A propósito del anticomunismo. Por Sergio Muñoz Riveros

Ex-Ante

Lo que no pueden pedir los dirigentes del PC es que no se cuestione su alianza con las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua. O que no se repare en la incongruencia de que su partido haya sido perseguido por Pinochet, pero ahora celebre a otras dictaduras. Es visible que diferencian entre dictadores amigos y dictadores enemigos, y que condenan las violaciones de los DD.HH. dependiendo de quiénes son las víctimas y quiénes son los victimarios.


Todo lo dicho por los dirigentes del PC desde que, el 21 de febrero, fue secuestrado el exmilitar venezolano Roland Ojeda, apuntó a rechazar las sospechas de que la dictadura venezolana estuviera detrás. No tomaron ni mínimos resguardos para la eventualidad de que el caso evolucionara de un modo inesperado. Pusieron de inmediato las manos al fuego por el régimen de Maduro. Lo que más parecía importarles era que en Caracas supieran de su lealtad.

Una postura tan escandalosa como esa no podía sino recibir duras críticas, sobre todo al saberse que Juan Andrés Lagos, el primero que salió a proteger al régimen venezolano de las “especulaciones terribles”, era asesor en el ministerio del Interior. Fue entonces que Lautaro Carmona habló del resurgimiento del anticomunismo, dando por hecho que la nocividad de esa palabra no necesitaba ser demostrada. Enseguida, irrumpió Boric para defender al PC y acusar a sus contradictores de “anticomunismo visceral”, lo que parecía aludir a una enfermedad mental.

La aparición del cadáver de Ojeda el viernes 1 de marzo no hizo cambiar de actitud al PC. El domingo 3, invitó al embajador de Venezuela, Arévalo Méndez, a una ceremonia de homenaje a Gladys Marín en el cementerio. Allí, Carmona volvió a rendir prueba de fidelidad: “No hay nada que diga que esto tiene que ver con una intromisión de Venezuela”. Nótese el uso de la palabra “esto” en lugar de asesinato. ¿Qué compromisos inconfesables hay de por medio, qué secretos turbios sobre octubre de 2019, como para actuar así?

La obscenidad llegó más lejos con el diputado Boris Barrera, el 6 de marzo. Buscó “explicar” por qué Ojeda había estado en prisión en Venezuela, desde donde huyó en 2017: “Él arranca porque estaba preso por planificar un magnicidio, por planificar un atentado, por planificar un levantamiento de parte del Ejército”. Dio a entender que no era extraño que le hubiera pasado lo que le pasó. Sin darse cuenta, reforzó las sospechas sobre el móvil político del crimen y los asesinos contratados.

El PC despejó en estas semanas cuáles son los intereses que defiende en primer lugar y dónde están sus verdaderas lealtades. Con ello, multiplicó los recelos sobre su actual influencia en el ministerio del Interior y el ministerio de Defensa. Sus dirigentes pudieron haber actuado con cierta cautela, pero pesó más su solidaridad con Maduro. Así, quedaron contra la pared y, entonces, echaron mano al recurso de última instancia: declararse víctimas del anticomunismo.

¿A qué se referían exactamente con eso? ¿A la posibilidad de ser perseguidos? No se divisa tal cosa. El PC se encuentra en el gobierno, en el Congreso y los municipios, y se prepara para las próximas elecciones. El régimen democrático superó la revuelta de octubre de 2019 y el plebiscito de septiembre de 2022, a pesar de la posición del PC. ¿De qué se trata, entonces? ¿Aspiran a tener un estatuto especial para no ser criticados por lo que hacen o dicen? Pero, ¿cómo podría admitirse tal cosa, si todos los partidos aceptan el escrutinio público y los riesgos del debate?

Lo que no pueden pedir los dirigentes del PC es que no se cuestione su alianza con las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua. O que no se repare en la incongruencia de que su partido haya sido perseguido por Pinochet, pero ahora celebre a otras dictaduras. Es visible que diferencian entre dictadores amigos y dictadores enemigos, y que condenan las violaciones de los DD.HH. dependiendo de quiénes son las víctimas y quiénes son los victimarios.

Si para capear el temporal invocan el anticomunismo, es obligatorio revisar la historia. Las experiencias totalitarias del siglo XX, encarnadas en el comunismo y el fascismo, representan las mayores calamidades en la historia de la humanidad. Stalin y Hitler, aliados primero, enemigos luego, están hermanados por el horror. El régimen nazi se hundió en la II Guerra Mundial, en tanto que el régimen soviético fue parte de los vencedores e instauró un modelo de opresión que duró más de 70 años, al que el PC chileno defendió hasta el último día.

Lo ocurrido en los países de Europa del Este y de Asia en los que las tropas soviéticas impusieron el dominio de los PC, constituye una cruda lección acerca de la teoría y la práctica del comunismo, sintetizada en la ideocracia, el aplastamiento de todas las libertades, el control absoluto de la economía, el Estado policial y la represión implacable de los discrepantes. Fue trascendental la caída del Muro de Berlín, en 1989, pero allí sigue Cuba, pobre y sin libertades al cabo de 65 años. Y la oligarquía que allí gobierna es aplaudida por el PC chileno. ¿Cómo no pensar que quieren algo parecido para Chile?

Sobran las razones para rechazar el comunismo como proyecto ideológico y político. Eso fue lo que hicieron quienes se enfrentaron al poder comunista en la URSS, Hungría, Polonia, Checoslovaquia, la RDA y demás naciones en la que se impusieron las dictaduras en nombre del proletariado. ¿Eran anticomunistas Alexander Solzhenitsyn en la URSS, Vaclav Havel en Checoslovaquia, Lech Walesa en Polonia y los miles de opositores que murieron en las prisiones de aquellos países? ¡Por supuesto que sí! ¡Al igual que Oswaldo Payá y otros luchadores por la libertad de Cuba!

Lo definitorio es la defensa de las libertades y el rechazo de todas las tiranías. La democracia y la cultura de los DD.HH. es la piedra de toque de las definiciones en el ámbito de los valores. Por lo tanto, una dictadura anticomunista no es moralmente superior a una dictadura comunista, y viceversa. Del mismo modo, un torturador de izquierda no es moralmente superior a un torturador de derecha, y viceversa. Las excusas ideológicas no tapan la inhumanidad.

El PC tiene derecho a la existencia legal en Chile, con las mismas obligaciones que le impone el funcionamiento de la democracia liberal a todos los partidos. Eso implica que no puede tomar la parte de la legalidad que le acomoda, y desechar el resto. En otras palabras, tener un pie adentro y el otro afuera de la institucionalidad.

Con un gobierno tan precario como el que hoy tiene nuestro país, con tantas amenazas a la paz interna y la seguridad nacional, son inaceptables las ambigüedades respecto del compromiso con los fundamentos de la vida en libertad. Lo que separa las aguas es la lealtad con Chile y la democracia.

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