-La carta de Chile Vamos condenando la violencia política, ¿es un documento histórico importante o forma parte del juego político que se ha dado alrededor de los 50 años del golpe?
-El documento en sí mismo no es tan relevante en su contenido. La señal política es la decisión de Chile Vamos de no participar finalmente de las actividades que La Moneda ha organizado en torno a la conmemoración. Eso marca el punto, lo verdaderamente significativo del hecho.
-En la conferencia de Chile Vamos se dijo que en el acto oficial iba a haber gente víctima de derechos humanos y a la vez se iba a hacer un homenaje a Allende. Entonces, importaba tanto el texto como el contexto. ¿Compartes esos argumentos?
-Efectivamente en las últimas semanas hemos visto una profundización del quiebre que hay en la sociedad chilena respecto de cómo evaluar la significación histórica del 11 de septiembre. Ese es el tema de fondo. Se han remarcado las miradas contrapuestas respecto del fenómeno. Para la derecha, el golpe de Estado no se puede evaluar ni analizar sin el contexto de lo que ocurrió antes. Y por su parte, la izquierda lo que busca es que el golpe sea evaluado y analizado fundamentalmente en función de lo que vino después.
Más allá de la reafirmación de rechazar las violaciones a los derechos humanos que ocurren en dictadura, el hecho de que los chilenos hayamos empezado a discutir sobre la Unidad Popular y las causas del golpe; ese giro, ese cambio, me parece algo históricamente relevante.
-¿Piensas, como dijo Chile Vamos, que el presidente Boric lo que ha hecho ha sido más bien dividir que unir?
-La Moneda abrió una compuerta que no quería abrir y que era discutir sobre lo que ocurrió antes del golpe, cuáles fueron las causas que llevan finalmente al al término de la Unidad Popular y al inicio de la dictadura militar. En ese sentido, el resultado para La Moneda producto de su mal diseño fue abrir una discusión y un debate que la izquierda nunca ha querido abrir.
-¿Fue contraproducente intentar una verdad consensuada o un documento general sobre el golpe?
-Boric no fue capaz de calibrar que la manera como estaba abordando la conmemoración del golpe, iba a terminar teniendo un efecto muy contraproducente, iba a generar más división e iba a abrir además un debate sobre la Unidad Popular. Y, además, agregar una arista sobre la violencia política en los últimos años en Chile. En ese sentido el resultado para La Moneda es claramente negativo.
-Jorge Schaulsohn decía que la derecha se sacó el sentimiento de culpa por haber apoyado el golpe. ¿Estás de acuerdo?
-Sí. Y creo que es algo que están empezando a confirmar las encuestas. Como la de Pulso Ciudadano, donde más de un 35% abiertamente justifica el golpe de Estado. Que haya crecido la opción de explicar las razones históricas que lo hicieron válido y legítimo para un sector de la sociedad chilena, probablemente sea el mayor costo y el mayor perjuicio que el gobierno con su diseño le generó a la izquierda.
-Esta mañana, los dirigentes de Chile Vamos decían que condenaban la violencia antes del golpe y después del golpe. Pero el golpe mismo parece que no se condena.
-Sí, yo creo que para la derecha el golpe es un hito histórico. La derecha no está dispuesta a condenar el golpe porque de alguna manera siente que fue un escenario inevitable, producto de las circunstancias políticas que se generaron durante la Unidad Popular. La derecha no quiere validar la tesis de la izquierda de que el golpe en sí mismo, no tiene ninguna relación con lo que fue el Gobierno de la Unidad Popular.
-También en la conferencia hablaron contra la violencia del crimen organizado. ¿Hay un error de concepto?
-Yo creo que la derecha con este documento quiere incluir no sólo lo que significó el quiebre de la democracia, sino también una mirada respecto de lo que fue el estallido social. En especial de la legitimación de la violencia por parte de un sector político y de un sector de la sociedad durante el estallido. Y también los problemas de violencia política y de terrorismo que existen hoy día en la Macrozona Sur.
-En la Cámara hubo un acuerdo de proyecto de condena a la violencia del estallido social. ¿Cómo interpretas el rechazo del Partido Comunista y el Frente Amplio?
-Eso viene a confirmar que el problema de fondo que se ha planteado en este aniversario, no solo tiene que ver con la Unidad Popular, el golpe y las violaciones de los derechos humanos, sino que a partir del 18 de octubre se reinstaló en Chile una controversia política, un quiebre político muy fuerte, respecto de la validez de la violencia para obtener determinados fines políticos.
-¿El presidente Boric se está quedando un poco solo en esta conmemoración? ¿Será un circo pobre como dijo Alfredo Jocelyn Holt?
-La idea inicial del Presidente, que era positiva y valorable, de generar una reflexión conjunta que apuntara a un reencuentro en la sociedad chilena, fracasó categóricamente. El gobierno no tuvo ni la inteligencia política ni la capacidad para poder llevarlo adelante.
-Quizás como nunca antes, como decías, la Unidad Popular se ha puesto en el centro de la reflexión crítica. Se han editado varios libros importantes. Se dio un giro, que no se esperaba en estos 50 años del golpe.
-Esa es la gran derrota del actual oficialismo. Abrieron una compuerta para discutir sobre la Unidad Popular, sobre los errores del gobierno de la Unidad Popular, que llevaron al golpe de Estado. Y sobre la violencia política que justifica parte de la izquierda. Esos son los dos grandes errores, que permitieron que el tema pudiera conectarse con la violencia ocurrida durante el estallido. Y el gran acierto político de la derecha es haber logrado conectar ambas cosas: la violencia del 73 y la del estallido
-¿Pero son hechos de distinta magnitud?
-Lo que confirma esta conmemoración es que el estallido social marcó un antes y un después en la revalorización de la mirada histórica sobre la Unidad Popular, sobre el golpe, sobre los derechos humanos. Precisamente porque el estallido social lo que hizo en Chile fue reinstalar el tema de la validez o de la legitimidad de la violencia para determinados sectores políticos.
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