Desde la campaña y una vez confirmado el gabinete con que asumiría su Gobierno, Gabriel Boric tuvo como principal soporte político a la otrora bancada estudiantil. Los compañeros de generación y de ruta del presidente fueron, sin duda, el círculo de mayor poder durante la primera parte de la toma de poder y sobre ellos recayó toda la expectativa de gestión política, comunicacional y legislativa del naciente Gobierno.
La historia que siguió es conocida: encabezada por la ministra del interior, la “generación dorada” comenzó una acelerada descapitalización que los tiene hoy, con matices, en la cola de la evaluación ciudadana del gabinete y a la espera de un cambio que, en el mejor de los casos, deberá enrocarlos de función. Así las cosas, para enfrentar uno de los momentos más complejos en la larga fase de estabilización de la crisis política en la que nos encontramos, el circulo de referencia del presidente no estará en condiciones de ser un factor político gravitante.
Más allá de las probabilidades de cada opción, el escenario político dominante hoy se construye sobre la hipótesis de negociación política ampliada. Sea para acometer un conjunto de adecuaciones o reformas de la nueva constitución (la intensidad si importa); sea para reformar la actual o para iniciar un nuevo proceso de redacción, el sistema político deberá volver a conjugar las fuerzas del proceso constituyente y el poder constituido ya que, más allá de las promesas interesadas de una u otra opción en disputa, ni el apruebo ni el rechazo clausuran el proceso en marcha.
Los días posteriores al plebiscito serán de una altísima intensidad política. Presumiblemente, cada parte de la ecuación intentará imponer u hegemonizar el debate y sin una iniciativa gubernamental fuerte, la posibilidad de un conflicto entre poderes es muy alta.
Si a esto se suma el descontento de la parte derrotada, que según sea el caso se expresará de distintas formas y la presión de los más extremos de la parte ganadora, el panorama solo empeora. Y despojado de un equipo político en forma, es altamente probable que el presidente deba recurrir nuevamente a la figura que ha sido el principal factor de gobierno en su nobel administración: el presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier.
Si se hace una lista de los conflictos que han desestabilizado al gobierno en diferentes momentos, en la mayoría de ellos el presidente del PC es quien termina poniendo la pelota al piso. Desde las primeras diferencias en materias económicas (desactivadas por Marcel y Teillier con un tecito y una foto), hasta el conflicto generado por la tesis del apruebo con reformas, primero, y el llamado a un acuerdo antes del plebiscito, después, todas las fricciones del oficialismo se apagan cuando el presidente del PC salta a escena siguiendo el mismo guion: entrar estando en contra, salir estando a favor y llegar a donde las bases explicando por qué, aunque estamos en contra, por ahora debemos estar a favor.
En el reciente comunicado del partido con ocasión de las declaraciones de Daniel Jadue sobre el robo de madera se puede leer el que parece ser el mantra de Teillier para actuar en política: “la solución de las demandas y la pacificación de los espíritus” y en eso, el timonel comunista tiene un buen palmarés para exhibir porque, aunque la nueva camada de dirigentes partidarios ha sido fundamental para el reposicionamiento público del partido, la gestión política de Teillier ha sido la clave para el incremento de su fuerza e influencia institucional.
Como todo buen liderazgo, Teillier no duda en gastar capital político cuando las circunstancias lo requieren, pero como cualquier capital y liderazgo, los del timonel PC no son eternos. Para la gestión política del día después del plebiscito, el gobierno puede achicarse en muchas direcciones, pero solo puede crecer hacia el centro y si bien el presidente ha ganado musculatura y legitimidad con sus aliados moderados y cuenta con el interés de las facciones más centristas del rechazo por generar un entendimiento post-plebisicito, ese movimiento no será posible ni suficiente si se hace a costa de desmembrar su flanco izquierdo.
Así las cosas, si se busca estabilizar políticamente el conflicto, en los complejos días que vienen las fuerzas políticas tradicionales deberán deponer agendas particularistas para cuidar la figura presidencial y poder así contar con ella como factor de entendimiento, mientras que el oficialismo en general y el presidente en particular, deberán cuidar al timonel del PC para que éste pueda seguir siendo un factor de gobierno. Hoy por ti, mañana por la Alameda.
Una candidata con reales posibilidades de llegar a La Moneda no puede darse el lujo de cometer errores de ese calibre. En política, la diferencia entre liderar y naufragar muchas veces está en saber cuándo callar, cuándo explicar y, sobre todo, cuándo no repetir los errores del pasado.
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