“Todos mueren” sería la forma más sencilla de resumir o spoilear una tragedia. No toma más que dos palabras. Después son necesarios los matices, claro, porque tampoco es que ningún personaje se salve. Pero mueren varios. De los buenos y de los malos. Los jovencitos no ganan al final.
Este domingo por la noche podremos saber qué desenlace tiene Succession, la aclamada serie de HBO sobre las disputas de tres hermanos por asumir el control del imperio mediático y empresarial forjado por el patriarca Logan Roy, cuyo referente más inmediato es el magnate de las comunicaciones australiano Rupert Murdoch, la cabeza del conglomerado global que tiene a la conservadora cadena de cable Fox News como buque insignia.
Sabremos quiénes mueren, probablemente más simbólica que físicamente y quién se impone en la disputa de un poder que es la fuente de los engranajes antagónicos de la trama, otro eje narrativo muy presente en las tragedias. Por su esquema de traiciones y alianzas y por la historia de un padre que busca a quién legar sus dominios y fortuna, Succession, luego del símil con Murdoch y Fox News, ha sido comparada a renglón seguido con la tragedia El Rey Lear de Shakespeare.
La obra fue representada por primera vez en 1606, según información de la Royal Shakespeare Company. Un rey celta decide dividir su comarca en tres partes para sus tres hijas. La extensión de cada cesión dependerá de cuánto amor es capaz de declararle cada una. Gonerilda y Regania cumplen con las expectativas del padre, pero su hermana Cordelia rehúsa formular una declaración interesada y prefiere nada más constatar, sin adornos retóricos, que lo ama. Lear confunde esa honestidad con desdén y deja a Cordelia sin tierras ni hogar.
A continuación, las hijas que se quedan con todo quieren todavía más y buscan deshacerse del rey. Junto a otros personajes, urden y engañan mientras el anciano se interna progresivamente en los delirios de la locura, el despojo y el arrepentimiento por el destierro de Cordelia. Por cierto, a modo de spoiler isabelino, todos mueren.
Succession comienza con la celebración de los 80 años de Logan Roy. Es la misma edad de Lear en la obra. En la madrugada previa, el tremebundo billonario se pierde en la oscuridad de su propia y señorial townhouse neoyorquina. Sin encontrar el baño, orina sobre una alfombra. “¿Dónde estoy?”, sus primeras palabras en toda la serie, resuenan con la progresiva desorientación que Lear experimenta en la trama shakesperiana. “¿Quién puede decirme quién soy?”, pregunta en el primer acto. “¿Dónde estuve?, ¿dónde estoy”, inquiere en el cuarto. El mismo Brian Cox, que encarna a Logan Roy, interpretó al Rey Lear en una producción del Royal National Theatre. A partir de ese trabajo escribió también el libro The Lear Diaries.
La serie puede entenderse también como una exploración en el enigma de la identidad del patriarca, un poco al modo de El Ciudadano Kane, otra historia de un barón mediático ficcionada a partir de la realidad. El reciente episodio del funeral de Logan Roy muestra cómo sus hijos y su hermano, para quien el legado de Logan es una suma de tropelías a escala global, se enfrentan por establecer el retrato definitivo del patriarca. Controlar la narrativa biográfica del fundador del imperio es tan relevante como controlar la administración de su patrimonio.
Pero en Succession “ser” no es tan importante como “estar”. Con quién se está, contra quién se está en el combate por el dominio de Waystar Royco, la matriz corporativa del canal ATN. Donde estás es lo que eres. Eso es lo que hace girar la rueda de la fortuna en esta tragedia donde, en vez de a la muerte, los personajes principales parecen estar trágicamente encaminados a no encontrar aquello que buscan, porque les fue negado desde un principio por una figura paterna no demente como la de Lear, pero sí sádica y ávida de reconocerse aumentada en la admiración y el pánico que despierta en los demás.
Hay momentos en que la vida —¡y el país! ¡y el mundo!— se ponen muy densos. ¿Sí o no? Para despejarse (y evadir un rato el lodo vital) es que están por ahí ciertas series, incluidas algunas sitcom que ya son clásicas. Bonus track: ojo con dos que llegan pronto a Netflix.
Hay comidas serias y otras divertidas. Los suflés salados o dulces hechos con gruyere, salmón, frambuesa o grand manier siempre son esponjosos como las nubes e idénticos a los que fueron inspiración de los Montgolfier. No los celebramos por sustanciosos sino que por deliciosos. Algo es algo.
Ex-Ante retoma su recomendación de actividades de fin de semana con la llegada de la (“no maldita”) primavera. A continuación, una selección idónea para la época con el cuarto arte como protagonista.
En el caso de algunas de ellas me pareció un verdadero milagro que estuvieran disponibles: son bellezas fílmicas que por algún motivo se habían perdido en el horizonte. Otras han ido y venido entre una plataforma y otra y se las vuelvo a recomendar porque no hay que perderlas de vista.
Nada más pedagógico que la primera limonada, ácida y dulce al mismo tiempo, que como la vida nos hace arrugar la cara pero también aprender a saborearla incluso estando enfermos, y de un sorbo vuelve el alma al cuerpo, como marino con limones de Palermo. Algo es algo.