El diputado Lautaro Carmona pertenece a esta larga genealogía de comunistas sureños, a la que pertenecía también el recién fallecido Guillermo Tellier, al que vino de alguna forma a reemplazar. Hijo de profesor y poeta chillanejo, pero administrador público él mismo, Lautaro Carmona es un hombre del “aparato”, un cuadro político que uno puede estar seguro de que no diría nada que el partido no le ordene decir.
Un soldado ejemplar del silencio que traslada una sonrisa que es cualquier cosa menos feliz, y unos ojos que no brillan jamás bajo ninguna circunstancia.
Su carácter frio e inmóvil es, ya lo dijimos, muy útil en cualquier clandestinidad, y radicalmente temible en cualquier purga. Nada mal, lejos del personaje que el capricho, el idealismo y el voluntarismo político del que está haciendo gala al defender unas pensiones de gracia para actores menos que secundarios del estallido social.
La propuesta de terminar en las cortes internacionales para anular el fallo sería una locura en cualquier boca, pero lo es también en los secos y exiguos labios de Lautaro Carmona. Labios que no dicen casi nunca nada de lo que siente, o sueña, labios que suelen solamente informar la posición oficial de un partido que solía permitirse estados de ánimos. Menos si estos contradicen los del presidente y sus ministros más cercanos, haciendo imposible una alianza ya de por si difícil.
Para entender esa obsesión por inventar escaramuzas, inmolarse por un par de tontos rematados, y tensionar por nada o por casi la alianza de gobierno, hay que descartar los principios, o el delirio.
Si Lautaro habla es porque algo más grande que sus palabras lo hacen hablar. Las pensiones de gracia, podría apostar el dedo meñique, no le importan nada, pero si le interesa preparar desde ya la batalla irremediable que nos ocupará las próximas semanas, Una batalla que tiene como máximo símbolo una mujer: La alcaldesa de Santiago Irací Hassler.
Aunque Lautaro Carmona no la menciona aún, es más o menos evidente que su empeño por pelearse a partir de cualquier tema con los socialistas y los PPD, tiene que ver con el gesto de audacia de estos de proponer para la comuna más importante del país, otro nombre que no sea la alcaldesa incúmbete.
Es eso lo que está en juego en la jugarreta de las pensiones de gracia, la sensación de Lautaro Carmona de que, si los socialistas desembarcaran a Irací, su poder de negociación dentro y fuera del gobierno se derrumba irremediablemente. Con la urgencia de hacerle ver a sus socios que el PC juega a ser oposición, la escasa capacidad de maniobra del gobierno puede volverse menos que nula.
Pero ¿Qué tiene que ver Lautaro Carmona con Irací Hassler? El hombre parco de Chile adentro, Lautaro. De origen popular o de clase media esforzada, curtido en la clandestinidad, no tendría por qué perder su capital político, en una joven que sonríe porque sí y porque no, que es difícil escuchar mucho rato sin un analgésico a mano, con una gentileza estresada, que no tiene ningún poder de contención política, que simplemente se dedica a explicar de la manera más complicada lo inexplicable.
Una “niña bien” que está prolongando su trabajo voluntario y que representa justamente todo lo que los comunistas aprenden en los libros de Lenin a odiar: El voluntarismo suicida del izquierdismo. El izquierdismo que el mismo Lenin llamaba enfermedad infantil del comunismo.
Mientras la ministra Jara hace malabares imposibles para salvar la ley de pensiones. Mientras la ministra Vallejo no abandona la sonrisa y la seriedad para encarnar la mejor parte del gobierno, Lautaro Carmona amenaza y se enoja, gime y advierte que no le toquen a Irací ni a Jadue, ni a ninguno de sus soldados en el territorio.
Pero es en el territorio donde justamente la insuficiencia de la formación política, del control de cuadro, de la selección de personal del comunismo posgladys, se hace mas visible. Porque ¿cómo se explica que Daniel Jadue dedique la mayor parte de su tiempo a animador de programas de la televisión iraní sobre Palestina? ¿Y como se explica que Irací Hassler pase lo mejor de su tiempo explicando porque compró una clínica en muchas veces su valor? Escándalos que por cierto no les llegan a los talones a los protagonizados por Cathy Barriga y su consejo municipal de ositos de peluches.
Pero ¿se podía esperar mucho más de la Robotina? ¿No esperaron los que votaron por ella algo rosado y brillante y bailarín que salvara a Maipú de ser Maipú? El que vota comunista no espera osos de peluche, ni matinales, sino una ideología del siglo XX llena de músculos, trabajadores y trabajadoras, subsidios, papeleos, vigilancia en todas las esquinas.
De los comunistas se esperan políticas sociales, se espera seriedad e incluso aburrimiento. Se espera a Lautaro Carmona. Pero el ecofeminismo, pero la perspectiva de género, pero los perritos y los gatitos y la fritanga en carros de supermercado no tendrían que ser parte de la agenda del comunismo chileno clásico. Sobre todo no lo es la debilidad evidente con que la alcaldesa ha ejercido el poder achicando los ojos lo más que puede como para no ver lo que está viendo.
Los socialistas democráticos no han entendido el núcleo de esta contradicción y quieren cobrar por ello. Los comunistas quieren ser jóvenes y defender pedófilos tiradores de piedra, delincuentes más o menos comunes, y una alcaldesa en eterno rodaje. El viejito quiere andar en moto y fumar hongos para soñar un mundo mejor.
Pero este gobierno necesita adultos, desesperadamente adultos que los socialistas se han ido aprontando a ser, quitándole a los comunistas el lugar de columna vertebral de este gobierno. Claro que no gratis, claro que no porque sí. Lautaro Carmona quiere dejar en claro que va a dar batalla, aunque tenga para ello que defender lo indefendible.
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