En el dinámico escenario empresarial chileno, la adopción de tecnologías emergentes se ha vuelto un imperativo para asegurar la supervivencia y el crecimiento sostenible. En este contexto, la inteligencia artificial (IA) se erige como un catalizador clave para la evolución de las organizaciones. Desde las compañías, se busca que puedan abordar la IA no solo como una innovación tecnológica, sino como una palanca para modelar un futuro y donde la tecnología sirva al bienestar de todos.
Según los datos emanados de la encuesta The CEO Outlook Pulse, el 65% de los CEOs considera que la implementación de IA potencia la efectividad en las organizaciones. Más aún, el 66% sostiene que la integración de la IA en el tejido empresarial demandará la creación de nuevos roles, revelando un panorama donde la transformación digital redefine la naturaleza misma del trabajo.
En este contexto, surge una pregunta ineludible; Cómo puede la IA beneficiar realmente a una organización. La IA, al automatizar tareas repetitivas, libera a los empleados para centrarse en labores más creativas y estratégicas, elevando así la productividad y reduciendo costos. Además, su capacidad para analizar grandes volúmenes de datos en tiempo récord proporciona información valiosa para la toma de decisiones, identificando tendencias, patrones y oportunidades que podrían pasar desapercibidas.
No menos importante es el papel de la IA en acelerar la investigación y el desarrollo de nuevos productos y servicios. Al analizar masivos conjuntos de datos y realizar simulaciones virtuales, la IA se convierte en un aliado estratégico para la innovación, permitiendo a las empresas posicionarse a la vanguardia de sus sectores.
Sin embargo, la implementación de la IA no está exenta de desafíos, siendo la resistencia interna uno de los mayores obstáculos. La gestión del cambio se convierte, entonces, en un componente esencial para garantizar el éxito de la transformación inteligente.
La resistencia de los colaboradores (as) ya sea por temor a la automatización de tareas o incertidumbre sobre cómo la IA afectará sus roles, puede socavar los beneficios potenciales. La gestión del cambio implica una comunicación transparente y efectiva en toda la organización, explicando por qué se introduce la IA, cómo beneficiará a la empresa y a los empleados, y qué cambios se esperan.
Reconocemos que cada organización es única, con una disposición al cambio y un grado de madurez distintos. En este sentido, comprender la mentalidad de los colaboradores (as) es crucial. Diseñar estímulos que aceleren la transición, permitiendo a los equipos desprenderse del status quo para abrazar la transformación, es fundamental.
Se hace necesario abogar por una transformación inteligente que no solo abarque la adopción de tecnologías avanzadas, sino que también ponga un énfasis especial en la gestión del cambio. Solo así las empresas chilenas podrán moldear un futuro donde la IA sea un aliado inquebrantable en la búsqueda del bienestar general.
Esta es una oportunidad histórica para Chile, tanto por la provisión de los minerales necesarios mundialmente, como por el apoyo que puede ser para el cambio climático. La minería, lejos de ser un villano ambiental, puede ser un motor de sostenibilidad, junto a ser uno de los motores de crecimiento económico para el país.
Hay una verdad económica que conviene recordar: no se puede recaudar sobre lo que no se genera. Y si algo ha quedado claro en la experiencia reciente, es que más impuestos no necesariamente significan más recursos. A veces, ocurre exactamente lo contrario.
Incrementar la asignación a Activos Alternativos al 20% en los próximos años podría añadir un 1% anual a las rentabilidades, elevando las pensiones autofinanciadas hasta un 25% más. Esto crearía un círculo virtuoso: mayores ahorros financian el desarrollo, generando empleos y fortaleciendo el sistema.
Seguir generando puentes de confianza es uno de los elementos clave para que avancemos en una dirección más positiva de mayor crecimiento, empleos formales, aumento de salarios y mejores políticas públicas en materias tan fundamentales como la seguridad, educación, salud, entre otras.
La gran norma anticorrupción (FCPA) no está muerta y la gran noticia es que se ha retomado su aplicación. Aunque la ruta es algo distinta, será importante estar especialmente atentos a su aplicación en los próximos meses.