Estas son las 8 películas que elegí entre el catálogo de Mubi, porque cada una de ellas es una joyita del cine y sobre todo me han conmocionado hasta hacérseme inolvidables.
¡Entrañable y grandiosa película!
A través del relato de vida de personajes ficticios, el director va desgranando la dramática historia de su país, China, con sus rígidas políticas económicas y sociales, que involucran la vida privada de las personas. Y luego, los repentinos cambios decididos por sus máximas autoridades ante el desconcierto de la sufrida población.
En Hasta Siempre Hijo Mío, recorremos esa historia a través de Liyun y Yaoyun, un matrimonio de clase obrera, desde sus primeros años de casados, en los años 80, hasta su vejez, en el siglo XXI. Un relato marcado por la política de planificación familiar del hijo único, incluida la obligación de abortar si ya se tiene un hijo.
Liyun y Yaoyun trabajan en la misma fábrica y viven en un sector de viviendas de propiedad estatal. Tienen un hijo, Xingxing, y son amigos de otro matrimonio obrero que tienen a Haohao, de edad similar.
Tras padecer tragedias familiares, ser objeto de delaciones y de dolorosas pérdidas, la pareja sigue adelante, siempre resignados y obedientes, sin más opciones en el horizonte.
Hay muchos momentos desgarradores, otros de pequeñas alegrías y otros tantos muy elocuentes.
Siempre desde la mirada de la pareja, una de las secuencias que mejor describen el cotidiano de un ciudadano cualquiera, sujeto a las enigmáticas decisiones de la casta política, es aquella en que se les comunica a los obreros que ya no se requerirán más a algunos de ellos, que la fábrica y el sistema cambiarán de ahora en adelante. Sin más explicaciones, y ante el camarada/gerente haciendo caso omiso frente a las preguntas y el asombro de varios que intentan interpelarlo, así se enteran que China, si bien seguirá siendo un país comunista en lo político, en lo económico, será “un poco capitalista”.
La frase entre comillas no aparece en la película. Está tomada de lo que dijera Deng Hsiao Ping, a mediados de los ’80, quien explicó que se había escogido a Shenzhen, un pequeño poblado agrícola, para experimentar “un poco ce capitalismo”. Deng llamó a ese proceso “la nueva revolución”, la que describió como “un socialismo práctico”.
Este brusco cambio significa nuevas penurias para el humilde matrimonio, que continúa su vida precaria en otro lugar, cargando dolores e infortunios. Nada de ello les impide seguir su vida de pobreza con una dignidad resignada y encontrando pequeñas alegrías en los hechos más nimios.
Categoría ¡imperdible!
Di jiu tian chang/ Hasta siempre hijo mío
Dirección: Wang Xiaoshuai
Guion: Mei Ah, Wang Xiaoshuai
Música: Dong Yingda
Fotografía: Kim Hyun-seok
Reparto: Ai Liya, Du Jiang, Zhao Yanguozhang, Li Jingjing, Qi Xi, Xu Cheng
China, 2019
Duración: 180 min.
Si en su libro “La guerra no tiene rostro de mujer”, la Premio Nobel Svetlana Alexiévich recopiló duras experiencias en el frente de batalla, en Beanpole, el director ruso Kantemir Balagov intenta capturar con su cámara las huellas invisibles que dejó la violencia en esas personas.
Su protagonista, Iva (Viktoria Miroshnichenko), es una mujer joven, taciturna, que a veces se queda estática y perdida en algún recuerdo que la enmudece. Muy alta (por eso le dicen Dylda), tan rubia que parece fantasma, ha vuelto de la guerra para trabajar en un hospital. Con ella está un niño, que luego sabremos que sería hijo de su amiga, Masha (Vasilisa Perelygina), quien pronto vuelve del frente de batalla. Aun vistiendo su uniforme militar, Masha se presenta como el opuesto de Iva: es vehemente, de mirada intensa, casi avasalladora.
Pero ambas, de distintas maneras, son personas extraviadas, rotas, insensibles ya al horror que sea. La vida y la muerte son la misma cosa: no hay de qué sorprenderse. En este desvarío confuso, Masha se concentrará en una obsesión, que requiere de la participación de Iva.
