Diciembre 2, 2023

Que se jodan: el cierre definitivo del proceso constitucional. Por Kenneth Bunker

Ex-Ante

Que quede claro, si gana el En Contra el proceso constitucional continúa. Quizás continué temporalmente mediante la imposición de mensajes presidenciales en el congreso pidiéndole a la oposición a ceder en el nombre de la dignidad, pero eventualmente volverá a la primera línea. Si el presidente y los presidentes de los partidos que firmaron el documento no lo hacen, lo harán los díscolos. Si no lo hacen los díscolos, los harán sus sucesores.


La franja del A Favor ha ido de menos a más. Partió sin meter mucho ruido, pero eso cambio de la noche a la mañana cuando el sector que lo respalda se dio cuenta de que para ganar el plebiscito había que hacer un poco más.

El cambio de ritmo se notó. Y a pesar de ser solo un pasaje de un minuto y cuarenta segundos, es un pasaje que resume a la perfección el mejor argumento para votar A Favor. Es un pasaje que resume todo lo que hizo la oposición anterior para pedirle a las personas respaldar el proceso constitucional solo para llegar a ser gobierno y decirles que el cambio no es necesario, que con la Constitución actual basta y sobra.

Es un pasaje que además termina con una mujer diciendo: “voy a votar a favor … y … que se jodan”.

Es un mensaje icónico que llega con fuerza a complementar los argumentos temáticos para pedir el voto. Es un mensaje emocional que pretende llegar al corazón de quienes quizás no han leído la propuesta, o que la han leído y aún tienen dudas. Y es un mensaje táctico, en tanto apunta directo a la clase media, el grupo que ha sido más perjudicado por el debate constitucional.

Sin medias tintas, recuerda el costo de haber comenzado el debate. Utiliza imágenes de una iglesia en llamas, violencia en las calles y plazas tomadas. Enfatiza en la seguidilla de malas decisiones políticas que llevaron a la inflación a alcanzar niveles que no se habían visto en décadas, a las tasas de desocupación a llegar a cifras históricas, y a una crisis de seguridad que tiene a las personas atemorizadas y encerradas en sus casas.

Termina recordándole a los votantes que fue este gobierno el que indultó a los delincuentes del estallido sabiendo bien que habían sido debidamente procesados y condenados por la justicia.

Es un mensaje que va mucho más allá de lo meramente constitucional y que apunta a lo contextual. Le cuelga el costo moral de haber comenzado el debate a un sector en particular y sugiere castigarlo votando A Favor. Sugiere, entre líneas, que la única forma de dar vuelta la página y seguir adelante es apoyando la propuesta.

A su vez, propone que, si gana el En Contra, el debate no solo seguirá abierto, sino que además forzará a quienes gobiernan a seguir empujando para conseguir el cambio que ellos quieren, lo que a su vez implicaría postergar, una vez más, la resolución de los problemas de verdad: la economía, la delincuencia y la inmigración ilegal.

El mensaje del “que se jodan” pegó tan fuerte que terminó impulsando un aumento significativo en varias mediciones electorales. Si el comando del A Favor no logró convencer a las personas con argumentos temáticos, lo lograron asociando el debate constitucional con el gobierno.

No es casualidad que el gobierno haya salido con tanta fuerza a proponer que la única forma de cerrar el proceso es votando En Contra. De hecho, el documento que ofrece como garantía, y que firman todos los partidos del oficialismo, inclusive el Partido Comunista, sostiene que no se impulsará un tercer proceso si gana el En Contra.

Así, es debate constitucional se ha vuelto sobre cualquier cosa menos lo constitucional. Para unos se trata de castigar el doble estándar de quienes pidieron comenzar el proceso solo para retractarse cuando lo que se propone no es del todo de su gusto. Y, para otros, se trata de ponerle fin a un proceso que, curiosamente, ahora concuerdan que ha traído sendos costos para la clase media.

Esta conclusión es importante, en tanto pone todo el peso de la decisión electoral sobre la continuidad del proceso. La idea de consenso es que, si el proceso continúa, los problemas continuarán. Si el país sigue debatiendo el tema constitucional, no mejorará la economía, ni habrá más oportunidades de trabajo, y la crisis de seguridad continuará sin resolver.

La pregunta, por lo tanto, es ¿si se rechaza la propuesta, si gana la opción En Contra, se abre un tercer proceso constitucional o no?

Y la respuesta, en base a todo lo que se sabe, es que sí.

Para empezar, el documento firmado que propone no iniciar un nuevo proceso constitucional dice textual que “hoy” no hay espacio para seguir discutiendo acerca de la Constitución. ¿Y mañana? ¿Mañana habrá espacio? ¿Si la inflación cae a 3%, habrá espacio? ¿Si la tasa de ocupación aumenta, habrá espacio? ¿Si se expulsan a cien inmigrantes ilegales, habrá espacio?

¿O, mejor todavía, si hay una segunda movilización “espontánea”, habrá entonces espacio?

El diablo está en los detalles, y en este caso, el diablo es el “hoy”. Quien firma el documento no solo se define como garante para que no se impulsará un nuevo proceso, sino que además como juez para definir cuándo sí debe recomenzar.

Por lo demás, ¿alguien en su justa razón cree que el sector político que nació y se crió al alero de la crítica estructural dejará de la noche a la mañana de criticar lo que aun llama la Constitución de Pinochet? ¿Alguien honestamente cree que el sector político que justificó la violencia post-estallido social como una manifestación de dignidad ante un país capturado por una Constitución escrita en dictadura de pronto se resignará a luchar por lo justo?

¿Alguien de verdad cree que el partido político que pidió quemar todo por las injusticias del modelo neoliberal ahora agachará la cabeza y se conformará con un sistema que ha criticado desde su incepción?

Que quede claro, si gana el En Contra el proceso constitucional continúa. Quizás continué temporalmente mediante la imposición de mensajes presidenciales en el congreso pidiéndole a la oposición a ceder en el nombre de la dignidad, pero eventualmente volverá a la primera línea. Si el presidente y los presidentes de los partidos que firmaron el documento no lo hacen, lo harán los díscolos. Si no lo hacen los díscolos, los harán sus sucesores.

Si la demanda por una nueva Constitución no nace de la orgánica partidaria, encontrará una forma de instalarse en lo alto de la agenda mediante la informalidad de la política. Vendrán populistas, de todos los colores políticos y ofrecerán sus alternativas. De a poco el país se irá encausando en una nueva conversación constitucional, y antes de que se evidente, el sistema político se encontrará sumido una vez más en lo que, por estos días, está a punto de cerrarse.

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