Camila en Stalingrado. Por Jorge Ramírez

Ex-Ante
Imagen: Agencia Uno.

Hoy, Camila Vallejo es la única figura presidencial oficialista con algún nivel de respaldo ciudadano en las encuestas. De hecho, es una de las pocas sobrevivientes del anillo original de poder del movimiento estudiantil de 2011. Camila, para Apruebo Dignidad, es Stalingrado y como tal, conoce perfectamente que su rol más que sobresalir en la vocería es únicamente resistir, para cuando sea estrictamente necesario, desplegar la contraofensiva.


La Ministra Vallejo está ausente debido a sus vacaciones, aunque aquello sea prácticamente inadvertido en el curso habitual del Gobierno. Para ser francos, nadie extraña las características vocerías de los lunes de la titular de la Segegob, porque, en realidad, Camila ha estado siempre ausente.

Camila es pueblo, pero a la vez es glamour; puede ser portada del periódico El Siglo y a la vez de la Revista Velvet; es comunista, pero también es frenteamplista; es portavoz de Gobierno, aunque en realidad, es vocera de sí misma.

Sus cuidadas puestas en escena de los días lunes, post comité político, más que un blindaje comunicacional al Ejecutivo, parecen un continuo ensayo, una meticulosa y calculada puesta a tono, para el auténtico desafío y único objetivo de Vallejo: ser la abanderada presidencial del PC, apalancando el sostenido crecimiento orgánico del partido.

De hecho, la vocera excepcionalmente interrumpió sus días de descanso, pero no para explicar -una más- de las tantas volteretas del Gobierno al convocar al Cosena, convocatoria que, la misma Vallejo, definió a través de una de sus vocerías como “una píldora” que no servía de nada. Tampoco lo hizo para dar explicaciones convincentes sobre el inmoral otorgamiento de pensiones de gracia a delincuentes con extensos prontuarios, tales como producción y almacenamiento de pornografía infantil.

No, Vallejo interrumpió su descanso con un llamativo propósito: frenar la ofensiva de Evelyn Matthei.

La orfandad de Camila

Si alguien sintió el deceso de Guillermo Tellier, fue Camila Vallejo. La severa frialdad a la hora de tomar decisiones y el pragmatismo del otrora jefe de la sección militar del PC durante la clandestinidad, nexo con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y autor confeso del atentado a Pinochet, fueron hábitos que el sempiterno Presidente del PC inculcó en Vallejo.

El haber perdido a su principal mentor y factótum dentro del PC ha hecho que Vallejo haya reforzado su instinto de supervivencia.

De hecho, en el PC, Camila es respetada, pero no es especialmente querida. En la interna comunista, personajes como Daniel Jadue, Jeannette Jara y hasta Karol Cariola generan mucha más simpatía que Vallejo. Pero nadie como Camila ha entendido de mejor manera cada una de las enseñanzas de Maquiavelo en El Príncipe. Ante la disyuntiva de ser amada o temida, será siempre mejor ser temida si no puedes ser ambas.

Vallejo y Tohá: ni amigas ni rivales

En su parsimonioso itinerario presidencial, con suma frialdad y riguroso pragmatismo Vallejo ha logrado sortear cada una de las crisis de Gobierno, pero también ha conseguido despejar todo atisbo de amenaza bajo forma de disputa a su sitial de mujer fuerte de La Moneda. El primer desafío en este juego de poder fue saber enfrentar el ascenso de Carolina Tohá al Ministerio del Interior.

Más que desatar una guerra relámpago en contra de Tohá, su némesis en el Gobierno, lo que Camila aplicó fue ese viejo adagio “hacerla crecer, para verla caer”.

De este modo, Tohá entró al Gabinete con credenciales de mujer fuerte, con las acciones del Socialismo Democrático en el mercado político bursátil al alza, tras el rotundo fracaso de la oficialista opción Apruebo en el plebiscito constitucional de 2022. Pero Vallejo, con la tranquilidad y característica mirada de mediano y largo plazo comunista, no intentó disputar ni copar el espacio que Tohá comenzó a ganarse al adentrarse con cada vez más intensidad en su propio laberinto sin salida de liderar la seguridad del país.

Camila, sólo a través de su ausencia logró que Tohá, más temprano que tarde, se transformara en un fusible con combustión acelerada, conforme la crisis de seguridad implosionaba en el Ejecutivo.

De este modo, sin mayor esfuerzo, hoy Tohá ni siquiera es rival para Vallejo.

La vocera entiende, como pocos, que hay que saber escoger las batallas y que, por lo tanto, en una guerra de posiciones, el saber emplear tácticamente los recursos, es lo principal.

Así, cuando hubo que dar la cara por los indultos, Vallejo convocó a Luis Cordero, su tinterillo favorito. En el instante en que se produjo una seguidilla de muertes de Carabineros (6 en 11 meses y 3 en 20 días), quien enfrentó lo micrófonos fue Tohá. A continuación, cuando hubo que asumir responsabilidad por las pensiones de (des) gracia, sin escrúpulos, pasó el micrófono al Subsecretario Manuel Monsalve.

Camila en Stalingrado

La alcaldesa de Providencia agudamente definió en una entrevista radial emitida esta semana a la generación que está en La Moneda como: “una tropa de jovencitos arrogantes, nacidos en familias bien, que han ido a los mejores colegios pagados, que nunca les ha faltado nada en sus casas, que nunca han hecho nada. Que les ha salido todo fácil en la vida y que de repente sintieron que eran revolucionarios”.

La provocación de Matthei, quien desató una arremetida germánica a campo traviesa contra el frente oficialista, fue tempranamente advertida por Vallejo, quien desde su refugio estival desplegó una ofensiva tuitera: “Parece que olvida cuando a sus 39 años la tildaban de cabra chica por disputar liderazgos masculinos, en el caso del Kiotazo”.

Así Matthei, quizás sin quererlo, logró lo que ninguna crisis de Gobierno había sido capaz de generar en Vallejos: una respuesta enérgica, al punto de que poco importó que la Ministra comunista estuviera de vacaciones.

En una característica lógica territorial femenina, la líder comunista salió a cuidar su espacio, ante la amenaza germana representada en la figura de Evelyn.

Tal como en la Segunda Guerra Mundial, la caída de Stalingrado habría representado la súbita caída del frente oriental. Hoy, Camila Vallejo es la única figura presidencial oficialista con algún nivel de respaldo ciudadano en las encuestas. De hecho, es una de las pocas sobrevivientes del anillo original de poder del movimiento estudiantil de 2011.

Camila, para Apruebo Dignidad, es Stalingrado y como tal, conoce perfectamente que su rol más que sobresalir en la vocería es únicamente resistir, para cuando sea estrictamente necesario, desplegar la contraofensiva.

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