-Sorpresivamente, el 27 de abril la norma sobre propiedad intelectual fue rechazada por el pleno, no así la de derecho de autor. ¿Por qué crees que quedó fuera?
-Por dos cosas: hay desconocimiento de que la propiedad industrial es una herramienta importante de desarrollo económico y se ignora que está a la par de los derechos de autor. Son simplemente dos ramas de la misma disciplina y siempre han ido de la mano. O sea, no se puede elegir una y dejar la otra afuera, tanto así que a fines del siglo XIX nace una gran convención de propiedad industrial, que es el Convenio de París y solo tres años después nace la de derechos de autor, el Convenio de Berna, promovido nada menos que por Víctor Hugo.
Por lo demás, las últimas tres constituciones han contemplado ambos aspectos de la propiedad intelectual: 1833, 1925 y la actual.
-¿Quizá hay algo de ignorancia sobre lo que significa?
-No quiero hablar de ignorancia, pero sí hubo desconocimiento y por eso se incorporó en la discusión muy tarde en la comisión de Sistemas de Conocimiento. Eso le he escuchado a algunos convencionales: “mire, se agregó a última hora y no se le pudo dedicar todo el tiempo debido”. Sin perjuicio de eso, la comisión lo aprobó y lo propuso al pleno. Pero en mi opinión esa no es una razón suficiente para que la Convención lo haya rechazado. Es como decir que los interesados en el derecho a la salud, no promovieron bien el tema y por lo tanto queda fuera, siendo que es responsabilidad de los convencionales revisar las materias constitucionales. Bastaba haber visto la constitución actual y ver qué hay, qué nos falta y qué queda. Entonces hubo bastante desconocimiento y en algunos yo creo que hay ciertos prejuicios.
-¿Cómo cuáles?
-Se piensa que beneficia a las grandes empresas. Sobre los derechos de autor, en cambio, hay una visión romántica, porque tiene que ver con autores, artistas, aunque también con software, con programas computacionales, y con industrias culturales. Muchos derechos de autor pertenecen a empresas. Pero se piensa que la propiedad intelectual tiene que ver solamente con industrias multinacionales, lo que no es cierto. Por supuesto que las patentes de invención son importantes para empresas grandes chilenas, como Crystal Lagoons o The Not Company. Pero si ves las cifras de patentamiento en Chile, la mayoría de las solicitudes son de personas naturales.
Segundo, en el segmento de empresas quienes encabezan los mayores números de solicitudes de patentes son pymes y en general las que más piden patentes son las universidades, la Católica, la USM, la U de Concepción, la Chile.
Tercero, con las marcas ocurre lo mismo: se piden 50 mil marcas todos los años por parte de chilenos y la gran mayoría son de personas naturales y de pymes también.
-Además, el tema de las denominaciones de origen es importante, porque promueve proyectos muchas veces artesanales. ¿Es así?
-Claro. Las denominaciones de origen son parte de la propiedad intelectual. Benefician a comunidades rurales, agrícolas, muchas veces muy pobres. Es lo único que tienen y no han tenido la fuerza y la organización que tuvieron los artistas para defender la incorporación del derecho de autor a la constitución, que lo hicieron muy bien por lo demás.
-También se confunde propiedad industrial y derecho de autor.
-Propiedad intelectual es el género: se refiere a la protección legal que se otorga a las creaciones del intelecto. Se divide entre derechos de autor, que protege la expresión original de una idea, y la propiedad industrial, que incluye patentes de invención, las marcas, los logos, los secretos comerciales.
Entra en vigor la próxima semana una ley que yo promoví, que es una reforma a la ley de propiedad intelectual, donde se van a aceptar todo tipo de marcas: olfativas, en movimiento, hologramas, etc.
-El proyecto que fue rechazado por el pleno, ¿estaba bien hecho, era correcto?
-No era mi óptimo, pero la comunidad de propiedad intelectual se daba por satisfecha por el solo hecho de que mencionaba a la propiedad intelectual en la Convención.
-¿Hay opciones de que sea retomado en otra comisión, como la de Derechos Fundamentales?
-Ocurrió el viernes pasado en la Comisión de Derechos Fundamentales: se incorporaron dos indicaciones, por parte del vicepresidente Gaspar Domínguez y el convencional Patricio Fernández, y están en el informe que se está discutiendo en estos días para mandar al pleno. Entonces mi esperanza es que la comisión lo apruebe y se mande al pleno para que sea discutido y aprobado. No todo está perdido.
-¿Es una buena propuesta?
-Es un buen artículo en general. Las indicaciones de los convencionales Domínguez y Fernández nos alejan del debate entre una protección excesiva y el acceso libre total: entre el todo o nada, y entre el reconocimiento a solo una de las formas de propiedad intelectual y la anulación de la otra. Como un país que ve a la ciencia y la cultura como herramientas de desarrollo, podemos aspirar a un sistema equilibrado, reconocido constitucionalmente, que al mismo tiempo compatibilice que autores, inventores, empresas y universidades desarrollen e inviertan en la generación de conocimiento y que la ciudadanía pueda acceder a bienes de interés público.
-¿De qué forma?
-Porque no solo toma en cuenta la dimensión privada de la propiedad intelectual, lo que le concierne al titular de una marca, una patente o un derecho de autor, sino también reconoce que la propiedad intelectual cumple un fin social.
Los que son críticos de la propiedad intelectual o no les gusta es sencillamente porque no entienden para qué se ideó la herramienta: para generar más bienes públicos. Existe en todo el mundo y no tiene color político. China es el mayor solicitante de patentes del mundo. Cuba hasta hace poco era el país que más tratados multilaterales había suscrito en propiedad intelectual.
-¿Por qué dices que se creó para generar bienes públicos?
-El problema es que la gente, en general, no invierte en bienes públicos. Y el conocimiento, la tecnología y la innovación son bienes públicos. Si la gente crea conocimiento que sea muy susceptible de copia, se produce un desincentivo a seguir innovando.
Lo que hace el estado es generar un monopolio, algo que no nos gusta, pero es temporal. La persona paga la patente, el estado la protege a cambio de que su invento divulgue el conocimiento que está en la patente. Eso resuelve una falla de mercado muy importante. La marca, por otro lado, te facilita la decisión de compra, uno sabe que una marca denota el origen empresarial del producto, ciertas características, calidades.
-¿Has hablado con Fernández y Domínguez?
-Sí, he hablado con ellos. Y creo que entienden el problema que está ocurriendo y que Chile requiere de una disposición de este tipo. Se han creado ministerios de Ciencia y Cultura, que tienen que ver con propiedad intelectual. El gobierno ha declarado que quiere subir los presupuestos al 1% en cultura y en innovación. En un mes empieza el Protocolo de Madrid, que va a servir para que nuestras marcas se internacionalicen y va a generar muchos ahorros a las pymes chilenas. En los últimos dos años han subido muchísimo las solicitudes de marca. Los porcentajes son sin precedente. Esto muy probablemente es porque la crisis, la pandemia, ha llevado a que mucha gente emprenda. Y lo primero que se hace es tomar una marca o un dominio. Lo mismo pasa con las solicitudes de patentes, que han subido mucho, lo cual es una muy buena noticia.
Entonces, sería una inconsistencia dejar fuera a la propiedad intelectual del texto.
-¿Cómo evalúas a la convención en general?
-Están trabajado 24/7, lo que es bienvenido porque entre más discusión haya, mejor. Espero que de esta forma se entregue un buen borrador constitucional.
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