Octubre 9, 2023

Mark Fisher: lectura clave para comprender el auge y caída frenteamplista. Por Jorge Ramírez

Cientista Político. Libertad y Desarrollo.

Las ideas de Fisher pueden servir como una gran provocación intelectual, como una erudita guía de referencia sobre los procesos de continuidad y cambio de nuestra cultura desde un prisma crítico y de izquierda. Pero, definitivamente para lo que no sirven, es para gobernar.


31 de julio de 2018. El Diputado Gabriel Boric Font, posteaba en la red social Twitter una fotografía del libro Realismo Capitalista, en particular, del ensayo 6 de octubre de 1979: “no te comprometas con nada” del autor británico Mark Fisher.

En el tuit de Boric, se mostraba una frase resaltada con destacador naranjo que señalaba lo siguiente: “La tarea de repolitizar el ámbito de la salud mental es urgente si es que la izquierda quiere ser capaz de desafiar el realismo capitalista”. En el posteo, Boric además agradecía a Giorgio Jackson por haberlo introducido en la lectura de Fisher. “Gracias @GiorgioJackson por la recomendación”.

Muchas cosas pueden ser desprendidas del posteo de Boric. En primer lugar y para comenzar desde lo más evidente, Boric, Jackson y probablemente los líderes más influyentes de esa generación leyeron a Fisher. En segundo lugar, no sólo lo leyeron, sino que hubo cosas de Fisher que llamaron la atención en la reflexión intelectual de Boric y, por consiguiente, del Frente Amplio. En tercer término, es evidente que Fisher inspiraría determinados cursos de acción política frenteamplista.

A la luz de lo anterior, no deja de impresionar el hecho de que uno de los autores referencia de la generación gobernante sea un perfecto desconocido en los círculos de toma de decisión de la derecha, del empresariado y la elite. ¿Cuántas personas de derecha han leído a Mark Fisher? Probablemente pocas, muy pocas.

¿Quién es Mark Fisher?

El crítico cultural británico Mark Fisher ofreció probablemente uno de los últimos destellos de ideas que vinieron a iluminar al pensamiento de izquierda. Provocador y perspicaz, pero por sobre todo un personaje complejo. Su pensamiento es de algún modo indisociable de sus propias experiencias vitales. Partiendo por el hecho de que fue diagnosticado de una severa depresión que lo acompañó durante buena parte de su vida, la que culminó en el suicidio en el año 2017 cuando tenía 48 años. No por nada, una de sus obras fundamentales lleva como título Los fantasmas de mi vida.

Lo novedoso de Fisher es que elabora su reflexión a partir de claves y referencias que emanan de una mixtura entre filosofía política y sociología, con eruditas referencias de cine, series, rock y cultura pop. Buena parte de su obra remite a ensayos y artículos publicados en revistas de crítica cultural y un blog llamado K Punk, el que se transformó en punto de referencia de círculos intelectuales británicos que tuvieron como epicentro la Universidad de Warwick, pero luego expandirían sus fronteras.

Para comenzar, hay que entender que Fisher escribe desde la derrota. Buena parte de su obra se sitúa entre el auge del nuevo laborismo británico, incapaz de desatar las amarras del capitalismo y los gobiernos conservadores sucesivos.

Como relata Henry Kissinger en su libro Liderazgo, cuando Tony Blair ganó las elecciones británicas en 1997, Kissinger escribió una carta a Margaret Thatcher felicitándola por haber sentado las bases de este importante giro en la izquierda: “Nunca pensé en felicitarte por una victoria laborista en unas elecciones británicas, pero no me puedo imaginar nada que reafirme más tu revolución que el programa de Blair. Me parece que está más a la derecha que el Gobierno conservador que precedió el tuyo“.

Es en este desalentador panorama político para la izquierda, en que se desenvuelve la vida de Fisher. Marcada por un permanente divagar entre estudios de postgrado en torno a áreas de baja remuneración, desempleo o, en el mejor de los casos, trabajos a jornada parcial. Un intelectual sobre educado, pero a la vez, inservible desde la óptica de mercado.

Para el otrora profesor de la Universidad de Warwick, el capitalismo, al exacerbar la responsabilidad individual ha hecho creer a los miembros de la clase trabajadora que la pobreza, la falta de oportunidades y el desempleo son de exclusiva responsabilidad de quienes padecen estas desventuras. “Nos han hecho creer que somos responsables de nuestra propia miseria”.

El camino propuesto por Fisher para superar la inercia descrita sería convertir la desafección privatizada en ira politizada. Aferrándose así a la tesis de que los remordimientos personales se disuelven cuando sus causas estructurales son identificadas colectivamente.

