Juan Manuel Vial, uno de los críticos literarios más reconocidos del país, falleció este jueves a los 50 años de un cáncer. A lo largo de su carrera como crítico, traductor, y periodista -además de presidir el jurado en Premio Municipal de Santiago en diversas categorías- ejerció su labor en medios como El Mercurio, La Tercera y Capital. El siguiente es un testimonio del también destacado crítico de cine y analista político Héctor Soto.
La muerte de alguien siempre tiene algo de injusticia, entre otras cosas porque es irrevocable. Por qué él y por qué ahora, nos preguntamos siempre. Tratándose de una persona tan talentosa como Juan Manuel Vial, que ni siquiera había llegado a los 50, que tenía una linda experiencia de vida hasta aquí, que estaba pasando por un buen momento y que tenía un gran futuro por delante, bueno, este desenlace tiene los caracteres de una infamia y un escándalo. No hay derecho a que un cáncer lo haya consumido en menos de un mes.
Lo conocí cuando trabajaba en Artes y Letras de El Mercurio. Debe haber estado haciendo la práctica. Era fácil generar complicidades con él a través del humor y del gusto literario. Lo conocí mejor tiempo después por sus crónicas y columnas literarias en Capital y en La Tercera. Qué talento el suyo. Llegó a ser un gran crítico, con voz propia, con autoridad, con un manejo envidiable del verbo, tan inconfundible como riguroso e implacable. Estuve entre los lectores que más lamentaron su alejamiento de la crítica semanal. Después, con el pasar de los meses, lo entendí mejor, al menos desde la perspectiva suya, cuando pude apreciar el excelente trabajo que estaba haciendo en la revista Cruciales, bajo los auspicios de BTG Pactual.
Pocas personas eran tan queribles como Juan Manuel. Tenía una extraña mezcla de timidez y arrogancia, de cercanía y misterio, de desilusión y romanticismo, de finura y exceso, de desinhibición y recato, de ironía y compasión. Esos frágiles equilibrios eran, por decirlo así, su marca de fábrica. Le gustaban los escritores con doble fondo. Apreciaba el humor inglés. Valoraba como ya nadie valora la disidencia y la extravagancia. Amaba la navegación y los libros de viaje. Era un lujo conversar con él y en el curso de una conversación Juan Manuel sacaba historias, datos y curiosidades que -imprevisible como era- jamás habríamos esperado de una cabeza como la suya.
Te fuiste muy temprano, Juan Manuel. Fue un privilegio conocerte. Y siempre fuiste un grande.
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