Las críticas a la gestión de la canciller Antonia Urrejola abundan incluso en estos días que entra en vigor el CPTPP o TPP11, que permitirá a 1200 productos chilenos entrar con arancel cero a mercados siempre soñados por los exportadores, un tremendo logro para el país. Un tratado internacional que podía haber sido un asunto de rutina en gobiernos anteriores, pero que en este tuvo sus bemoles por la oposición del propio subsecretario José Miguel Ahumada, que se dedicó a ponerle cortapisas, con el respaldo abierto del Segundo piso de La Moneda.
Un ejemplo de cuan respaldado se sentía el Subsecretario Ahumada está en el video de hace pocos años que circula con los argumentos en contra de varios diputados de la coalición oficialista partiendo por el Presidente y su círculo más cercano. En ese video anuncian una especie de apocalipsis en varios derechos sociales en caso de una aprobación del TPP11. La actuación de la Canciller, que siempre estuvo claramente por una mayor apertura, junto con el enojo del Senado ante las dilaciones en la Moneda, permitieron sacar adelante este tratado.
En el tema de la dictadura de Nicaragua, el gobierno chileno ha tenido desde el principio una postura distinta al del resto de la mayoría de los gobernantes de izquierda de América Latina, y ha sido claro en su posición dura respecto a la evidente violación de los DD.HH que implica la deportación forzosa de opositores, y la privación de la correspondiente nacionalidad.
Lo anterior no es fácil para el gobierno, pues tiene costos internos, como los hizo cobrar el alcalde Jadue, que recurrió al viejo argumento de “preocúpese de sus asuntos”, reflejando un cierto resquemor dentro del PC. En esta posición, Urrejola tiene una historia personal desde su época en la OEA y que ha sido también clave, y muchas veces a contrapelo de varios integrantes de la coalición gobernante.
Pese a todas las críticas a la gestión de la cancillería, el país sigue apostando al comercio internacional, como lo muestra el TPP11, y tiene una política clara de respeto a los DDHH sin ambages como ha sido siempre. Además mantiene una buena presencia en organismos internacionales.
Esto es mucho más llamativo en el gobierno de Boric, que en su época de opositor fue muy crítico de la tradición en relaciones internacionales, y eso muestra que ha prevalecido la línea pragmática defendida por la Canciller, que tiene ahora, curiosamente, detractores en quienes comparten esa visión de las relaciones internacionales.
Las críticas que recibe son mucho mayores en comparación con otros ministros del Socialismo Democrático que han actuado de manera discordante con el alma de Apruebo Dignidad. El mejor ejemplo es el contraste entre el volumen de reproches por desaciertos como la filtración de la grabación de una reunión de importantes integrantes de la cancillería– ciertamente un tema muy complicado- con los momentos donde Urrejola ha logrado ganar contiendas (como cuando corrigió al Presidente, que prometió en un acto con la comunidad palestina la instalación de una embajada ante la Autoridad Nacional Palestina). Basta ver la difusión de rumores que llegan a la prensa respecto a renuncias de la Canciller, o decisiones presidenciales de sacarla.
Es altamente probable que la canciller sea receptora de las críticas a las decisiones del Presidente en materia internacional. Ocurrió en el caso de los nombramientos de embajadores, pese a que esta administración nombró menos embajadores políticos, y todas las anteriores ocuparon los destinos diplomáticos como herramientas para temas de política interna.
Se da lo mismo en el caso de los agregados, siendo el más emblemático el asociado a la filtración de un memorándum por el polémico nombramiento del agregado cultural en Barcelona, German Berger, hijo de la diputada Carmen Hertz.
A la canciller le ha tocado el peor de los mundos. Ha debido lidiar con un equipo de subsecretarios que tiene demasiada agenda propia, y con la visión de los temas internacionales de Apruebo Dignidad, muy distante del canon que siempre tuvo el progresismo chileno. Por el otro lado, enfrenta una larga incomprensión en los históricos de la cancillería, que suelen atribuirle a ella decisiones de la Moneda.
* El autor de esta columna es integrante y secretario del Directorio de la Fundación Imagen de Chile, cargo ad honorem cuyo nombramiento corresponde a la cancillería.
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