En 1988 el cantautor británico Billy Bragg lanzó la canción “Esperando al gran salto adelante” (Waiting for the Great Leap Forward), la que posteriormente sería incluida en su disco Workers Playtime. Este mes se cumple 35 años desde su lanzamiento.
La canción mezclaba de forma satírica política y cultura pop. Partiendo por su título, la letra hacía referencia a varios episodios y figuras icónicas de la guerra fría –desde Fidel Castro y John F. Kennedy hasta la Unión Soviética y Mao Tse Tung—. Sobre todo, describía la agitada vida de un activista de izquierda: juntar fondos, hacer campañas, distribuir panfletos arriesgando desempleo, etc. Todo esto seguido de fuertes desilusiones. Quizás la frase más memorable de la canción de Bragg es la de “la revolución está a una polera de distancia”.
Se habla mucho en política sobre luchas, demandas, proyectos, sueños, expectativas y otras expresiones que abundan en los discursos políticos. Pero, a veces, hay que hablar de lo otro, de las desilusiones que juegan un rol central sobre todo en los momentos de crisis. Bien lo saben los activistas que se desviven por causas y sueños, combatiendo cada día nuevas desilusiones.
En una entrevista, Bragg explicaría que había escrito la canción como respuesta a las elecciones británicas de 1987 en que Margaret Thatcher arrasó en su reelección, propinando una derrota histórica a la izquierda de Reino Unido. El resultado electoral había sido particularmente doloroso para el cantante, quien había liderado el apoyo de artistas y músicos a la huelga minera de 1984, aplastada por el gobierno de Thatcher. En la izquierda, la palabra “desilusión” se volvió habitual para describir el momento político.
Para muchos el magro resultado del partido Laborista reflejaba el signo de los tiempos en que la clase trabajadora retrocedía, ante unas clases medias profesionales que se volvían cada vez más numerosas y que veían con recelo los tradicionales discursos de la izquierda del siglo XX.
Este proceso se fue haciendo cada vez más determinante, a medida que cambios estructurales transformaban la economía industrial en economías basadas en el conocimiento. Por ejemplo, en Reino Unido, desde la primera mitad de los ochenta, la mayoría de la población pertenecía a las clases medias profesionales (Heath, 2015).
El proceso de politización de Bragg, efectivamente, estaba en sintonía con los tiempos. No fue en un mitin sindical que este asumió las banderas de la izquierda, sino en las luchas anti-racistas expresadas por the Clash en el carnaval de “Rock Contra el Racismo”.
Pero Bragg no renegaba de la importancia del mundo obrero y sindical para la izquierda, más bien se hacía cargo del cambio de escenario y de las ansiedades y desafíos que significaba para una izquierda que se veía acorralada y aparentemente condenada a la intrascendencia.
35 años después de que se lanzara la paródica canción, el progresismo en el mundo parece estar viviendo reflexiones similares sobre su futuro y capacidad de construir mayorías.
Desde la crisis de 2008 los partidos de centroizquierda, más allá de algunas notables excepciones, han perdido un segmento importante de apoyo electoral que no han logrado recuperar en los 15 años posteriores. Una caída que Bremmer y Rennwald (2022) en torno a 10 puntos porcentuales. En parte, esto tiene que ver con el surgimiento de las ultras derechas y el populismo, pero, también, con la emergencia de nuevas fuerzas en el progresismo, como los partidos verdes.
En definitiva, si bien el contexto es diferente y no habría que abusar de la comparación, estamos viviendo un momento que resuena con el que inspiró la canción de Bragg sobre el “gran salto”: un momento de cambio y transformación del paisaje político, que construye mientras demuela cimientos previos. ¿Acaso no ocurre lo mismo hoy en Chile, en que también se repite cada tanto la palabra “desilusión”?
En definitiva, lo que Bragg ofreció con “Esperando al gran salto adelante” y la muchas canciones que marcan su carrera profesional no son soluciones a los problemas del progresismo, ni a la ansiedad que producen las crisis y los momento de cambio político ¿Por qué habría de hacerlo?
La genialidad de Bragg consistió en que, en tiempos en que impera el cinismo y el desencanto, el cantautor siguió reivindicando la política. En lugar de obsesionarse con la estética de otros tiempos, y hundirse bajo una nostalgia derrotista, Bragg habló de una política que hiciera sentido a los nuevos gustos musicales, patrones de consumo y visiones de mundo. Era una reivindicación de la política del activista de base que, contra todo pronóstico, sigue creyendo en la capacidad de la política para mejorar la sociedad.
Si bien el proceso sigue abierto, la pregunta que queda en el aire es ¿qué pretende la derecha? Porque de ella depende el éxito o el fracaso del proceso. Y, paradojas de la vida, como la política tiene muchas vueltas, esta vez, el fracaso podría terminar moviendo el péndulo en favor de un debilitado oficialismo.
El Boric de hace un año, al menos mostraba más rebeldía. Pero esta vez, el Presidente trató con guante blanco a las dictaduras de Venezuela y Cuba, culpando a las sanciones y al bloqueo norteamericano, asumiendo a pie de letra el libreto de los socialismos del siglo XXI, de los que supuestamente él se distinguía. […]
Faltan solo 12 semanas para el nuevo plebiscito y Boric no podrá eludir un pronunciamiento. Ya sabe que el texto que saldrá del Consejo será muy distinto de aquel que le llenaba el gusto. Por si fuera poco, llevará la impronta de sus adversarios de derecha y centroderecha, que son mayoría en el Consejo.
Gloria Hutt Hesse cree que ser serios es hablar en técnico y tratar de aterrizar el discurso, sin darse cuenta de que lo que está en juego aquí es justamente el puro discurso. Una incapacidad que es de alguna forma algo más que eso, porque a la derecha liberal le parece, sin embargo, imposible romper […]
Suponiendo que los redactores del texto, concebidos como quienes controlan los votos para aprobar y rechazar enmiendas, entienden las razones que condujeron al fracaso del proceso anterior, pero insisten en darle una identidad política al texto, no puede ser un error. Debe ser una decisión intencional. Y allí, solo hay dos explicaciones. O creen que […]