El 21 de febrero pasado es una fecha significativa para la política comercial de nuestro país. La entrada en vigor del TPP11 concreta una aspiración de muchos años que se conecta con los primeros lineamientos de nuestra estrategia de apertura al mundo, en la que el eje de la integración con el Asia Pacífico ha sido fundamental.
Sin perjuicio del valor que representa, debe subrayarse que la mencionada fecha señala el comienzo de una nueva etapa. Los acuerdos comerciales son instrumentos que se negocian con el objetivo de que los ciudadanos utilicen, de la manera más completa posible, las oportunidades económicas y comerciales que ellos generan. En el caso del TPP11, dadas sus dimensiones; la diversidad de materias comerciales que contiene; la manera en que muchas de sus disposiciones están formuladas; hace necesario que esta etapa – llamémosla de aprovechamiento e implementación– sea tan clave e importante como las etapas anteriores de la historia del Tratado.
Digámoslo de una forma más directa. De poco habrían servido los esfuerzos desplegados a lo largo de tantos años si es que no se elabora, rápidamente, una política consistente y activa para establecer las condiciones necesarias para que los agentes económicos, involucrados en el comercio exterior de Chile, se beneficien al máximo de todas las oportunidades que emergen a partir de la vigencia del Tratado.
Lo anterior lo visualizo –basado en lo realizado a propósito de acuerdos anteriores– como un esfuerzo público-privado que, de forma coordinada y con un alcance a lo largo del país, informe y capacite concreta y directamente a empresas, exportadoras e importadoras, con un énfasis particular en la Pymes, sobre los diversos instrumentos, herramientas y esquema que establece el Tratado en el beneficio de sus actividades económicas.
Sin duda, el liderazgo del gobierno en llevar adelante esta política es crucial, debido, en primer lugar, a que posee la información oficial del Tratado. En segundo lugar, porque un componente primordial de la política comercial es establecer instancias permanentes de comunicación con la ciudadanía y generar canales regulares para informar, de manera efectiva, acerca de sus beneficios.
En relación con el primer aspecto, menciono, ilustrativamente, algunos elementos de información, centrales para el conocimiento del sector privado. La identificación precisa de los productos cuyas tasas arancelarias son eliminadas o reducidas y de los países en que esto ocurre; las reglas o requisitos de origen específicos que los productos deben cumplir para beneficiarse de ventajas arancelarias antes mencionadas; el funcionamiento del sistema de autocertificación o de acreditación del origen que reemplazará el sistema que opera actualmente con la mayoría de los miembros del TPP11; los sectores de servicios que resultan favorecidos con compromisos de apertura para nuestros prestadores; las entidades públicas de los miembros del Tratado cuyos procesos de contratación están abiertos para la participación de nuestras empresas o prestadores de servicios.
Desde una perspectiva más general, tal como lo hicimos desde la gestación de este proyecto de integración, es necesario que Chile recupere el liderazgo, ahora como miembro pleno del Tratado. A pesar de que el TPP11 se encuentra en funcionamiento desde hace cuatro años, aún estamos a tiempo de ejercer el rol que siempre hemos ejercido en instancias multilaterales y regionales de integración económica, y que nos ha posicionado como un actor confiable y constructivo en el sistema internacional de comercio.
Lo anterior cobra relevancia estratégica al considerar que el Tratado contiene una diversidad de elementos y mecanismos que lo dotan de un activismo permanente para incorporar nuevos miembros o para materializar sus objetivos de sumar a las mujeres y a las Pymes al comercio, avanzar en la cooperación regulatoria y preservar la protección de los derechos medio ambientales y laborales vinculados al comercio.
Es de esperar que, superadas las turbulencias internas vividas a propósito de su ratificación, nuestras autoridades, en coordinación con el sector privado, diseñen y ejecuten las acciones que aseguren el pleno aprovechamiento de las oportunidades que el Tratado genera y que éste sea una potente plataforma para consolidar nuestra presencia en el Asia Pacífico.
Avanzar en transparencia ya no es una opción, sino una urgencia. El compromiso de abrir los datos y permitir el escrutinio técnico por parte de centros de estudio y universidades sigue pendiente. Cumplirlo no solo reforzaría la credibilidad de las estimaciones, sino también la confianza en la sostenibilidad de nuestras finanzas públicas.
En un nuevo podcast After Office Investing, Catalina Edwards conversa con la gerenta de Sostenibilidad de Banco Santander, Soledad Ramírez, sobre la segunda versión de los fondos concursables impulsados por la entidad, que buscan fortalecer el bienestar social y la educación financiera. A continuación lo que implica la nueva edición de esta iniciativa.
El desafío es dejar de pensar en la ética como una cuestión de carácter individual y empezar a tratarla como lo que realmente es: un problema de diseño organizacional. De un asunto de reglas y disuasión, a uno de cultura corporativa.
Si los chilenos, aún con un diagnóstico pesimista de la realidad actual, confían y depositan sus esperanzas en nuestra economía basada en recursos naturales. ¿No será tiempo de empezar a hacer las cosas bien para no seguir ahuyentando inversiones que tanto necesitamos?
Hay un abanico amplio de mecanismos tributarios que apuntan a beneficiar a las familias. No se trata de inventar la rueda. Se trata de entender que si queremos fomentar la natalidad, una medida importante es avanzar hacia un sistema tributario que no penalice —en la práctica— a quienes deciden tener hijos.