A dos meses de estrellarse contra el Iceberg, los conductores del Titanic han decidido hacer algo al respecto. A diferencia del proceso anterior, donde sus protagonistas vivieron el último trecho en negación y se la pasaron llorando fake news, al menos ahora hay consciencia de que vamos derechito a un segundo fracaso constituyente.
Aunque la operación salvataje está siendo empujada por un arco iris que va desde la derecha a la otrora centroizquierda por el Rechazo, para que resulte es imprescindible la concurrencia de Republicanos, que debe hacer concesiones más o menos importantes para proyectar la sensación creíble de que la propuesta efectivamente se moderó y ya no puede considerarse un manifiesto extremista.
¿Qué gana José Antonio Kast sumándose a la estrategia? Si logra dar vuelta lo que indican los sondeos -donde la opción En Contra le sigue sacando bastante ventaja a la opción A Favor-, será una victoria épica. Si el proceso anterior tuvo todo para ganar y perdió, Kast podría ufanarse de que tuvo todo para perder y ganó. De pasada saca chapa de estadista -por contener las pulsiones ideológicas de su tribu y acceder a transigir “pensando en Chile”-, y en calidad de líder rutilante de la alternativa triunfadora da un paso gigante a La Moneda.
¿Y si pierde el plebiscito? En ese caso, Kast socializa los costos con el resto de la derecha y los sectores de centro que parecen dispuestos a apoyar la propuesta, para que no quede la imagen de que fue la pura tozudez de los suyos la que impidió cerrar el dramático capítulo constitucional. Como sea, Kast gana suscribiendo los esfuerzos de salvataje.
¿Por qué se suma con tanto esmero la derecha tradicional (Chile Vamos), si no quiere ser vagón de cola de Republicanos? Porque quiere reconstruir la inédita y exitosa alianza que promovió el Rechazo en 2022, la única vez que han sido mayoría desde el triunfo de Piñera en 2017. De ahí para adelante ha sido puro sufrir, estallido social, Convención Constitucional y Boricmanía mediante. Si se impone la opción A Favor, la centroderecha podrá ufanarse de sus buenos oficios para moderar el texto, sin los cuales los chilenos jamás lo habrían aprobado. Presentarán su intervención como quirúrgica y crucial.
Pero, por sobre todo, jugándosela por la aprobación del texto evitarán salir en la foto abrazados a la izquierda. Si la derecha moderada se pone muy quisquillosa, entonces no le queda más remedio que hacer causa común con el Frente Amplio y el Partido Comunista. Si aíslan al Partido Republicano y dan por perdido el plebiscito, entonces le regalan un triunfo al alicaído progresismo que ya le declaró la guerra a la propuesta del Consejo. Le dan aire a Boric y su coalición de cara a las elecciones municipales de 2024.
El gran riesgo para la derecha tradicional es perder el plebiscito, porque ahí hay escasa ganancia. Significa que dilapidaste el capital que construiste en torno al Rechazo de 2022, y que no hay tal cosa como un “Chile de derecha” con voto obligatorio, sino una masa enorme de gente dispuesta a tirar por la cabeza cualquier cosa que venga de “los políticos”. Por eso están moviendo sus mejores fichas de comunicación y marketing político. Si se van a meter, se van a meter con todo. Ahora los veremos a ellos desmintiendo noticias falsas.
¿Y qué ganan los Amarillos, los Demócratas, la otrora centroizquierda por el Rechazo? Un asiento en la mesa. En el proceso pasado, hasta los más tímidos y ponderados críticos fueron bañados en escupitajos. En esto, Republicanos ha demostrado más inteligencia emocional que sus símiles en la izquierda. Entiende que la política no se trata solo de ideas sino también de afectos, y que el mundo amarillo quiere un poco de cariño. Si ganan en diciembre, nos van a decir que son la fuerza que inclina la balanza, y la verdad es que será difícil desmentirlos.
Pero también será difícil, desde el punto de vista de la consistencia, que expliquen por qué rechazaron un proyecto constitucional maximalista y partisano, que excluía deliberadamente a la derecha, para ahora aprobar otro proyecto constitucional maximalista y partisano, que excluyó deliberadamente a la izquierda. Si la anterior crítica era que la propuesta no era la Casa de Todos (una crítica correcta), será todo un desafío argumentar que ahora sí lo es. No basta con haberse granjeado un asiento en la mesa, si no están todos los actores relevantes sentados.
Son días cruciales para rescatar el proceso constituyente de una colisión fatal. La derecha sacó sus cuentas y fijó posición. Hasta Evelyn Matthei le bajó un cambio a su crítica previa, se alineó con la estrategia y ahora aplaude la voluntad de Republicanos para reponer artículos del Anteproyecto. Van con todo a repetir la coalición ganadora del Rechazo, esta vez por el Apruebo.
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El libro más reciente de Rafael Gumucio le debe mucho a la crónica, pero también al ensayo, a la narrativa, a la investigación y a la biografía. Ya sabíamos que lo suyo son los territorios híbridos, esos que se extienden entre el rigor de las ideas y los vaivenes del sentimiento.