Una se estrena en cines, Rey Richard: una Familia Ganadora —protagonizada por Will Smith— y es de todo el gusto de los votantes de la Academia de Hollywood: una suerte de biopic de la familia de Venus y Serena Williams. La otra, El Poder del Perro, fue recién subida a Netflix y ya trae bajo el brazo el León de Plata de Venecia para su directora, la premiada y respetada neozelandesa Jane Campion (El Piano). También ganó a mejor filme en San Sebastián y en Toronto.
Pero, aunque la temporada de Premios está recién partiendo, la película de Jane Campion (la primera que filma en 12 años) acaba de recibir 12 nominaciones a los Satellite Awards, que entrega la International Press Academy, asociación de periodistas estadounidenses y extranjeros. Y seguirán las nominaciones y premios de aquí en adelante.
Es altamente probable que Will Smith esté en la quina de nominados al Oscar 2022 por su interpretación de Richard Williams, el padre de las campeonas de tenis Venus y Serena Williams. Y se lo merecería (al menos ser nominado). El actor construye un personaje convincente, que el espectador acepta y con el cual incluso llega a empatizar.
Richard Williams es dibujado aquí como un hombre majadero y perseverante, resistente a la adversidad, con un plan de vida que no admite peros de nadie. Con una historia de vida con mucho para reclamar y lamentarse, Williams opta por perseguir el “sueño americano”. Ese plan, algo así como una tabla de los Diez Mandamientos, consiste en sacar de los barrios marginales a sus cinco hijas, a quienes les marca, siempre con afecto de por medio, una disciplina en planilla Excel.
Y a Venus y Serena, entrenamientos diarios de tenis, aunque sea en las mediocres canchas a las que tienen acceso y no importando el clima.
En ello es acompañado por su esposa Brandy (Aunjanue Ellis). Mientras ella trabaja de día, él lo hace de noche.
A Richard no lo detiene nada: ni las pandillas que lo golpean, ni la memoria de peores momentos en su infancia. Menos se va a complicar en contactar a los mejores entrenadores, esos que trabajan con Pete Sampras y John McEnroe. Tanto esfuerzo y decisión dieron resultados, lo sabemos.
La película de Reinaldo Marcus —algo larga, es cierto— es más bien complaciente. Aunque precisamente el gran mérito de Will Smith es que consigue darle a su personaje ese matiz en el que pueden convivir la cualidad y el defecto. Y es Brandi quien en algún momento le enrrostra su talón de Aquiles: su ego y su temor a fracasar.
A medida que avanza el metraje —ya sea que uno le interese o no el tenis— se consiguen momentos de tensión emocionante, cuando las aún niñas se enfrentan a competencias que cambiaron sus vidas y las de muchas en ese deporte. (Ojo con la versión de “California Dreamin`”).
REY RICHARD: UNA FAMILIA GANADORA (King Richard)
DATO: el National Board of Review eligió ayer a sus diez mejores películas, entre las que incluyó Rey Richard. Además premió a Will Smith como Mejor Actor y a Aunjanue Ellis como Mejor Actriz de Reparto.
La proeza fílmica de Jane Campion no se parece a nada. Es una bocanada de aire fresco entre tanto remake, sagas y spinoff. El Poder del Perro es un thriller sicológico envuelto en las formas de un post-western, que incomoda, tensa y sorprende al espectador desde que comienza hasta que llega la última escena.
Campion da una clase magistral de lenguaje cinematográfico: ninguna toma es casual, cada cuadro expresa y provoca emociones indescriptibles. La historia, que se presenta como una exploración de la masculinidad tóxica es, al fin de cuentas, un retorcido juego de poderes.
En Montana, en 1925, los hermanos Burbanks administran un gran rancho con miles de cabezas de ganado. Phil (Benedict Cumberbatch en el mejor desempeño de su vida actoral) es un sujeto odioso hasta la repugnancia. Un ser que provoca temor e incomodidad indistintamente con una sola mirada. Su hermano George en cambio (Jesse Plemons) es un hombre afable, aunque algo indolente. George se casa con Rose (Kirsten Dunst), una viuda que administra un restorán en el pueblo, y la lleva a vivir a la casona de los Burbanks junto con su hijo Peter (Kodi Smit-McPhee), un adolescente de mirada penetrante cuyo aspecto ambiguo se presta para las burlas de Phil y sus hombres. Nada que inquiete al inescrutable y observador Peter. Phil se dedica a martirizar a Rose en un juego de miradas, breves frases hirientes y en un ir y venir desde distintos rincones de la casa que la cámara captura desde inquietantes ángulos.
La violencia se palpa, tanto adentro de la casa como en los grandes espacios en que se alternan las escenas, aunque nadie dispare un solo tiro y ni siquiera se suba el tono de la voz. Asfixiante e incómoda, las imágenes se entreveran con una partitura musical tan sutilmente enervante como la atmósfera tóxica que recorre la película.
En El Poder del Perro cobra fuerza la intensidad de lo que no se dice, lo que la cámara deja fuera de campo. Mientras, en el espectador se instala la desconfianza hacia lo que hacen y dejan de hacer los personajes, escurridizos, cuando no turbios, que eluden revelarse tal cual son.
Por eso, el giro que toma la historia es tan opaco que impide adivinar hacia dónde nos dirigirá. Pero no hay hermetismo ni relatos incomprensibles. Al contrario: en esas escenas escuetas y de escasos o nulos diálogos que nos prodiga Campion, hay información relevante, pero son piezas de un puzzle que solo termina de armarse al final.
Mientras, los personajes parecen retrotraerse hacia sí mismos, escondiendo su verdad. Unos más que otros. Las complejas relaciones de poder, determinadas por pulsiones íntimas muy ocultas en el fondo del alma de cada quien, se van redefiniendo y apareciendo a la luz de tal manera que dejan perplejo al espectador. Las actuaciones de los cuatro protagonistas son soberbias, pero lo de Cumberbatch es para quedar demudados.
¡Una joya! Un bocado para cinéfilos.
EL PODER DEL PERRO (The Power of Dog)
En HBO Max está Top of the Lake (2013-2017), serie creada y codirigida por Jane Campion, un mix de thriller sicológico-social y drama familiar.
Una comedia francesa para relajarse estos días tensos.
Secuela de la desopilante Dios Mío ¿qué hemos hecho?, la película retoma la historia cuando ya los muy tradicionales Claude (Christian Clavier) y Marie Verneuil se han acomodado a la idea de tener yernos “extranjeros” y de variadas razas. Ya son abuelos. Ahora deben cumplir con la “exigencia” de sus yernos de visitar sus lugares de origen, dejando su muy cómoda casona de la campiña. Pero al regreso, los espera lo peor: por distintos motivos, Rachid, David, Chao y Charles han decidido irse de Francia con las hijas de Claude y Marie (y los nietos). Asunto del todo incomprensible, sobre todo para Claude, que no puede estar más orgulloso de ser francés. En vista de ello, elabora un rebuscado plan para conseguir que abandonen tal idea.
Comedia liviana, su mayor atractivo son sus personajes, especialmente el desempeño del siempre efectivo Christian Clavier.
La historia paralela de uno de los consuegros —un “africano”, como él lo llama, tan conservador como él— abre otro espacio para reírse de los contrastes generacionales, asunto que no distingue nacionalidades.
DIOS MÍO, Y AHORA ¿QUÉ HEMOS HECHO? (Qu’est-ce qu’on a encore fait au bon Dieu? )
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