Liderazgo líquido, gobierno precario. Por Sergio Muñoz Riveros

Ex-Ante
Crédito: Agencia Uno.

Los ministros del comité político parecen prisioneros de un diseño político ya agotado. El problema es que ninguno se muestra dispuesto a reconocer que el programa presidencial no tiene posibilidades de materializarse, y que solo queda actuar con modestia. Como nadie quiere dar señales de debilidad, siguen actuando como si recién hubieran llegado a La Moneda, como si no hubieran pasado el 4 de septiembre y el 7 de mayo.


Los recientes cambios al gabinete efectuados por Boric solo sirvieron para confirmar cuán endeble es la base de sustentación de su gobierno y cuán borroso es el horizonte hacia el cual parece dirigirse. A estas alturas, proyecta la imagen de un gobernante que hace equilibrios en medio de un cuadro de indigencia política. Es visible que el Frente Amplio se va encogiendo, golpeado fuertemente por los latrocinios que han tenido a RD en el centro de las vergüenzas.

En este escenario, ¿qué representan el PS y el PPD dentro el gobierno? Nadie lo sabe. ¿Qué puede esperarse de sus representantes en un contexto de confusiones y pugnas oficialistas que revelan signos de decadencia? No mucho, parece. Ambos partidos están preocupados sobre todo de no alejarse de Boric, quien, mal que mal, reparte las cartas en el juego. ¿Quiénes sacaron ventajas con el ajuste? El Partido Comunista, sin duda, y la corriente de funcionarios promovidos por Michelle Bachelet, la principal consejera del mandatario.

No sabemos hacia dónde quiere ir Boric. O, mejor dicho, hacia dónde puede ir. Todavía no cumple un año y medio desde que llegó a La Moneda, y mucha gente tiene la sensación de que ha pasado un largo tiempo, en lo cual influye la acumulación de factores de incertidumbre. En diversos sectores, se plantea la misma pregunta: ¿puede resistir el país los dos años y medio que quedan de mandato presidencial sin experimentar graves desajustes? Lamentablemente, no hay una respuesta tranquilizadora.

El país ha retrocedido en términos económicos, y eso, como bien sabemos, lo condiciona todo. Sin inversiones y sin crecimiento, no hay reales posibilidades de progreso. La incomprensión de ello está en la raíz de la errática gestión del gobierno, en lo cual ha gravitado por supuesto el deseo de “derrocar el capitalismo”, como dijo Boric en Europa.

En noviembre de 2021, el actual embajador en Brasil, Sebastián Depolo (exsecretario general de RD), nos advirtió sobre lo que venía: “Vamos a meterle inestabilidad al país porque vamos a hacer transformaciones importantes”. Se ha cumplido plenamente tal anuncio. ¡Vaya si le metieron inestabilidad al país! En realidad, no han hecho otra cosa todo este tiempo. En nada ha sido Boric más persistente que en esa faena.

Los ministros del comité político parecen prisioneros de un diseño político ya agotado. El problema es que ninguno se muestra dispuesto a reconocer que el programa presidencial no tiene posibilidades de materializarse, y que solo queda actuar con modestia. Como nadie quiere dar señales de debilidad, siguen actuando como si recién hubieran llegado a La Moneda, como si no hubieran pasado el 4 de septiembre y el 7 de mayo.

Si el gobierno actuara con sentido de realidad en materia de pensiones, por ejemplo, y no obsesionado por el objetivo de echar abajo las AFP a cualquier precio, podría favorecer un acuerdo con la oposición para mejorar la Pensión Garantizada Universal con cargo a rentas generales del Estado. Sería un logro concreto que beneficiaría a miles de personas. Pero, ello implica dejar de lado la idea de crear una nueva burocracia estatal para controlar las cotizaciones previsionales, o la porfía de imponer un reparto del 6% adicional entre las cuentas individuales y un fondo común, lo que concita enorme rechazo en todas las encuestas.

La campaña de la ministra del Trabajo y el ministro de Hacienda en regiones para agitar la consigna de que el mejoramiento de las pensiones exige subir los impuestos constituye, luego de los saqueos del caso Convenios, una burla completa. El gobierno debe cuidar los recursos del Estado, y no lo ha hecho. Gasta en propaganda en lugar de atender las urgencias.

El país podría responder mejor a los retos planteados en el ámbito de la atención de salud. El Congreso podría estudiar seriamente la perspectiva de establecer un seguro universal. No es utópico proponerlo, como lo planteó hace poco la ex subsecretaria de Salud Paula Daza. El asunto es fijar bien las prioridades, y no malgastar los recursos el Estado.

Están gobernando los antiguos dirigentes estudiantiles que voceaban hace pocos años la necesidad de una “educación pública, gratuita y de calidad”, pero no hay señal alguna de que eso les preocupe ahora que están en el poder. ¿Qué va a hacer el nuevo ministro de Educación para mejorar la calidad de la enseñanza, que es lo que realmente importa? Se trata de un problema que tiene enormes implicancias sociales, porque los alumnos que hoy cursan la enseñanza básica y media tendrán un porvenir muy oscuro si quienes gobiernan no son capaces de tomar medidas de emergencia para elevar los aprendizajes.

¿Qué herencia dejará el gobierno en materia de seguridad pública y combate a la delincuencia? ¿O respecto del terrorismo en el sur, donde las bandas que queman iglesias y escuelas no retrocedieron por el hecho de que Boric creara una Comisión para la Paz y el Entendimiento? ¿Considera la ministra del Interior la posibilidad de que las policías organicen un allanamiento de Temucuicui con las todas las fuerzas que sean necesarias?

A Boric solo le sirve actuar con sentido de las proporciones y tratar de mejorar lo que existe. Tiene que pensar más en Chile que en su bando político. Es preferible que no imagine grandes transformaciones que pueden terminar en grandes desastres. No debe imitar a Allende.

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