Es 1945 en Leningrado: la vida es dura, pero la rutina parece acallar las tragedias, aquellas que ya pasaron y las que ocurren ahora, como si todo fuera parte de una misma realidad con la que hay que convivir sin aspavientos.
El tranvía que las traslada, las viviendas compartidas donde escasea la comida, el hospital donde trabajan, las calles heladas son el escenario por donde transitan simulando vivir.
Balagov nos entrega escasa información, en diálogos que parecen susurros o gritos apagados. Como si Iva y Masha estuviesen imposibilitadas de narrar porque las palabras no alcanzan o ya no sirven.
Las imágenes, en cambio, son elocuentes. La dirección de arte es para cortar el aliento: el verde, el rojo, el ocre se reiteran en cada secuencia. Una de las secuencias está inspirada en “The Bath House”, pintura de Zinaida Serebrakova, de 1913.
La belleza de la composición de cuadro que atraviesa todo el filme no esconde la crudeza y la frialdad que se entrecruzan en el relato. La brutalidad de la Guerra ya no está: lo que quedan son seres desarticulados en sus emociones, su moral, su psiquis. Hay escenas que estremecen al espectador, pero ya no a sus protagonistas.
Balagov —quien fuese alumno de Sokurov— presentó Beanpole en Cannes en 2019: tenía 27 años cuando hizo la película. En ella recoge, con su sello singular, un estilo y una atmósfera reconocibles en la tradición de cineastas y autores rusos y soviéticos de variadas generaciones. No es casual que sus protagonistas sean dos mujeres de una resiliencia sin parangón.
Una joya cinematográfica. Para cinéfilos exigentes.
Dylda/ Beanpole/ Una gran mujer
Dirección: Kantemir Balagov
Guion: Kantemir Balagov, Aleksandr Terekhov
Música: Evgueni Galperine
Fotografía: Kseniya Sereda
Reparto: Viktoria Miroshnichenko, Vasilisa Perelygina, Konstantin Balakirev, Andrey Bykov
Rusia, 2019
Duración: 137 min.
Exquisitamente filmada, esta película de los Coen va sobre un personaje gris y melancólico, que “rebota” en la vida, pernoctando de sofá en sofá en las casas de los pocos amigos que le van quedando.
Llewyn Davis (grandioso Oscar Isaac) es un músico folk que intenta, sin demasiado ahínco, hacerse un espacio en los bares de Greenwich Village en la Nueva York del año ’61. Alguien que pudo ser un Bob Dylan (ojo con la última secuencia) pero que parece andar siempre con la batería descargada.
El hombre, de invariable aspecto desaseado, circula durante casi toda la película cargando un gato. De entre los diferentes seres con los que se cruza, hay uno particularmente bizarro (John Goodman): aquella secuencia del auto es muy hermanos Coen.
Inspirada en el músico Dave van Ronk, la cinta no es una película biográfica sino un relato muy original que añade mucha atmósfera a una historia con notas de humor, de ese que requiere de cierta sensibilidad para percibirlas, de tan negras (o grises) que son. (O levemente ridículas, como la canción inventada entre los Coen, Justin Timberlake y otros: “Por favor, por favor, Sr. Kennedy”).
¡Muy buena!
Inside Llewyn Davis
Dirección y guión: Ethan y Joel Coen
Fotografía: Bruno Delbonnel
Reparto: Oscar Isaac, Carey Mulligan, John Goodman, Garrett Hedlund, Justin Timberlake
EE.UU., 2013
Duración: 105 min.
¡Emocionante y entrañable a más no poder!
Basada en un hecho real ocurrido en 1994, cuando Alvin Straight, un hombre de curtidos 73 años, viajó desde Laurens, Iowa, a Mt. Zion en Wisconsin, desplazándose en su tractor. “The New York Times” dio a conocer la historia ese año.
