El presidente Boric le debe muchísimo al Partido Socialista que lo respaldó y resolvió no acompañar a sus históricos socios concertacionistas en la aventura de una lista separada que, a juicio de Boric, significaría la división y el debilitamiento de su gobierno.
Tanto le importaba que suspendió sus vacaciones involucrándose personalmente, arriesgando su capital político para impedir las dos listas; y si bien es cierto no lo logró completamente, no hay duda que sin la participación del Partido Socialista lo del PPD, PR y DC pasó a ser una aventura sin destino.
Ahora, los socialistas se transformán en el partido más importante e influyente del gobierno, una especie de primus inter pares. El Partido Socialista hizo por Boric lo que no fue capaz de hacer por Allende, apoyarlo incondicionalmente.
La decisión puede resultar traumática para el socialismo y no todos estuvieron de acuerdo, pues implica cambiar el eje de sus alianzas políticas de los últimos treinta años y volver a las viejas tesis “frentistas” de la unidad de toda la izquierda sin exclusiones, que son minoritarias en la sociedad.
La reedición de una política de alianzas propia de los años 60 significa un enorme retroceso doctrinario para la renovación socialista y un giro innegable hacia la izquierda y pone en peligro su hegemonía como expresión del socialismo democrático.
Para el PS se trata de una apuesta muy riesgosa; une su destino de manera indisoluble al éxito y al fracaso del gobierno de Boric, un presidente mal evaluado e impopular.
También se expone a una derrota electoral en las elecciones de consejeros constitucionales porque el rol protagónico que jugó Boric en las negociaciones para la lista única la han transformado en la lista oficialista, la lista del Apruebo, la lista del gobierno; un estigma que puede ser aún más dañino que lo de la lista del indulto.
En cuanto al PPD, quién habría pensado que un partido cuyos máximos líderes, hace poco más de un año decían que había “cumplido su ciclo vital” y que “era hora de superarlo”, sería capaz de resistir las presiones del gobierno y del Partido Socialista y levantar una lista propia junto al Partido Radical y la Democracia Cristiana para la elección de consejeros constitucionales.
También es una apuesta muy arriesgada porque los partidos que conformarán esta nueva “alianza” están heridos en el ala, con divisiones internas, fuga masiva de militantes y pérdida de su base social de apoyo.
Será la lista de Los Tigres de Papel.
El PPD nunca ha competido en una elección con el Partido Socialista ya que siempre han ido en un sub-pacto (un sistema de subsidios cruzados) por lo que es difícil saber cuál es su verdadera votación y respaldo. En la última elección parlamentaria sacó mucho menos votos, diputados y senadores que el PS; y en las primarias presidenciales, Heraldo Muñoz, con toda su trayectoria y méritos, nunca logró despegar. Es un partido estructuralmente muy débil, con pocos recursos y un posicionamiento político totalmente errático que hace solo unos meses era partidario de la unidad de toda la izquierda, desde la DC hasta el PC para derrotar a la derecha, por lo que carece de credibilidad.
La idea de levantar una lista alternativa que excluya a la izquierda dura era atractiva y necesaria en los momentos actuales; pero un mínimo de realismo político indica que sin el Partido Socialista, el más grande e importante dentro del denominado socialismo democrático, está condenada al fracaso.
No veo un objetivo ideológico detrás de la decisión del PPD, sino una reacción angustiada ante la marginalidad a la que está sometido; un partido que está pasando a la irrelevancia necesitado de protagonismo, de recuperar un perfil perdido hace muchos años fruto de la complicidad de sus dirigentes con los mismos partidos de la izquierda que hoy le resultan infumables.
El PPD aspira a recuperar votos progresistas del Rechazo, pero al mismo tiempo pretenden seguir en el gobierno al cual le declara su total lealtad.
Dificulto que una lista compuesta por tres partidos en crisis existenciales logren captar una cantidad importante de votos del Rechazo; sobre todo porque no solo votaron sino que trabajaron con entusiasmo por el Apruebo y en el caso particular de la Democracia Cristiana reprimió duramente a sus dirigentes y militantes que apoyaron el Rechazo.
La relación entre PPD y el Partido Socialista fue siempre tormentosa; una especie de matrimonio sin divorcio, una unión forzada impulsada sobre todo por Ricardo Lagos porque le era funcional a sus aspiraciones presidenciales. ¡En esos años se decía que para Lagos el PPD era como un canario enjaulado, que puede cantar, pero no volar!
Este gesto de independencia del PPD, de recuperación de su identidad y autonomía frente al Partido Socialista, llega con más de diez años de retraso; el PPD surgió gracias a la visión del socialismo renovado encabezado por el senador Ricardo Núñez, que lideró la renovación de la izquierda democrática, lo que implicaba necesariamente romper la alianza histórica con el Partido Comunista y una visión autocrítica de la Unidad Popular.
Cuando eso empezó a cambiar con la reunificación socialista y después en el segundo gobierno de Michele Bachelet el PPD, lejos de reaccionar se radicalizó entrando en una competencia con el PS por quién era más de izquierda y el partido se desperfiló y perdió su nicho; y por eso no tuvo ningún reparo en intentar sumarse a la lista de Apruebo Dignidad en las últimas presidenciales, abandonando a la DC y a su propio candidato Heraldo Muñoz.
En nuestra sociedad hay un espacio importante para una opción socialdemócrata que hoy está vacía, porque ni el PPD ni el Partido Radical son socialdemócratas sino que partidos de izquierda democráticos, que no es lo mismo; y en esto no se diferencian en nada con el Partido Socialista.
El PPD seguirá moviéndose en la misma ambigüedad de siembre y en algún momento volverá a reencontrarse con el PS, pero ahora en términos mucho más desfavorables; el traspié electoral al que se expone tendrá consecuencias.
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