Fisher mediante una pluma filosa, aguda y a ratos sombría, retrata a una izquierda inerte y subordinada a los códigos éticos, sociales y culturales del capitalismo. De hecho, acuñó el concepto “realismo capitalista”, entendido como un estado de castración anímica de la contra cultura izquierdista, una deflación de la conciencia transformadora, donde es imposible pensar un futuro sin capitalismo; porque no habría alternativa a él: “la idea muy difundida de que el capitalismo no solo es el único sistema viable, sino que es imposible incluso imaginarle una alternativa”.

A continuación, se plantean algunas claves del pensamiento de Fisher que permiten plantear la tesis de que ha sido una inspiración del pensamiento y el accionar frenteamplista.

Politizar la salud mental: ¿superar la depresión haciendo la revolución?

El Presidente Boric identificó con cierta pericia que la depresión y los trastornos de salud mental, especialmente aquellos asociados a la ansiedad, son una suerte de enfermedad endémica de nuestro tiempo, particularmente en las nuevas generaciones.

Boric es el primer Presidente de Chile que habló sin tapujos de sus problemas a nivel de salud mental, lo que en un pasado se hubiera considerado un flanco de debilidad, en el presente millennial pasó a transformarse en un atributo. El líder del Frente Amplio llevó temáticas como el excesivo costo de las terapias psicológicas y psiquiátricas al foro de los debates presidenciales en horario estelar, conectando hábilmente con una verdad cada vez más saliente, pero incómoda.

Pero en un nivel más profundo, Boric también vincula los trastornos de salud mental al sistema neoliberal. En una entrevista en CNN, cuando era diputado planteó que “el suicidio siempre se ha abordado desde un punto de vista de crisis personales y no se toman en consideración los aspectos sociales que influyen en él (…) hay patologías de salud mental que no tienen un carácter biológico, sino que tienen que ver con el medio en que nos desarrollamos, con la cultura del exitismo y la cultura del mérito”. Al menos en este punto, la lectura de Fisher jugó un rol importante.

En el breve ensayo Bueno para nada, probablemente su escrito más potente, Fisher conceptualiza un entendimiento diferente de la depresión y sus causas. La tesis del crítico cultural es que es preciso dejar de concebir a la depresión desde un enfoque estrictamente individual, para entenderla desde un prisma impersonal; político y colectivo.

El autor sostiene que una noción de las enfermedades mentales como un problema químico o biológico individual representa ventajas enormes para el capitalismo. Ya que, aísla a los sujetos restringiendo su superación al ámbito estrictamente individual, funcional a la lógica “neoliberal” y porque ofrece un horizonte meramente farmacológico que beneficia a los grandes laboratorios y compañías farmacéuticas.

En otro provocador ensayo titulado Impotencia reflexiva “inmovilización” y comunismo liberal Fisher denuncia a la nueva generación británica de cierta lasitud hedónica: sumida en la depresión, ansiedad y volcada al cocktail de narcosis suave, Playstation, TV y marihuana.

El patrón a seguir por Fisher sería la juventud francesa, siempre crítica y movilizada, que contrasta con la sumisión de los jóvenes británicos, curiosa referencia que pone sobre relieve la poca implicancia práctica de las ideas de Fisher, teniendo en consideración que la izquierda en Francia, más allá de las habituales protestas y esporádicos estallidos sociales, en la última década ha visto reducido su rol al de optar por el mal menor que representa la centro derecha liberal de Emannuel Macron o la amenaza derechista del Frente Nacional de Marine Le Pen.

Nadie medianamente sensato podría pensar que la depresión se puede curar haciendo la revolución.

De hecho, de acuerdo al psicólogo experimental de Harvard Steven Pinker la tasa de suicidio a nivel mundial no sólo no ha aumentado en los últimos 30 años, sino que ha disminuido en un 40%.

Una parte de mí quiere derrocar el capitalismo…

En el pensamiento hablado del Presidente Boric aún resuena Mark Fisher. En julio de este año, en una entrevista con el programa HardTalk de la BBC, el mandatario refutó al ex Ministro de Hacienda de Michelle Bachelet, Andrés Velasco (lo más parecido a un Tony Blair chileno), quien planteó que “el Presidente (Boric) debe entender que los chilenos no quieren derrocar al capitalismo, sino que quieren arreglarlo”.

La respuesta de Boric no se hizo esperar. “No estoy de acuerdo con Andrés Velasco, creo que eso está en disputa, en una disputa permanente”. Y, ante la pregunta “¿hay una parte de usted que quiere derrocar el capitalismo en Chile?” Boric manifestó: “Sí, una parte de mí (…) creo firmemente que el capitalismo no es la mejor manera de resolver los problemas en la sociedad”.