El actor Richard Farnsworth tenía casi 80 años cuando interpretó a Alvin. Fue su último filme, uno que le valió una nominación al Oscar como Mejor Actor en el año 2000. Padecía un doloroso cáncer terminal cuando rodó la película. Al año siguiente de su estreno, se suicidó.
El filme, no obstante, es una historia llena de esperanza y fe en el ser humano y su capacidad para reconciliarse y terminar entendiéndose unos a otros, como seres diferentes.
Al momento en que decide emprender este viaje, Alvin sufría de un enfisema, pérdida de visión, tenía problemas en la cadera que le dificultaban estar de pie, y vivía en Iowa con una hija con ciertas discapacidades (asombrosa Sissy Spaceck) y una triste historia a sus espaldas.
Straight, un hombre sencillo y de fondo bondadoso, toma la decisión de emprender este viaje con el fin de reencontrarse con su hermano, quien está gravemente enfermo. Viejas rencillas, sobre las que Alvin irá sabiamente reflexionando, los ha mantenido alejados y sin hablarse siquiera desde hace más de diez años. Porqué es que ha ocurrido ello es lo que iremos conociendo a medida que avanza esta singular road-movie.
Por sus problemas de visión a Alvin ya no le permiten tener licencia de conducir y como no tiene mucho dinero decide hacer el recorrido hasta Wisconsin en un tractor, único medio de transporte del que dispone. Un trayecto de cientos de kilómetros que tardó más de seis semanas en realizar.
En su viaje va encontrándose con diversos personajes: la hija que abandona su hogar por un embarazo no deseado, una mujer traumada porque atropelló a 13 ciervos en una semana, una familia de granjeros que le ayuda a reparar su tractor, un cura que bendice su esfuerzo, un veterano de guerra, entre otros.
Una película ¡inolvidable!
The Straight Story
Dirección: David Lynch
Guion: John Roach, Mary Sweeney
Música: Angelo Badalamenti
Fotografía: Freddie Francis
Reparto: Richard Farnsworth, Sissy Spacek, Harry Dean Stanton, Everett McGill, John Farley, Jane Galloway Heitz
EE.UU.,1999
Duración: 111 min.
Este sobrecogedor drama de suspenso ingresa en ese mundo pesadillesco y fantasmagórico del Berlín Oeste de 1945, justo terminada la guerra, con una Alemania derrotada y destruida por los aliados y por Hitler.
A la barrera que controla el ingreso a la zona llegan en auto dos mujeres. Es de noche y el militar insiste en alumbrar los rostros. Pero el de Nelly (Nina Hoss), que va en el asiento del copiloto, sólo puede descubrirse a medias: está vendado por las quemaduras sufridas en Auschwitz.
Su amiga la ha llevado para someterla a una cirugía reparadora, que le devuelva su rostro (o lo más parecido al que alguna vez tuvo). Pero las heridas que necesita sanar Nelly -ahora Esther- están en el alma.
Por las noches, entre las ruinas de la ciudad, busca a Johnny (Ronald Zehrfekd), el pianista con quien ella cantaba, su marido, el amor de su vida. Y quizás, su delator.
Lo encuentra en un bar de mala muerte, Phoenix. Él no la reconoce, pero sí ve en ella un parecido con su mujer, poniendo en marcha un plan para suplantarla y con ello cobrar su herencia. Nelly lo deja hacer. Ella necesita saber con certeza hasta dónde llegará con la charada, si la ama aún (si la amó).
Esta tragedia personal tiene su correlato con esa ciudad en ruinas, que debe repararse, superar su pasado traumático y construir un futuro. Si al menos parte de ello fuese posible.
Nelly-Esther no puede avanzar sin antes resolver esa parte de su pasado que puede resultar más dolorosa aún que las vejaciones sufridas en el campo de concentración.
En Ave Fénix, Nelly-Esther, como la Madeleine-Judy de Kim Novak en Vértigo, usará su no deseada doble identidad para comprobar -o descartar- la traición, saber en realidad qué queda de la vida de antes, de sus amigos, si es que todavía lo son, y sobre todo del hombre que amó.
