Descifrando a Kissinger (1923-2023). Por Paz Zárate

Abogada internacionalista
El exsecretario de Estado de EE. UU.

Todo análisis del impacto de Kissinger debe partir reconociendo que su obra teórica, marcada por el realismo y por el anticomunismo propio de la Guerra Fría, es amplia y también imprescindible para el estudio de las relaciones internacionales y la seguridad. Pero lo que lo distingue de otros intelectuales es haber sido, además, un controvertido gestor, que muchos consideran como el gran villano de nuestro tiempo.


Ha muerto Henry Kissinger, figura central de la teoría y la práctica de las relaciones internacionales del último siglo. Para un personaje que despierta odio y admiración de modo intenso, y cuya influencia se hizo sentir a nivel global por un tiempo inusualmente largo, la evaluación de su legado es tarea compleja.

Kissinger nació en la Alemania de entreguerras, y poco antes de Kristalnacht emigró en calidad de refugiado. Fue Secretario de Estado de los Estados Unidos durante ocho años (presidencias de Nixon y Ford, 1969-77); pero como académico y asesor de seguridad se había vuelto influyente bastante antes de ese trabajo, y continuó siéndolo después, a raíz de sus asesorías a varias administraciones estadounidenses posteriores y la creación de una consultora geopolítica líder a nivel global (Kissinger & Associates).

Todo análisis del impacto de Kissinger debe partir reconociendo que su obra teórica, marcada por el realismo y por el anticomunismo propio de la Guerra Fría, es amplia y también imprescindible para el estudio de las relaciones internacionales y la seguridad. Pero lo que lo distingue de otros intelectuales es haber sido además un controvertido gestor, que muchos consideran como el gran villano de nuestro tiempo (la literatura que juzga su gestión es también amplia).

¿Cómo puede alguien que incidió de modo determinante en la comisión de crímenes de guerra -por ej. en Vietnam, Camboya y Laos- haber sido galardonado más de una vez por su aporte a la Paz, como el Nobel en 1973? La mano de Kissinger en intervenciones militares emerge de documentos desclasificados por el propio gobierno estadounidense.

Pero a la época el concepto de “Paz” consistía en evitar una guerra nuclear. Por eso, Kissinger se centró en alcanzar la distensión con la URSS a través de acuerdos para la reducción de armas nucleares. Tomando en cuenta que las armas nucleares no se han utilizado en siete décadas, y que casi no hay discusión a nivel internacional sobre lo que sucedería si realmente se usaran, esta parte de la labor de Kissinger fue exitosa.

Al mismo tiempo, para contener al rival tradicional (la entonces URSS) y reducir su influencia global, Kissinger apoyó decididamente esfuerzos anticomunistas. Eso explica, por ejemplo, el apoyo que brindó a dictaduras, como sucedió en Pakistán, Indonesia, Chile y Argentina. Estas intervenciones, a la larga, desprestigiaron a EEUU, y encendieron la mecha del movimiento global de derechos humanos.

Otro hito en su trabajo fue el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre China y EEUU. China, al dejar atrás su aislamiento, buscaba progreso económico; EEUU, por su parte, esperaba que al integrar a China al sistema internacional, ésta se acercaría a la democracia y se alejaría de Rusia. ¿Fue esto un éxito o un fracaso? Al día de hoy, parece que la partida la ha ganado China: una superpotencia que no es una democracia que respete los derechos humanos, y que se erige a sí misma como un modelo de modernidad alternativo a Occidente.

Un tercer hito de la carrera de Kissinger fueron los Acuerdos de Camp David, en virtud de los cuales Egipto e Israel firmaron la paz en sus conflictos territoriales y se estableció un régimen doble -Israel y los Territorios Ocupados- como signo de convivencia, que conduciría a tener dos Estados, Israel y Palestina. Aquí la actual guerra en la zona es indicador de un profundo conflicto no resuelto, por más que la tensión entre Israel y parte del mundo árabe haya disminuido en años recientes.

Ahora bien, si el mundo tiene un juicio más bien negativo de Kissinger, él por supuesto se veía a sí mismo como un contribuyente a la estabilidad mundial, haciendo (según sus propias palabras) un esfuerzo consciente, desde la diplomacia, para que EEEU sea una fuerza para el bien en el mundo, desde un profundo agradecimiento al país que lo acogió como refugiado.

 Otra pregunta relevante que debemos hacernos es si Kissinger es efectivamente un caso particular de gestor o pensador amoral. Y la respuesta debe ser negativa.  Todos los imperios, grandes y pequeños, tienen al menos un Kissinger – o varios. Incluso podemos decir: todos los gobiernos. Siempre hay alguien que antepone el interés de su imperio por sobre cualquiera otra consideración, ciertamente la moral: el fin justifica todos los medios.

Kissinger, un realista que pensaba que los estadistas no pueden arriesgar la supervivencia del Estado con consideraciones éticas, pertenece a la misma estirpe de pensadores como Maquiavelo y Von Clausewitz, y de gestores como Metternich, Palmerston y Richelieu. En el gran arco de la Historia, frente a ellos están quienes, provistos de valores, han abogado por estándares menos cínicos: juristas, filósofos y diplomáticos como Las Casas y Grocio, y en nuestros tiempos, Hannah Arendt, Peter Slotterdijk, Raoul Wallenberg y Olof Palme.

La mirada histórica, imprescindible para mirar con justicia nuestra era, nos lleva a concluir que lo peculiar de nuestro tiempo es la letalidad de nuestras armas, y no el carácter de sus protagonistas. Kisssinger era vanidoso y fue hábil para crear su propio mito de eminencia gris y eterno factótum, pero no hay que perder de vista dos cosas: que todos los países (grandes, medianos y pequeños) persiguen el interés de sus gobiernos de turno; y que las grandes decisiones -buenas y malas- de los gobiernos suelen ser colectivas.

Kissinger fue jugador principal en la Guerra Fría, y partidario de lo que podríamos llamar “daño colateral”.

Sin embargo, Kissinger, antes de morir, parece haber acogido el conocido reproche de Hannah Arendt: “Los que escogen el mal menor olvidan rápido que han escogido el mal”. Su reciente libro “Liderazgo” contiene una mirada revisionista, pues en las figuras históricas que repasa (Thatcher, Adenauer, de Gaulle, Nixon, Sadat, Lee Kuan Yew), destaca la adherencia a valores como cualidad que les permite inspirar a otros un camino de futuro.

Sin valores, no hay futuro para la democracia; y sin ellos, estamos a merced de populistas y tecnócratas, concluye Kissinger en Liderazgo. A nombre de las víctimas del pasado, esta tardía lucidez, sólo puede lamentarse.

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