Aunque todavía resta la votación final del texto en el Consejo Constitucional, ya es sabido que diversas fuerzas de izquierda apoyarán la opción “En contra” de cara al plebiscito del 17 de diciembre. Esta apuesta era previsible en el caso de Apruebo Dignidad y, en particular, de los dirigentes comunistas. De hecho, tanto Lautaro Carmona como Daniel Jadue ya indicaron —con más entusiasmo que pesar— que el “mandato constituyente” quedaría abierto si el proceso en curso naufraga. Menos obvia y más riesgosa, sin embargo, es la encrucijada que enfrenta el Socialismo Democrático. Hechas las sumas y las restas, no es seguro que el mundo del PS/PPD esté calibrando bien la situación (y lo mismo aplica para la alicaída DC).
El texto
De partida, cabe subrayar la cuestión de los contenidos. Más allá de la consigna o el eslogan de turno, el texto consolida la cláusula de Estado Social, incluyendo la sentida promesa de la “remoción de obstáculos”; cláusula que para muchos justificaba por sí sola el “Apruebo” en 2022.
Asimismo, la propuesta constitucional supone mejoras importantes en materia de arquitectura institucional y sistema político. Destacan las medidas anti-fragmentación, el perfeccionamiento del TC y la significativa atenuación de los mecanismos supramayoritarios, desapareciendo las leyes orgánicas constitucionales y consolidándose un cuórum de reforma de 3/5. En simple: las denostadas “trampas” dejan de existir. Todo ello rehabilita el principio de mayoría en el trámite legislativo; un viejo anhelo de este sector.
En otros tópicos relevantes para la centroizquierda (y el país), si se abandonan las caricaturas en boga el texto sale fortalecido luego de ser examinado con un mínimo de mesura. El mejor ejemplo es la situación de las mujeres. En concreto, se favorecen el acceso igualitario a mandatos electorales, la importancia de los cuidados, la igualdad salarial e incluso una paridad de salida transitoria y flexible (60/40), para los próximos dos períodos parlamentarios.
En este cuadro, la pregunta es inevitable: si el PS y el PPD impulsaron sin problemas la idea de “aprobar para reformar” el trabajo de la Convención, pese a que su propuesta era virtualmente inmodificable —todo lo sustancial requería un cuórum de 2/3 o 4/7 más plebiscito—, ¿por qué hoy deberían apostar todas sus fichas a la opción “En contra”? ¿No hay acaso que revisar y reflexionar en torno al texto, con independencia de las controversias entre mayorías y minorías del Consejo?
El contexto
Las interrogantes aumentan si advertimos la incertidumbre respecto del resultado electoral. A primera vista las encuestas parecen claras, pero, a diferencia del 4 de septiembre de 2022, el plebiscito de este año se realizará en un cuadro marcado no sólo por la acumulación de crisis económica y de seguridad, sino también por la denominada fatiga constitucional. Así, el proceso en curso no ha sido prioritario para la ciudadanía (y por tanto conoce poco de él), pero varios contenidos incorporados en la propuesta tienen el potencial de ser apreciados por las grandes mayorías. Por mencionar sólo un ejemplo, nada permite descartar que los énfasis en materia de seguridad y un “Estado sin pitutos” —temas que la centroizquierda tradicional bien podría hacer suyos— cautiven a una porción no menor de indecisos.
Si se quiere, el escenario será semejante a los comicios del pasado 7 de mayo, con un gobierno que no supera el tercio de adhesión en ninguna encuesta, y una sociedad angustiada por su vida cotidiana. Y si esto es así, el partido se juega en la recta final. Luego, la franja televisiva y la campaña de las últimas semanas serán cruciales para fijar los ejes de la discusión.
En este contexto, ¿tiene sentido que el Socialismo Democrático renuncie a priori y en bloque a votar “A favor”? ¿Qué transmitirá para votar “En contra”? ¿Reivindicará la vilipendiada Constitución de 1980/2005/los “cuatro generales”? ¿Prometerá otro proceso constituyente? ¿Se plegará a la narrativa de Apruebo Dignidad?
¿Hegemonía comunista?
Al PC tal vez le sea indiferente arriesgar una tercera derrota en las urnas en menos de dos años. Pero, ¿ocurre lo mismo con el Socialismo Democrático? Según reconociera en agosto la presidenta del PS, Paulina Vodanovic, el “gran error” que cometió el mundo socialista hace cuatro años, luego del 18 de octubre de 2019, fue “quedarse callado” y “no salir a defender con fuerza” sus ideas en medio del estallido.
Desde entonces, la alianza PS/PPD apostó por la unidad de las izquierdas, abrazando la tesis del PC/Frente Amplio y erosionando sus vínculos con el centro político; vínculos que le dieron su fisonomía al Chile posdictadura. ¿Qué ha ganado con ello? ¿Por qué perseverar a ojos cerrados en esa lógica?
Hasta donde sabemos, ni el veto al PPD en la primaria presidencial de 2021 ni el verse arrastrados a apoyar un proyecto constitucional refundacional e indigenista como el de la fallida Convención condujeron a las mentes más lúcidas de la centroizquierda oficialista a formular una evaluación crítica de esa estrategia.
Sin duda las trenzas del poder son complejas, pero, pensando en el futuro del país y de su propio sector, tal vez llegó la hora de cuestionar el camino recorrido estos años y abrirse a apoyar la propuesta constitucional. Después de todo, muchos de sus contenidos habrían sido valorados por cualquier dirigente del PS antes del estallido. Salvo, claro, que la decisión sea abdicar definitivamente de la herencia de la Concertación y continuar mimetizándose con el Frente Amplio y el PC.
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