-En un reciente artículo en la revista Punto y Coma de IES, decías, citando a Kant, que “los pensamientos sin contenidos son vacíos y las intuiciones sin conceptos son ciegas”. ¿Observas mucho esta tendencia en la política chilena?
-El número octavo de la revista, en cuya presentación participaré este jueves, incluye una conversación con Josefina Araos donde tratamos la relación entre ideas y poder. En ese contexto surge la visión de estos dos grandes acantilados para la relación entre esos ámbitos: el de la pura abstracción, despreocupada de la realidad, y el de la pura experiencia, carente de reflexión. En otras palabras, el de la ideología que considera que si sus preceptos no calzan con el mundo, peor para el mundo, por un lado, y el de la persecución del poder por el poder, basado en la adulación de las fluctuaciones de moda de la opinión y el sentimiento públicos, por otro.
Sin duda que en Chile varios se han caído por uno u otro precipicio y, en lo que constituye un logro olímpico, algunos lo han hecho por ambos: buena parte de la nueva izquierda se mostró prácticamente carente de principios durante el estallido social para avanzar hacia el poder, validando barbaridades tremendas, pero al mismo tiempo tenían altas aspiraciones ideológicas respecto al ejercicio de ese poder conquistado incendiando la pradera. No previeron que gobernarían sobre cenizas y desde una posición que les haría muy difícil validar y ejercer su autoridad, luego de haber usado el caos como escalera. El Presidente Boric está atrapado en ese drama.
-Hablas de que hay incentivos para la “mediocridad política”. ¿Cuáles son sus consecuencias más dañinas?
-Con eso me refiero, principalmente a la academia en el ámbito de las ciencias sociales y las humanidades. Hay incentivos, por la actual dinámica interna del campo universitario en estas áreas, al profetismo de cátedra y el activismo mediocre. En ambos casos se adula a la masa, en particular al estudiante, se evita la cancelación -de hecho, se le puede dirigir contra los adversarios- y se genera impacto a bajo costo, acoplado a los aparatos de propaganda.
Un ejemplo obvio es el de Elisa Loncón: le dan sabático en la USACH, después del show desastroso de la Convención, para ir a hacer un tour de activismo identitario por facultades de estudios latinoamericanos estadounidenses pseudo-anticolonialistas que viven parasitando del bienestar imperial y aprovechando su plataforma para exportar al tercer mundo su propaganda.
-¿Campea el activismo en las aulas?
No hay un esfuerzo propiamente académico detrás de estas actividades, sino un aparato de activismo que se ha tomado espacios universitarios. Y claro, el profesor de la USACH que hace la pega que se supone que se hace en las universidades, pero no recibe ni sabático ni invitación a giras internacionales, obviamente que se debe sentir frustrado frente al triunfo y la validación institucional de la mediocridad politiquera.
-¿Piensas que algunos think tank se dejan llevar por la lógica del fight tank? ¿Qué efectos tiene en el nivel del debate político?
– Un fight tank es la forma más degradada que puede adquirir un think tank: aparato de propaganda de intereses políticos o económicos dedicado a manipular la opinión pública bajo la pretensión de objetividad académica, y donde priman lógicas propias del activismo. La izquierda suele tratar de usar a las universidades como think tanks, entonces tiene menos, y los que tiene son más de combate. Pero ya se querría la nueva izquierda un Cieplan. La derecha y el mundo conservador, en tanto, ha debido desarrollar su reflexión más en el ámbito de los think tanks justamente porque se encuentra más excluida de las universidades.
Pero, en todo caso, a cierto tipo de político y empresario que piensa que las ideas “ya están” y sólo hay que ponerles un megáfono, le seduce la visión del fight tank. Como sea, al final del día por los frutos se conocen las instituciones: si desafían y proyectan a sus miembros, producen conocimiento de buena calidad y logran generar una espalda de publicaciones sólida, estamos frente a una institución seria, sea universidad o think tank.
-¿Por qué dices que Atria y Bassa son “profetas de cátedra” más interesados en conseguir seguidores y adversarios? ¿Cuál es su influencia actual, tras la derrota de la Convención?
-Son casos de manual de profesores que comienzan a cruzar los cables del activismo político propio y su rol como académicos. Eso se traduce, a nivel de la universidad, en una corrupción de la docencia, pues el estudiante tiene incentivos fuertes para convertirse en acólito del profesor en vez de madurar intelectualmente bajo la guía de éste. Se genera un ambiente de culto en el espacio del aula, que se refuerza sólo en la medida en que expulsa a los que no tienen afinidad ideológica con el profesor. Y luego esos estudiantes son guiados, naturalmente, hacia la militancia común con el docente.
En todo esto hay una desviación de autoridad -de la autoridad académica- hacia fines no académicos, que corrompe al profesor, al alumno y a la universidad. Después del bochorno de la Convención Atria y Bassa se lavaron las manos con lo ocurrido y se replegaron a las respectivas casas de estudio, pero aparentemente -a juzgar por sus entrevistas- sin lección ni aprendizaje alguno.
-El proceso constituyente no está entre las prioridades de la gente. ¿Cómo evalúas el desarrollo de este nuevo esfuerzo constitucional? ¿Puede tropezar duramente?
-Yo creo que en este proceso nos jugamos la posibilidad de una salida genuinamente democrática a la crisis política chilena. Y sería terrible que lo hundiera la frivolidad política de algunos de sus agentes. Los dichos de Flavio Quezada este domingo, por poner un ejemplo, denotan poca conciencia de lo delicada que es la situación. Ni hablar de las campañas de algunos Republicanos o del PDG para la siguiente etapa del proceso. Es muy desmotivante ver algo así, porque la primera etapa de trabajo tuvo decoro y altura patriótica, pero ahora, luego del mar de indicaciones llenas de gustitos inútiles, uno ve el circo de nuevo calentando motores. Y después de esto, si fracasa la convención, no nos quedará más que elegir entre Bukele, Bukelino, Bukelante y Bukelele. Se cierra el horizonte democrático.
-Boric fue aplaudido por los empresarios en ENADE, reconoció los cambios de opinión y su discurso apeló a la unidad. ¿Te parece un giro verdadero, una muestra de madurez y aprendizaje en el poder?
-No lo sé. Boric está tensionado en una encrucijada y todos sus gestos son titubeantes. Su partido lo traiciona día por medio, junto al PC, y debe buscar apoyos afuera para gobernar, pero es una ironía de la historia que el Presidente Boric, cincuenta años después, se encuentre en casi los mismos problemas que Salvador Allende, aunque en un contexto menos convulsionado, por ahora.
-¿Qué valor le asignas a la llegada de Elizalde (PS) a la Segpres? ¿La disputa del Socialismo Democrático con Apruebo Dignidad se mantiene en un punto crítico?
-El socialismo democrático avanza no por un organizado complot, sino porque tienen más y mejor oficio de gobierno que la mayoría de los actores de la nueva izquierda o el PC. Es el famoso mérito, que tanto le cuesta procesar a la izquierda joven. Los socialistas son mejores gobernando. Y el Presidente Boric necesita desesperadamente gobernar. Álvaro Elizalde es a personajes como Diego Ibáñez lo que Winston Wolf, en la película “Pulp Fiction”, es a Jules y Vincent: el adulto a cargo que viene a arreglar el desastre dejado por los mocosos poseros. Veremos si está a la altura de ese rol.
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