Porque entre los sobrecogedores escenarios históricos del drama que ha devastado a este grupo de amigos, circula la sombra de Hitchcock, no solo en su impronta de cine de suspenso, sino en la sospecha, la duda moral, la ambigüedad que cruzan este thriller íntimo.
Tan emocionante como tensa, esta es de esas películas que ofrece al espectador desde la siempre efectiva entretención del misterio por resolver hasta múltiples lecturas sobre la condición humana, la identidad y cómo las personas deben aprender a sobrevivir a las peores estocadas, esas que vienen de aquellos a quienes se ama.
Una película inteligente, hecha con mano de artesano, con un final brillante y sobrecogedor.
Phoenix
Director: Christian Petzold
Guion: Christian Petzold, Harun Farocki
Música: Stefan Will
Fotografía: Hans Fromm
Reparto: Nina Hoss, Ronald Zehrfeld, Uwe Preuss, Nina Kunzendorf, Michael Maertens, Imogen Kogge, Eva Bay
Alemania/Polonia, 2014
Duración: 94 min.
Christian Petzold, con los mismos actores de Ave Fénix, también indaga en la injusticia y la traición con Bárbara (Oso de Plata de Berlín al mejor director en 2012), cuyo personaje principal es una doctora en la RDA de 1980, castigada por el Gobierno por haber pedido autorización para marcharse a Occidente. Un tema al que nos había acercado Florian Henckel en La vida de los otros (2006), realizada luego de hacerse públicos los numerosos documentos que mantenía la Stassi tras la caída del Muro de Berlín.
Bárbara y Nelly, dos mujeres que encarnan y simbolizan la tragedia íntima de los seres humanos, esa que siempre subyace bajo los escenarios políticos y bélicos que construyen otros.
Alemania Oriental, en una fecha que nunca se precisa. A un pueblo llega una doctora, Barbara Wolff (Nina Hoss), que ha ejercido en el prestigioso Hospital La Charité de Berlín. Barbara ha pasado por la cárcel por querer cruzar al lado Este y tras ello, en castigo, el Estado la ha enviado a ejercer a este lugar perdido de Alemania Oriental.
En medio de un paisaje bucólico, se siente el frío, la amenaza y el temor.
En el Hospital, las miradas de desconfianza son de ida y vuelta: la mujer es muy parca y emite las palabras justas y necesarias. Ella aprendió, duramente, a no confiar en nadie.
Para vivir, le han asignado un departamento ruinoso, con una “casera” hostil y algo alejado de su trabajo. Básicamente, lo que hay de manera sorda y persistente en toda la película es un tenso ambiente de sospecha, en un mundo opresivo y cerrado.
Barbara está vigilada por los agentes de la policía política y en dos oportunidades el jefe local de la Stassi va con su gente a registrar el departamento… y a ella.
André, su jefe en el Hospital, parece ser un tipo buena persona, pero eso no significa nada en un mundo dominado por un estado policial. Petzold, que llena la película de silencios, susurros e imágenes cotidianas que se vuelven inquietantes, conduce al espectador hacia una intriga.
Ya sumergidos en la paranoia y con algunas pocas informaciones que se van desplegando, la tensión y la incertidumbre se instalan en la relación.
Un personaje secundario, una chica que llega al hospital, juega un papel relevante en el derrotero de la historia. Es una suerte de prisionera en un campo de trabajos forzados. “Son campos de exterminio. Solo que son socialistas”, le espeta Barbara a André en un arranque de confianza inusual.
Bárbara sabe que está vigilada y no siempre sabe por quiénes. Nada, en todo caso, es explícito. El guion es sugerente, delicado y evita inducir al espectador. Elude el melodrama y sin embargo hay tal intensidad en cada secuencia que algunas llegan a estremecer.
La fuerza contenida de Nina Hoss es poderosa.
Barbara
Dirección: Christian Petzold
Guion: Christian Petzold, Harun Farocki
Música: Stefan Will
Fotografía: Hans Fromm
Reparto: Nina Hoss, Ronald Zehrfeld, Rainer Bock, Jasna Fritzi Bauer, Christina Hecke, Claudia Geisler, Peter Weiss
Alemania, 2012
Duración: 100 min.
