Julio 29, 2023

Un gobierno sin legado, a punto de ser anulado. Por Kenneth Bunker

Ex-Ante
El Presidente Boric esta semana durante una actividad de Quinta Normal. Foto: Agencia UNO.

Lejos de estar anunciando legados, el gobierno debería comenzar a preocuparse de entregar resultados. Es importante ser recordado por haber hecho algo, pero es más importante no ser olvidado por haber hecho nada. El gobierno invierte mucho tiempo en memoriales y eventos, y poco en hacerse cargo de la crisis económica, la inmigración y la seguridad.


Todos los presidentes buscar ser recordados por su legado. El de Patricio Aylwin es la reconstrucción de las instituciones democráticas. El de Eduardo Frei es la inserción de Chile en el mundo, y el de Ricardo Lagos la modernización del Estado y el desarrollo de la infraestructura. Y aunque aún se debate el legado de los gobiernos posteriores, al menos se puede entender de qué se tratan. En esa línea parece haber consenso suficiente para asociar el legado de Michelle Bachelet con la profundización de la horizontalidad social y el legado de Sebastián Piñera con el desarrollo económico.

Los últimos dos casos son importantes, en tanto demuestran que el legado puede existir aun sin consenso sobre su impacto definitivo. Por ejemplo, si bien se dice que Bachelet hizo importantes cambios para ajustar cerrar la brecha socioeconómica, hoy es debatido si al final el intento trajo más costos que beneficios. A este punto parece ser claro que la reforma tributaria nunca logró recaudar lo que se dijo que iba recaudar, y que el estado de la educación pública está peor de lo que podría haber estado. En cualquier caso, es claro dónde yacería la naturaleza de la contribución de Bachelet si hubiera uno.

El caso de Piñera es igual de controvertido, pero por otros motivos. Los críticos acusan que el expresidente no tendría legado por carecer de un eje conductor. Pero, más allá de lo netamente temático, es claro que un legado puede ir más allá de impactar a un sector en particular. Por eso tiene sentido vincular el legado de Piñera con la gestión económica. Las dos veces que asumió, el crecimiento se disparó de -de 1,6% a 5,8% y de 1,4% a 4%, respectivamente. Al igual que con Bachelet hay una disputa del impacto definitivo sobre la vida de las personas, pero al final hay al menos igual consenso de que, si hay un legado, sería ese.

Es un tema relevante, en tanto un gobierno sin legado es un gobierno que no existe. Por lo mismo, no es sorpresa que el asunto del legado ya se haya instalado en La Moneda como algo prioritario. Evidencia de eso es que ya se propone la ley de las 40 horas y el copago cero como legado. Curioso, no solo porque ambas iniciativas son meras leyes, sino que además porque pasaron por el Congreso con amplias mayorías. Un legado no solo debe ser algo transformativo en lo macro, sino que algo únicamente atribuible al liderazgo del mandatario. En el momento en que la responsabilidad se comparte, el mérito se diluye.

Si esas dos leyes son terminan siendo la única contribución del gobierno, Boric se habrá convertido en el primer presidente sin legado desde el retorno de la democracia. No solo por no haber hecho lo que dijo que iba hacer, sino que por no haberse adaptado a las circunstancias coyunturales de su cuatrienio. No solo por haber prometido todo y entregado nada, sino que además por haber fortalecido a su adversario. Si finalmente esas dos leyes se presentan como legado, como sugirió hace poco la vocera de gobierno Camila Vallejo, la derrota política e ideológica será total.

A la vasta evidencia que ya apunta a la renuncia del programa original, esta semana se suma la declaración del ministro de Hacienda Mario Marcel en que dice que no perseguirá la condonación del CAE. Una decisión lógica y sensata, probablemente informada, pero contraria a lo que se dijo que se iba a hacer. Es un balde de agua fría para todos aquellos que votaron por Boric porque dijo que avanzaría en esa dirección. Es una decisión que obligará al gobierno a buscar la segunda mejor alternativa, y cuando esa tampoco resulte, la tercera, y así sucesivamente hasta transformar la idea original en un recuerdo.

En cualquier caso, lo realmente notable es lo que está ocurriendo más allá del ámbito netamente legislativo. La encuesta CEP que se publicó esta semana refuerza la idea de que el gobierno avanza herido mortalmente, y no solo en lo programático, sino que también en lo ideológico. No hay ningún solo dato que pueda ser rescatado como un rayo de sol en medio de la tormenta. Entre otras cosas la encuesta muestra un alza importante en el porcentaje de personas que está dispuesta a sacrificar su libertad individual para que se imponga orden.

Los resultados de la CEP son una reacción directa a la inhabilidad de la administración de Boric para poder gestionar las preocupaciones diarias de las personas. Gracias a que el gobierno no ha logrado entregar resultados, las personas han comenzado a mirar a quienes representan lo opuesto. La encuesta no solo muestra que Kast y su partido se han convertido en la principal facción política del país, sino que también a Piñera entre las personas mejor evaluadas del país. Así, el legado de Boric no solo se hace difícil al haber renunciado de facto al programa, sino además se comienza a gestar la idea de ser anulado por sucesión.

Lejos de estar anunciando legados, el gobierno debería comenzar a preocuparse de entregar resultados. Es importante ser recordado por haber hecho algo, pero es más importante no ser olvidado por haber hecho nada. El gobierno invierte mucho tiempo en memoriales y eventos, y poco en hacerse cargo de la crisis económica, la inmigración y la seguridad. De seguir así, atrincherado en un nicho ideológico, no solo terminará como el peor gobierno de los últimos tiempos, sino que también entregándole La Moneda al único partido que promete revertir lo poco que se ha hecho en su cuatrienio.

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