Seguramente los bajos niveles de serotonina de Fisher se habrían elevado tras escuchar las declaraciones de Boric. Buena parte de la reflexión del intelectual británico tuvo como norte el impedir la resignación de la izquierda a continuar dando batalla por superar el capitalismo. La victoria del ethos cultural neoliberal en palabras de Fisher habría llegado al límite de plantear que es más fácil imaginar el fin del mundo, que el mundo sin capitalismo.

En este sentido, la crítica de Fisher a una izquierda que gobierna con las premisas neoliberales es idéntica a la crítica frenteamplista formulada a la ex concertación y que el propio Boric enarboló durante prácticamente una década. En el Presidente Boric conviven por un lado ciertos retazos de la lectura de Fisher que invitan a rebelarse al capitalismo, con cierta resignación que imponen las restricciones de gobernar el mundo real.

Más allá de lo estimulante que pueda ser para el pensamiento hiper intelectualizado de izquierda la reflexión de Fisher respecto de la necesidad de superar el capitalismo, su pensamiento deviene en estéril, toda vez que no propone un modelo alternativo.

Sin ir más lejos, y aunque parezca trágico, Fisher dentro del agobio profundo de su depresión y desesperanza ante el estado de la izquierda británica de los años 90 y 2000, miraba con ilusión lo que proyectos “transformadores” como Podemos en España o Syriza en Grecia estaban desarrollando, planteando que: “está empezando a parecer como si, en lugar de ser el fin de la historia (referencia al texto de Fukuyama), el realismo capitalista hubiera sido un hiato de treinta años (…) la conciencia está aumentando nuevamente”.

Todos sabemos cómo ese resurgir de la conciencia en España y en Grecia culminó: rotundos fracasos. Probablemente el destino del Frente Amplio tampoco corra mejor suerte.

No hay romance sin finanzas y los complejos atávicos con la economía

Fisher en su ensayo No hay romance sin finanzas, mira con cierta preocupación y desprecio el papel que la economía juega en la vida de las personas. Le sorprende cómo cada vez más las personas anteponen sus proyectos individuales por sobre la realización afectiva y sentimental.

Por cierto, nuevamente culpa al capitalismo, el que promovería en su visión, una forma de subjetividad que enaltece los niveles de independencia de los otros, inclusive en la intimidad, estimulando la competencia permanente -incluso entre las parejas- y la inseguridad en los estilos de vida, los cuales, cambian a la par de la volatilidad de las transacciones bursátiles de Wall Street o la bolsa de valores de Londres. Así, no es posible confiar en los otros ni proyectar un futuro -incluso en pareja- de largo plazo.

Nuevamente la sobrepolitización izquierdista, reflejada en el pensamiento de Fisher hace confundir los planos. El ideal para el autor es que las personas, en especial aquellas pertenecientes a la clase trabajadora, vieran en su pareja sentimental un “compañero” con quien compartir las tensiones provocadas por el perverso sistema capitalista. El retorno a esa vieja idea de “los compañeros de lucha”.

Mañosa y estrecha interpretación, quizás retrógrada, de hecho, Fisher ve con recelo cómo hoy ciertas mujeres se niegan a renunciar a su independencia económica para estar con hombres que consideran vagos e inútiles. Acaso aquello ¿tiene algo de malo? Sin ir más lejos, el capitalismo ha permitido niveles de autonomía e independencia de la mujer como ningún otro sistema de organización económica en la historia.

El amor contemporáneo, según Fisher, no podría pensarse fuera de la lógica capitalista, que inunda todo. Nuevamente, el autor no reparó en que el desarrollo de una persona es integral es biopsicosocial, involucra el ámbito afectivo, emocional, pero también profesional y económico. La economía no es otra cosa que la ciencia que estudia los métodos más eficaces para satisfacer necesidades humanas materiales, mediante el empleo de bienes escasos.

Durante la pandemia, aprendimos que cuidar la economía también es proteger la vida de las personas, la economía es parte de la vida, no puede entenderse de forma aislada a ella. Pese a las críticas que la izquierda formuló a este enfoque, Gabriel Boric incluido.

Mientras esta generación no supere ciertos complejos atávicos con su comprensión de la economía, alimentados por autores como Fisher, probablemente ésta seguirá siendo su gran flanco débil, como de hecho, lo está siendo hoy.

La culpa no es de Fisher

Las ideas de Fisher pueden servir como una gran provocación intelectual, como una erudita guía de referencia sobre los procesos de continuidad y cambio de nuestra cultura desde un prisma crítico y de izquierda. Pero, definitivamente, para lo que no sirven, es para gobernar.

De todos modos, el problema no es de Fisher, sino de quienes extrapolan los fantasmas de su vida a la toma de decisiones en política, como al parecer lo ha hecho el Presidente Boric.

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