Uno de los datos de la Encuesta CEP que se ha mantenido estable en los últimos 10 años es la baja confianza en los partidos políticos. Si miramos los datos del 2012, solo un 6% confiaba mucho o bastante en ellos. El peak de estos años ha sido el 2013 con un 8% y, en pleno estallido social, tuvieron su momento más bajo con un escaso 2%. Hoy el panorama no es mejor con un 4% de personas que les da el voto de confianza.
Aunque sea poco popular decirlo, se trata de una alerta relevante y que hay que tomar en serio. Los partidos políticos son clave en una democracia que se precie de tal y su crisis es caldo de cultivo para populismos autoritarios como los que se han visto en la región.
Mesías que prometen un cambio copernicano y terminar con “los de siempre” han llevado a países a situaciones muy complejas como ocurre en Venezuela y El Salvador o a la percepción de que todos son lo mismo y a una crisis de gobernabilidad, como lo que estamos viendo en el Perú.
¿Por qué esta baja confianza? Diversos instrumentos pueden darnos algunas luces. Encuestas como Latinobarómetro o la propia CEP suelen indicar una percepción ciudadana de desconexión con sus demandas, miedos y expectativas y más bien relacionada con la corrupción:
Lo que más preocupa es que el año 2016 se hizo la primera gran reforma a la Ley de Partidos Políticos, dictada en plena dictadura y con una visión no muy afín a éstos.
Se hizo un esfuerzo importante, dentro de la agenda de probidad, por modernizar dicha ley estableciendo mecanismos de democracia interna -a ratos bien resistidos por algunos partidos aunque parezcan básicos-; de fomento a la participación de jóvenes y mujeres; de promoción a partidos más programáticos; con mayores deberes de transparencia y rendición de cuentas. Sin embargo, hasta el momento, al menos en lo que dice relación con la valoración ciudadana, no vemos fruto de esto. Al parecer el cambio interno y de conductas ha tomado más tiempo de lo esperado.
Si revisamos el Índice de Transparencia de Partidos Políticos que realiza periódicamente Chile Transparente, podemos ver cómo efectivamente ha habido un avance en mayor transparencia y rendición de cuentas, pasando de un promedio en los 34 indicadores de 3,5 el 2017 a un 4,9 el 2021. Pero claramente no es suficiente.
El solo publicar o difundir información no necesariamente conlleva a un cambio en la percepción, esto debe ir de la mano de otras señales y de un real compromiso de transparencia y de integridad.
Tal como indican varios medios de comunicación, militantes renombrados de ciertos partidos se ven envueltos en investigaciones de abusos de poder o malversación de recursos públicos o bien, tienen comportamientos poco éticos en el ejercicio de sus cargos, por ejemplo, en el Congreso.
Actos que a ojos de la ciudadanía no tienen muchas consecuencias. Por eso, necesitamos pensar como oxigenar a los partidos (a pesar que no son pocos los partidos existentes y en formación, como los conocidos Amarillos o Demócratas) y hacerlos más responsivos a la ciudadanía, pero también a cómo mejorar su disciplina interna y que los partidos hagan responsables a sus militantes por faltas a la ética, la desinformación, el mal trato a sus pares u oponentes y, más aún, faltas a la ley.
La ciudadanía demanda acuerdos y soluciones a temas tan acuciantes como la seguridad pública, la crisis de la salud pública y privada, las bajas pensiones de hoy y mañana. Para esto nuestros partidos políticos son clave, por eso, aunque a veces dan ganas de decir “que se vayan todos”, los necesitamos, fuertes y renovados. Un desafío nada fácil, pero más que urgente.
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