Esta semana La Moneda ingresó una serie de nuevas indicaciones que apuntarían a resolver la naciente crisis de la salud. El problema es que, lejos de resolver el problema, lo agrava. Ya que ninguna de las indicaciones apunta a reducir la deuda de las Isapres, se prevé que alrededor de la mitad de los 3 millones de afiliados podrían quedar sin cobertura de la noche a la mañana.
Si estas personas son finalmente obligadas a entrar a Fonasa, ejercerán aún más presión sobre un sistema de salud público que ya funciona a medias.
¿Por qué el gobierno no hace más para evitar el desenlace?
Hay que responder la pregunta en clave política, mirando los objetivos del gobierno a largo plazo.
Habría que empezar por la premisa obvia de que la izquierda apunta a estatizar todos los sistemas de seguridad social. Desde la educación y las pensiones hasta la salud. Si el objetivo es “no más subvención a los colegios privados” y “no más AFP”, entonces es obvio que “no más fondos públicos a la salud privada” tiene sentido.
Las Isapres no están contempladas en los planes del gobierno. Pero al no poder disolverlas por vía legislativa regular, deben depender de coyunturas criticas como la actual. Para ellos es una tremenda oportunidad, en tanto no deben hacer nada para que colapse el sistema de salud privado, solo mirar desde el palco.
Y eso es precisamente lo que están haciendo cuando deslizan la responsabilidad del potencial colapso al sistema judicial. Se declaran espectadores.
El problema para ellos, para el gobierno, sin embargo, es que al ingresar indicaciones al proyecto de ley (lo que hicieron esta semana) admiten implícitamente que podrían contribuir. Al no ingresar ninguna indicación que apunte a aminorar los costos de las Isapres, activa y conscientemente aportan al colapso.
El ex ministro de Salud Jaime Mañalich estima que, de no iniciarse legislación sustancial, o de darse una capitalización altamente improbable, el curso de acción actual conduciría a la quiebra de tres Isapres. Un escenario catastrófico.
Como se sostiene aquí, esto no es un problema para la izquierda, que apunta a la eliminación del sector privado en salud. El cálculo de ellos, la izquierda, es a largo plazo, pues con la entrada de más personas como cotizantes a Fonasa, tendrían más recursos para destinar al sector público.
Un problema que no transparentan, sin embargo, es que los costos, a corto y a mediano plazo, serían titánicos.
Claro, a la larga habría más recursos para gastar en el sector público, pero en lo inmediato aquello provocaría tremendos problemas para quienes se atienden tanto en Fonasa como en Isapres.
El apretón desencadenaría un efecto que no dejaría indiferente a nadie, y especialmente no a aquellos que más usan los servicios de salud.
En fin. El escenario es escalofriante, pero al menos se entiende dónde están los incentivos de la izquierda.
La pregunta que queda por hacerse es por qué la centroizquierda, el susodicho Socialismo Democrático, permite que esto ocurra. Por qué “los adultos en la habitación” no ocupan su poder para hacer lo que todos saben que sería el mejor de los desenlaces.
Hoy, el gobierno es conducido por Boric y Vallejo, una alianza Frenteamplista y comunista de izquierda, pero es administrada por Tohá, Elizalde, Marcel, Montes, Monsalve y tantos otros exconcertacionistas de centroizquierda. ¿Por qué los segundos permiten que los primeros avancen el sector público al descalabro sabiendo las nefastas consecuencias que traería? ¿No pueden o no quieren hacer más para evitar el peor de los desenlaces?
Ellos eran la voz de razón. Eran la moderación. Eran el freno a mano. Pero al mimetizarse con la izquierda que gobierna, se han terminado transformando en cómplices pasivos. Y, obviamente, esto no solo ocurre en el sector de la salud, también ocurre en los sectores de seguridad, economía, trabajo, que como tantas otras carteras han brillado por sus retrocesos.
La hipótesis más razonable sostiene que el Socialismo Democrático está dividido en dos: por un lado, quienes toman decisiones, y por el otro, quienes se lo permiten.
Quienes participan en el gobierno ayudan a que las cosas se hagan porque así se mantienen vigentes y permiten emplear a pirámides completas de exfuncionarios fiscales y políticos. Quienes no participan en el gobierno miran de la vereda sin voz en el asunto, pero cuando les toca participar, asienten con la cabeza, desde la fila de atrás, sin cuestionarse por qué.
Lo que falta es decisión. Lo que falta es revitalizar a la centroizquierda de verdad. Esa que construyó al país desde el suelo en los noventa. Lo que falta es un socialismo de verdad, que se ocupe del chileno promedio. Lo que falta es una coalición fuerte que busque proteger a la clase trabajadora de los caprichos del frenteamplismo.
Lo que falta son personas que entiendan que, si no se asiste a las Isapres, millones de chilenos sufrirán las consecuencias, y que más encima se atrevan a decirlo a quienes deciden. Lo mismo obviamente va para todas las otras políticas públicas erradas que ya le han costado años de la vida a millones.
Mientras la izquierda de Boric siga empleando a personas claves en posiciones claves, nada de eso ocurrirá. La ex Concertación seguirá hipnotizada por los chamanes de la izquierda y se seguirán derrochando recursos fiscales en políticas públicas inútiles.
El Socialismo Democrático no pone orden en la casa porque no puede. No hay disciplina ni jerarquía en la centroizquierda. Solo quedan metas personales y de corto plazo.
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