Esta belleza es un indispensable para cinéfilos: fue una de las postulantes al Oscar a Mejor Película Internacional. Inevitable relacionarla con el clásico de Robert Bresson, El Azar de Balthasar.
Porque EO también sigue las desventuras de un burro que al comienzo es feliz en un circo, gracias al cariño que le prodiga Kassandra, la jovencita con que se presenta.
Pero para dolor de ambos, el circo se acaba y EO es vendido. Allí comienza su recorrido, donde encontrará maldad y bondad, en humanos y animales.
Interesante uso de la imagen (formato 4:3) y los colores. Los paisajes predominan pero siempre está la presencia humana de las formas más curiosas (hay una “rave” en un bosque).
EO sueña con reencontrarse con Kassandra, algo que ella también anhela. Pero los años han hecho lo suyo en la dulce niña que EO alguna vez conoció.
(Su director tiene 85 años).
EO
Dirección: Jerzy Skolimowski
Guión: Jerzy Skolimowski, Eva Piaskowska
Música: Pawel Mykietyn
Fotografía: Michal Dymek
Reparto: Sandra Drzymalska, Lorenzo Zurzolo, Mateusz Kosciukiewicz, Isabelle Huppert, Tomasz Organek, Saverio Fabbri
Polonia, 2022
Duración: 86 min.
Premio del Jurado en Cannes
Es pleno verano en Alcarràs (Cataluña) y mientras los mayores cosechan duraznos, Iris, una niña vivaz y despierta, juega con sus pequeños primos. La familia Solé reúne a tres generaciones en su casona en medio del campo.
El sol, el impresionante verdor, el viento suave, la piscina junto a la casa, casi a continuación de las plantaciones, y el juguete divertido de los niños parece sumergirnos en un panorama bucólico.
Y sí, también habrá almuerzos regados y alegres con más familiares aún, animadas fiestas tradicionales en el pueblo. Pero ya en esas primeras secuencias sabemos que se anuncia el fin.
Aparecen camiones y gente instalando paneles solares. Y es que el patriarca de la familia recibió esas tierras “como se hacía antes, sin firmas”. No hay papeles. De manera que esta será la última cosecha, porque la tierra dejará de pertenecerles a los Solé.
Los ojos de los niños, la mayor parte del tiempo, y el resto de esta familia de campesinos son la cámara con que el espectador se va zambullendo en este cotidiano.
Un día a día de trabajo incesante, momentos de relajo, conflictos, diversiones y risas en la piscina, protestas en el pueblo contra las grandes distribuidoras. Y recoger fruta y cargar camiones porque este será el último verano en que los Solé se dediquen a lo que han hecho por generaciones: plantar y cosechar.
De una belleza sobrecogedora, de dolores agazapados, las imágenes fluyen con naturalidad ante los ojos del espectador; los personajes se dejan “espiar” en su cotidiano, sus afanes y sus preocupaciones.
Las de Iris, tener rincones donde jugar; los adolescentes, aprender el baile para la Fiesta; los mayores, resolver el día a día; y el hombre de la casa, seguir hasta que se pueda, aunque se quiete.
Como en el neorrealismo italiano, Alcarràs se vale de actores no profesionales (con una sola excepción).
Ganadora del Oso de Oro del Festival de Berlín. Segunda película de Carla Simón, después de Verano 1993 (Estiú), con la que también ganó en Berlín, esa vez como opera prima.
Alcarràs
Dirección: Carla Simón
Guión: Carla Simón, Arnau Vilaró
Música: Andrea Koch
Fotografía: Daniela Cajías
Reparto: Jordi Pujol Dolcet, Anna Otín, Xenia Roset, Albert Bosch, Ainet Jounou, Josep Abad, Montse Oró, Carles Cabós
España, 2022
Duración: 120 min.
Ojo con Charles Chaplin. Mubi incorporó un “Especial Chaplin” con cinco películas del inolvidable realizador británico (Londres, Inglaterra, 1889 — Vevey, Suiza, 1977).
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