Los emprendedores de hoy crean las empresas familiares del mañana y las familias empresarias, crean los emprendedores del futuro. Eso es un hecho, una premisa. Las buenas empresas familiares innovan más y están dispuestas a asumir ciertos riesgos y a invertir en nuevos negocios, usando criterios disruptivos, tales como la pérdida aceptable. Está en su ADN. Ese constituye su principal legado.
En ese ímpetu, coexisten un temor y a la vez, un sueño. En el fundador, se da una mezcla: la lógica “control freak”, de querer controlarlo todo, pero a la vez, las ganas y la búsqueda de renovarse continuamente y la ansiedad porque las nuevas generaciones se involucren, asuman liderazgo y sean capaces de tomar buenas decisiones.
Para quien ya ha consolidado su proyecto empresarial, los desafíos no acaban nunca y soltar el timón es un proceso, no por necesario, menos desgarrador. La preparación de las nuevas generaciones es una clave fundamental para contener esa contradicción vital. Y las start-ups son, cada vez más, una forma de futuro, de hacer escuela, crear empresa o llevar a otro nivel, lo que hoy existe.
Por definición, las start-ups surgen en cualquier lugar del mundo. Trascender las limitaciones del mercado local, ser innovadoras, buscar nuevos focos de negocios es su alfa y omega. Nacen pensando en operar con mínimos costos, se instalan en casa, un co-work, o en un rincón de una fábrica, o industria, o la cochera de un edificio, como en el caso de Mercado Libre. Como sea, se van entrelazando, conociendo, encontrando pares, o amoldándose y así, sin darse cuenta, van haciendo y siendo empresa, creando nuevos mercados y originando nuevas industrias.
Las start-ups llenan de vida a las familias empresarias. Por un lado, el business angel investing cumple el objetivo de luchar contra la frustración de quienes esperan tomar el bastón, sacian esa sed y ganas que hay en los jóvenes de aportar, de cambiar modelos, de salir de las jerarquías tradicionales, aprendiendo de emprendedores insurgentes. Pero a la vez entrenan y las “NxGs” (nuevas generaciones) se preparan para ayudar a sus seniors a soltar y dejar ir. Se facilita así, indirectamente, y de forma muy positiva, el proceso de sucesión. Este nuevo modelo de negocios es una oportunidad perfecta para el encuentro transgeneracional. Y si somos más atrevidos, de propiciar procesos de sucesión disruptiva para crear nuevos futuros.
Hoy somos más longevos y por ello la oportunidad de trabajar con los nuestros es y será la forma de hacer empresa del futuro. Se están dando 3, y hasta, 4 generaciones trabajando juntas. De ahí el valor de ir creando espacios amigables donde los más jóvenes se involucren en ecosistemas más abiertos, fluidos o simplemente, menos limitantes, a veces terriblemente castrantes.
Cuánta oportunidad si una innovación es fecunda al interior de las mismas empresas. Bajar o subir un piso o tocar una puerta es un paso lógico y sencillo, que acorta distancias y procesos y que representa un costo posible de asumir cuando se van consolidando confianzas, reforzando vínculos y sinergizando intuiciones y números.
Se transmite así, un valioso legado intangible y se pone a prueba hoy a segundas, terceras o cuartas generaciones, que, a su vez, pueden contribuir a la supervivencia y proyección empresarial del grupo familiar. Pero que incluso, pueden sorprendernos llevando más allá nuestros modelos de negocio y saliendo de los mercados o industrias tradicionales.
Para muchos que aún no se atreven: dense la oportunidad y tómense la libertad de probar. Las visiones de futuro son dinámicas y emergentes y se basan en invertir en talento e innovación. Actuar como Business Angels es un atractivo camino para transformar, para incorporar nuevas herramientas y eventualmente, renovar el legado fundacional. Lo que es infinitamente mejor que sentarse a añorarlo. Se pueden tomar acciones concretas a corto plazo y, conseguir aquellos frutos que a todo empresario seduce, aprender e ir avanzando paso a paso en la construcción de un mejor futuro.
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