformas a la realidad política que se ha hecho evidente y disponerse a dialogar para sacar adelante los proyectos que interesan a los chilenos, asumiendo que estamos entrando en un período electoral donde los ánimos se alteran y las transacciones se hacen más difíciles.
El uso del término “solidaridad” en el debate previsional ha generado confusión. Al parecer esta palabra enmascara un impuesto obligatorio que afecta a trabajadores de todos los ingresos. Usemos un lenguaje más claro y honesto para evitar malentendidos en una política pública clave.
Esperemos que quienes nos gobiernen desde marzo 2026 al 2030 no reemplacen una consigna por otra, sino por políticas públicas bien pensadas, con medidas consistentes al objetivo de recuperar la educación chilena en su capacidad de integración social y de formación para la vida.
Sin un crecimiento sostenible que se acerque más al 5%, seguiremos en un ritmo cansino, empeorando en todos los indicadores y año a año seguiremos con las mismas discusiones. Hagamos que las cosas cambien.
Que el Instituto Nacional haya pasado en 20 años de ser el noveno mejor colegio del país, según el ranking PSU/PAES, a ocupar hoy el lugar 303, no es casualidad. Es el resultado de un diseño ideológico, elaborado con premeditación y alevosía.
El gobierno de Boric ha dado numerosos espectáculos en 3 años. Incontables, en realidad. Pero, este parece superar todo lo anterior. Los primeros efectos políticos están a la vista; un golpe devastador para la familia Allende y, ciertamente, un daño muy alto para el Partido Socialista, a cuyos dirigentes no les quedó más remedio que […]