Evelymental. Por Cristóbal Bellolio

Ex-Ante
Crédito: Agencia Uno.

Evelyn Matthei es lo más parecido que ha tenido ChileVamos a una candidatura auténticamente transversal. Fue RN, es UDI, le gusta a Evópoli. Ha sido diputada, senadora, ministra de estado y alcaldesa. Y tal como Bachelet en 2013, es capaz de proyectar una imagen distinta para cada sector: los liberales subrayarán su liberalismo, los conservadores su conservadurismo, los autoritarios su autoritarismo. Su nominación es elemental. Evelymental.


Dicen que Renovación Nacional está evaluando si apoya la candidatura presidencial de Evelyn Matthei. Algunos militantes piensan que es mejor llevar una carta propia a la primaria, aunque no tenga posibilidades reales (como ocurrió con Mario Desbordes en 2021). Tras su trágica muerte, más de alguno recordará con emoción la sorpresiva irrupción de Sebastián Piñera en la carrera de 2005, cuando se metió por los palos y le aguó la fiesta al favorito, Joaquín Lavín.

Pero el actual escenario es muy distinto. RN no solo no tiene una figura del tonelaje de Sebastián Piñera, sino que Matthei no es tan UDI como lo era Lavín. Más allá de sus desavenencias históricas, Matthei es quien mejor puede reclamar el legado piñerista: fue su compañera en la “patrulla juvenil” que venía a renovar la derecha en los tiernos noventas, años más tarde integró a su gabinete, e incluso asumió el cacho de representar al oficialismo en la fatídica presidencial de 2013, cuando los varoniles tótems de su generación se caían como palitroques.

Matthei, además, es genéticamente RN. Si bien fue adoptada por la UDI tras la tormenta que desencadenó el Kiotazo, nunca perteneció al riñón gremialista ni le dieron los galones de coronel. Para los nostálgicos de la dictadura, siguió siendo la hija del primer jefazo que reconoció el triunfo del NO en el plebiscito del 88, arruinando cualquier plan de permanencia pinochetista. Ideológicamente hablando, además, Evelyn siempre exhibió cierto eclecticismo más propio de la mescolanza de Antonio Varas que de la ortodoxia de calle Suecia.

Es cierto que su campaña presidencial de 2013 fue absurdamente pechoña -para conquistar corazones evangélicos, dijo que no haría nada que “se opusiera a la Biblia”. Pero ese fue un saludo a la bandera. No había nada que hacer contra la verdadera devoción religiosa que despertaba (esa) Bachelet. Su recorrido posterior ha confirmado que algo de liberal tenía. Iza la bandera de la diversidad sexual en el Palacio Falabella y advierte a Republicanos que “no pondrá su capital político” para una propuesta de constitución que se percibe regresiva para las mujeres.

Por esos mismos guiños, Matthei también debiera ser la carta presidencial de Evópoli. Una vez desdibujado su proyecto original tras la moledera de carne que fue el segundo mandato de Piñera -no olvidemos: terminaron apoyando a José Antonio Kast en 2021-, sumado a la irrelevancia de su papel en la Convención que gobernó la derecha, el partido que nació para representar una derecha liberal post pinochetista ya no tiene mucho que ofrecer del stock propio. Evelyn no es parte de su generación pero satisface el paladar político de sus bases.

Su eclecticismo doctrinario no la convierte en aguachenta. Al temperamento autoritario que habita en todo derechista le gusta cuando se le suelta la cadena, cuando los manda a todos a freír monos, cuando se pone chucheta. Evelyn no es un flan. Evelyn manda. ¿Qué mejor en un escenario donde crece la demanda de mano dura y conducción firme? Al mismo tiempo, parece más seria que la caricaturesca lista de aspirantes al Bukele criollo, dispuestos a meterse los DDHH al bolsillo y llevar el populismo penal a alturas andinas.

El problema de Matthei es que representa a la vieja guardia de la transición, esa política que ya tiene olor a naftalina. Pero, después de experimentar a los Millennials de Boric, ¿no se percibe también en el ambiente una demanda retro? Como si en cuatro años hubiéramos pasado de ¡los jóvenes al poder! a ¡que vuelvan los veteranos! Además, cada vez que la derecha se pone original la cosa no resulta del todo bien: Laurence Golborne capotó antes de la primaria; Sebastián Sichel la ganó pero luego se desfondo y lo abandonaron.

Hay momentos en los cuales no tener historia política es un activo, porque renta del hastío y la sed de novedad. Hay otros en los cuales es mejor ser un libro abierto. La trayectoria de Matthei es conocida por todos. No tiene nada de épico ni Obamesco, pero tampoco cuentas en paraísos fiscales ni -suponemos- chanchullos por descubrir. Matthei no se va a desinflar. Y ese es el temor de Kast. Como los escualos, olió la sangre de Sichel. Matthei no le dará esa oportunidad.

El escenario actual se parece más al de 2009, cuando habría sido raro y mezquino disputarle la nominación a un Piñera que punteaba todas las encuestas. Ahora pasa lo mismo con Matthei. Si algo heredaron del fallecido presidente, la pega de la derecha es empezar a formar equipos de trabajo y ejes de gobierno, porque la verdad es que, hasta ahora, solo han ofrecido el clásico guion de la oposición odiosa y sin ideas propias. ¿Para qué perder el tiempo inventando sparrings? A su vez, Matthei debiera avisar que no cometerá la indecencia de repostularse a la alcaldía de Providencia, cargo que desempeñaría apenas un par de meses.

Evelyn Matthei es lo más parecido que ha tenido ChileVamos a una candidatura auténticamente transversal. Fue RN, es UDI, le gusta a Evópoli. Ha sido diputada, senadora, ministra de estado y alcaldesa. Y tal como Bachelet en 2013, es capaz de proyectar una imagen distinta para cada sector: los liberales subrayarán su liberalismo, los conservadores su conservadurismo, los autoritarios su autoritarismo. Su nominación es elemental. Evelymental.

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