Ciertamente, las fuerzas oficialistas están jugadas por el rechazo a la propuesta constitucional del Consejo. La campaña del En Contra no se ha sentido obligada a contenerse sobre la base de una mínima coherencia y verosimilitud. Su objetivo declarado es defender los derechos sociales, a la educación, la salud, los avances civilizatorios como el aborto en tres causales o el matrimonio igualitario y la repartición de los recursos con sentido de justicia territorial a que dan cabida el pago de las contribuciones.
Lo que la campaña no explica es cómo ha sido posible que tales conquistas se hayan obtenido estando en vigencia la Constitución de los cuatro generales, a la que por ya una década las mismas fuerzas oficialistas han señalado como la causante de todos los males y han buscado reemplazar a toda costa. Por arte de birlibirloque, la denostada y fenecida Constitución de Pinochet, es ahora para el frente amplio y el partido comunista, una que nos permite conservar las conquistas de los denostados 30 años, casi se podría decir “una que nos une”.
Dejen de fumar opio, les dijo el líder socialista Camilo Escalona hace ya una década a quienes instalaron la necesidad de una nueva constitución como el desiderátum de una política progresista para Chile. Sus palabras han cobrado una renovada actualidad, con la diferencia que después de tanto humo, el cerebro se ha marchitado, vuelto incoherente y los valores se han relativizado hasta devenirlos irreconocibles.
La verdad es que, para el oficialismo, la cosa se ha convertido en evitar a todo evento una nueva derrota electoral, la tercera en dos años. Y la necesidad ve virtud donde solo hay vicio. Pero las mentes lúcidas del oficialismo, que ciertamente las hay, deben estar preocupadas por las consecuencias estratégicas, políticas y hasta culturales que para la izquierda tendrá esta impostura defensora de la Constitución del 80. Sin temor a exagerar, se podría decir que el apoyo a la Constitución del 80 tendrá en términos políticos para la izquierda las mismas consecuencias que tuvieron los retiros de fondos de las AFP para una reforma a la seguridad social. Una derrota autoinfligida en toda la línea, como bien y oportunamente lo predijo el exministro socialista Osvaldo Andrade.
¿Qué podría salir mal si gana el En Contra? Seguiríamos como estamos y por ende podríamos insistir en un tiempo más en la necesidad de cambiar la Constitución de los generales. Total, somos jóvenes todavía. El país habría sufrido en vano 4 años de debates constitucionales, de incertidumbre legal, de bamboleos revolucionarios y conservadores, de creciente anomia y perplejidad. No importa, somos jóvenes todavía.
Por cierto, nada de lo dicho convierte la campaña del A Favor en el domicilio de las virtudes. Incentivar el miedo a través de imágenes siniestras no es precisamente un discurso constructivo. Hablar de “los chilenos de verdad”, que serían los nuestros, los que apoyan a los republicanos, no contribuye precisamente a calmar el avispero. Con ese espíritu, no es para nada claro que el A Favor dé cobijo a todos los chilenos.
Es evidente que hay buenas razones para votar A Favor o En Contra. Lo que no se entiende, es por qué las campañas televisivas no las han expuesto.
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