Septiembre 4, 2021

Opinión: Lo que está en juego es la hegemonía en la izquierda. Por Kenneth Bunker

Ex-Ante

Ni Provoste ni su coalición parecen estar tomando en serio la amenaza que significa una derrota ante Boric. Parecen no comprender que una victoria de Boric no sólo sería perderse La Moneda, sino que también vendría acompañada por una victoria de magnitud similar en la elección legislativa. No es un problema sencillo de resolver: su coalición se encuentra en un espiral de decadencia hace años; desde al menos octubre de 2019 que le traspasaron las riendas de la agenda a la izquierda más dura y desistieron de forjar liderazgos internos transversalmente legítimos.

Una nueva división en la izquierda. De los 7 candidatos presidenciales que finalmente se lograron inscribir, solo dos son de derecha—Sebastián Sichel y José Antonio Kast. Salvo Franco Parisi, prácticamente imposible posicionar en el eje ideológico, todos los demás son candidatos de centroizquierda o izquierda. De Yasna Provoste a Eduardo Artés, pasando por Marco Enríquez y Gabriel Boric, de algún modo u otro, representan a la izquierda.

  • En ese sentido, el escenario electoral no es nuevo. Pues, salvo en 1989 y 2005, la izquierda siempre ha llevado más candidatos a la presidencial que la derecha. En 1989, Aylwin compitió contra dos candidatos de derecha, y en 2005 el número de candidatos por cada sector fue igual, con Bachelet y Hirsch por un lado y Lavín y Piñera por el otro. En todas las otras elecciones la cantidad de candidatos ha sido significativamente mayor para la izquierda.
  • La pregunta, entonces, es qué hace a esta elección diferente a las demás. Y la respuesta parece ser clara, pues más allá de la obvia observación de que una vez más la división de la izquierda podría beneficiar a la derecha, lo que realmente está en juego es algo incluso más profundo, más estructural. Lo que está en juego en la elección presidencial de 2021 es la hegemonía de la izquierda. 

La hegemonía de la izquierda. Hasta ahora, la hegemonía ha estado en las manos de la centroizquierda socialdemócrata. Pues, primero con la Concertación, y luego con la Nueva Mayoría, fue ese sector el que gobernó el país 24 de los últimos 30 años, dejando sus huellas sobre todas y cada una de las instituciones del país. En ninguna elección anterior hubo dudas que uno de sus candidatos ganaría, o al menos llegaría a la segunda vuelta, de una presidencial.

  • Hoy, en cambio, por primera vez, su hegemonía está en duda. De hecho, hay más evidencia que apunta a que Boric tiene más posibilidades de ganar la elección que Provoste. En ninguna de las encuestas hasta ahora, la senadora se ha logrado imponer ante el diputado.Todas las encuestas muestran a Boric primero o segundo en la elección presidencial, con el doble de la intención de voto que Provoste.
  • Una victoria de Boric sería un tremendo remezón al orden imperante. Sería una señal inequívoca de un cambio de ciclo. Una victoria de Boric este año sería un resultado significativamente peor para la ex Concertación de lo que fue su derrota ante Piñera el 2009, y sustancialmente peor para la ex Nueva Mayoría de lo que fue su derrota ante Piñera el 2017. Sería el fin no solo de la Unidad Constituyente, sino que también para muchos de sus personeros.

El estado de la competencia. Cabe preguntarse, entonces, qué está haciendo la centroizquierda tradicional, hoy mutada varias veces, para mantener su cuota de poder. Suponiendo que quieren seguir jugando un rol central en el ciclo que se inaugurará en 2022, cabe preguntarse cuál es la visión que proponen para el país y cómo pretenden competir contra la coalición de Boric, que no ha escatimado en declarar que los busca reemplazar. 

  • A juzgar por lo que ha pasado en los últimos años, y en particular los últimos meses, la respuesta parece ser que poco. Ni Provoste ni su coalición parecen estar tomando en serio la amenaza que significa una derrota ante Boric. Parecen no entender que una victoria de Boric no sólo sería perderse La Moneda, sino que también vendría acompañada por una victoria de magnitud similar en la elección legislativa, llevándolos a también perder el control de Valparaíso.
  • Ahora bien, en defensa de Provoste, el problema no es fácil de resolver, pues su coalición se encuentra en un espiral de decadencia hace años. Desde al menos octubre de 2019 que le traspasaron las riendas de la agenda a la izquierda más dura y desistieron de forjar liderazgos internos transversalmente legítimos, volviéndolos naturalmente menos relevantes en el debate público y menos competitivos en el escenario electoral.

La respuesta de Provoste. A pesar de todos los errores del pasado de la ex Concertación y ex Nueva Mayoría, hoy el futuro de la coalición está en las manos de Yasna Provoste. Al asumir su candidatura, aceptó no solo ser la mensajera del programa de los partidos que la apoyan, sino también la responsabilidad de no dejar hundir a su alianza en la irrelevancia. Por ende, cómo actúa, qué es lo que dice, y qué es lo que deja de decir es clave.

  • El problema de Provoste, en ese sentido, es que hasta ahora no ha logrado levantar ninguna respuesta a la amenaza. Ha sido débil en fijar posiciones políticas que le podrían haber dado márgenes de ventaja frente a Boric—como en el caso del cuarto retiro de fondos de pensiones o la polémica por la intervención del Banco Central. En ambas instancias, Provoste mostró más elementos de similitud con Boric que de diferencia.
  • El problema de Provoste es que utiliza una estrategia de ambigüedad que solo sirve para quién tiene más posibilidades de ganar. Boric puede ser ambiguo porque no puede arriesgar perder apoyos. Provoste no puede ser ambigua porque la indefinición favorece a quién vence en el marcador parcial. Si Provoste no toma una posición más determinante, su mejor opción de clasificar a la segunda vuelta será esperar un desfonde de Sichel y clasificar segunda.

Marcar las diferencias. Provoste debe ser más activa. Ya entró tarde en la carrera presidencial, y ahora, una vez más, está llegando tarde a los cruces de campaña. Al ser ambigua, y estar compitiendo entre un candidato que viene con apoyo popular e ímpetu político por la izquierda (Boric) y un candidato que es ex camarada de partido y que le puede robar apoyos por el centro (Sichel), tiene más que perder que ganar.   

  • Nadie dice que debe defender el modelo concertacionista, ni a la clase política que se le asocia con el statuquo que desencadenó en la crisis de octubre de 2019. Pero sí se le pide ser capaz de usar toda la evidencia que apunta a lo positivo que se logró en el cuarto de siglo que su coalición estuvo en el poder. Revisitar esa experiencia, desde la perspectiva post-estallido, puede traer más réditos que mimetizarse con Boric y consolidarse como un mero sucedáneo.
  • Provoste tiene hoy en sus hombros no solo el legado de la centroizquierda tradicional, sino que también la supervivencia de su coalición en el ciclo que viene. Con todos los problemas que arrastra su sector, aun hay mucho que se puede hacer. Si no hace más por interpelar a su rival, y dar a conocer sus diferencias de fondo, arriesga conducir a su coalición a la mayor debacle política (no electoral, como Frei 2009) de su historia.

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