Enero 27, 2024

La relación transaccional del PC con el gobierno: una bomba de tiempo. Por Kenneth Bunker

Ex-Ante
El Presidente Gabriel Boric en la Fiesta de Los Abrazos del PC. Crédito: Agencia Uno.

La coalición de gobierno es transaccional. El PC está incómodo e infeliz, pero no se puede ir por razones prácticas y de logística. El Socialismo Democrático está contento porque tiene el toro por las astas, pero, por mimetizarse con el Frente Amplio, ha hecho todo mal. El Frente Amplio, por su parte, está más preocupado de rebatir cuestionamientos morales y pelear con sus críticos que enfocarse en gobernar. Una bomba de tiempo.


Cuando el gobierno asumió en marzo de 2022, hace casi dos años, lo hizo como el primer gobierno de izquierda en cincuenta años. Para llevar a cabo la larga lista de promesas que hizo durante su campaña, el presidente Boric nombró un comité político ideológicamente cargado. Dos de los cuatro ministros más importantes crecieron bajo el alero del Partido Comunista: Izkia Siches y Camila Vallejo.

Los tiempos eran distintos. En 2022, en pleno desarrollo del proceso constitucional, y con la legitimidad transitoria que había dejado el estallido social, el giro a la izquierda parecía ser inevitable. La victoria de Boric, alabada en el mundo, dio un manto adicional de protección. Y, a pesar de todos los errores involuntarios y pasos en falsos que se dieron en los primeros meses, el PC se instaló y fortaleció rápidamente.

En el primer año, el PC fue la locomotora del gobierno. En todas las fotos oficiales el Presidente apareció flanqueado por las ministras del Interior y de la Segegob, que más encima dominaron la agenda legislativa. Y a pesar de que se consiguió poco, todo lo que se consiguió fue consistente con, y hasta cierto punto visado por, el Partido Comunista. Hasta al menos septiembre, no hubo ninguna señal de moderación.

El balance de fuerzas solo se comenzó a inclinar tras la estrepitosa victoria del Rechazo. La salida de Siches y la llegada de la PPD Carolina Tohá sirvió como una señal para ese efecto. Desde fuera, se interpretó como un giro hacia el centro. Pero en los hechos, nunca fue. En los hechos, el PC siguió dominando. En todo lo que importa, la agenda legislativa del gobierno quedó donde mismo, atrincherada en la izquierda.

Basta revisar las declaraciones de la época para entenderlo. Por ejemplo, hasta ese punto se mantenía la idea original de destinar los seis puntos de cotización adicional (con cargo al empleador) a un fondo solidario. Y a pesar de que las ministras PC Jeannette Jara y Camila Vallejo hablaban de otras distribuciones, incluyendo figuras nominales, la verdad es que se movió poco a nada la idea desde la campaña en adelante.

Los verdaderos cambios comenzaron a ocurrir mucho después, ante el dramático despertar de la noción de que no se estaba consiguiendo absolutamente nada. De la noche a la mañana, ante la cruda realidad de no haber hecho suficiente, el presidente Boric entendió que la agenda radical, dictada por el PC, y que él había adoptado con regocijo en un comienzo, era en realidad incompatible con la consecución de resultados.

Así, el foco de influencia se comenzó a mover lentamente desde el PC al Socialismo Democrático. Con el Frente Amplio vapuleado por conflictos internos y escándalos de corrupción, no quedó otra. Así, el PS de Monsalve y Elizalde comenzó a tomar protagonismo, y el PPD de Tohá comenzó a influir más en el proceso de toma de decisiones. A su vez, el PC comenzó a perder poder y a ser marginado.

Ahora, contrario a lo que se ha sugerido, la supuesta moderación no sirvió para conseguir resultados. De hecho, desde el traslado del centro de gravedad desde la izquierda hacia la centroizquierda, las cosas no han mejorado. Pero la ausencia de resultados no se explica porque la moderación no sirve. Se explica porque, en este caso, la moderación se hizo solo en teoría. En la práctica, los que llegaron a moderar nunca moderaron.

En los hechos, el Socialismo Democrático llegó a mimetizarse con el gobierno, en particular con el Frente Amplio. Por ejemplo, Tohá, en vez de usar su experiencia y oficio para plantearse como una autoridad paralela al Presidente, fue absorbida por la confusión y timidez que existirán de antes. Pareciera que nadie fuera capaz de tomar decisiones duras en tiempos complejos.

Sea como sea, el PC es el sector que ha ido quedando al margen. Sus ideas originales, que en el marco del “nuevo Chile” del estallido social tenían sentido, han ido quedando al lado del camino. Si se suma la idea que la mayoría de lo que se ha hecho, se ha hecho mal, se entiende por qué el Partido ha ido cayendo. Es el caso de los indultos y las pensiones de gracia, dos malas ideas impulsadas por el PC, y mal ejecutadas por el Socialismo Democrático.

Si queda alguna duda sobre la marginación del PC, basta revisar lo que ha ocurrido con el proyecto previsional. La ministra Jara, que defendía el 6-0, pasó a plantear un 4-2 antes de llegar a un mañoso 3-3. Ahora, pareciera que tendrá que salir a pedir un 0-6 que, según Josep Ramos, ni siquiera resuelve el problema de fondo. Así, el PC no solo ha ido quedando marginado, sino que además políticamente maltratado obligado a defender lo indefendible.

La pregunta es cuánto más puede resistir dentro del gobierno. Es una pregunta legítima, en tanto el partido no puede estar muy contento con la administración de Boric si ve que no hay escrúpulos para juntarse con lobistas, que está dispuesto a defender a los altos mandos de Carabineros y que más encima se muestra disponible a revocar y retroceder sobre ideas fundamentales para el PC.

Si el presidente del PC, Lautaro Carmona, está dispuesto a llevar a su propio gobierno a la Corte Interamericana de DD.HH. (CIDH), ante la revocación de las pensiones de gracia del “estallido”, las cosas no pueden estar muy bien. A esta altura, lo único seguro es que lo que mantiene al PC en el gobierno es su planilla de funcionarios, y la ambición de consolidar a su candidata presidencial como la carta del sector en la elección del próximo año.

La coalición de gobierno es transaccional. El PC está incómodo e infeliz, pero no se puede ir por razones prácticas y de logística. El Socialismo Democrático está contento porque tiene el toro por las astas, pero, por mimetizarse con el Frente Amplio, ha hecho todo mal. El Frente Amplio, por su parte, está más preocupado de rebatir cuestionamientos morales y pelear con sus críticos que enfocarse en gobernar. Una bomba de tiempo.

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