Noviembre 12, 2023

La raíz totalitaria del octubrismo. Por Sergio Muñoz Riveros

Ex-Ante
Sergio Micco durante los incidentes del miércoles en la Universidad de Chile.

El caso de Sergio Micco ilustra elocuentemente el método de la “cancelación”: consiste en construir la imagen de un enemigo execrable, merecedor del desprecio y el insulto, al que se debe negar el derecho a la palabra y, en lo posible, excluirlo de la vida pública. Para los fanáticos, la verdad es lo de menos. Se ven a sí mismos como la luz en un mundo de tinieblas. Es hora de que las autoridades universitarias no cedan ante el chantaje de los intolerantes de cualquier signo. Hay que defender el aire limpio de la libertad en todas partes.


El miércoles 8 de noviembre, Sergio Micco, profesor de la Facultad de Gobierno de la U. de Chile, concurrió a dictar una conferencia a la Facultad de Derecho de la misma universidad, la que se titulaba “El resurgimiento de los movimientos radicales en política debilita la democracia”. Antes, durante y después de su exposición, fue acosado y hostilizado por un grupo de estudiantes de las Juventudes Comunistas y de Convergencia Social (el partido de Boric), los que, con carteles y gritos, lo acusaban de ser “cómplice” de las violaciones de los derechos humanos en 2019.

En una proclama que distribuyeron para justificar su acción, afirmaron: “Brindar espacios a sujetos que no contribuyeron ni contribuyen con la tradición democrática, pluralista y de respeto a los derechos humanos que tiene nuestra Facultad (…) no termina siendo más que dañino para nuestra comunidad”. La proclama concluía diciendo que Micco encarnaba “la deshonra”.

Es una burla sangrienta que se invoque la democracia, el pluralismo y el respeto a los DD.HH. para justificar una técnica inmoral como la funa, asociada como está a la intolerancia ideológica, racial, religiosa y política de todos los tiempos. Es, rigurosamente, la caza de brujas, que ha dejado una estela de abusos y crímenes en la historia. La secuencia es conocida: primero, la estigmatización, y luego, la agresión directa. El fascismo y el stalinismo lo expresaron crudamente en el siglo XX, y el castrismo lo expresa hoy en Cuba, donde existen brigadas especializadas en apalear opositores.

En Chile, las furias sectarias ganaron terreno cuando la violencia, la destrucción y el pillaje asolaron Santiago y otras ciudades, en octubre de 2019. El golpismo de izquierda se alió entonces con los delincuentes para llevar adelante la revolución. En aquellos días, mucha gente vio salir desde la Facultad de Derecho de la U. de Chile a grupos de encapuchados que portaban bombas incendiarias para atacar locales comerciales, iglesias y universidades.

El caso de Micco ilustra elocuentemente el método de la “cancelación”: consiste en construir la imagen de un enemigo execrable, merecedor del desprecio y el insulto, al que se debe negar el derecho a la palabra y, en lo posible, excluirlo de la vida pública. Para los fanáticos, la verdad es lo de menos. Se ven a sí mismos como la luz en un mundo de tinieblas.

El intento de descalificar la labor de Micco en el Instituto Nacional de Derechos Humanos no se sustenta por ningún lado. En los días más duros de la revuelta, él puso toda su energía en defensa de los derechos humanos y lideró la presentación de más de 3 mil querellas por graves atropellos policiales.

El problema es que, dentro del Instituto, actuaba entonces un grupo de activistas que, usando la causa de los Derechos Humanos, promovía en realidad la crisis institucional y el derrocamiento del gobierno de Sebastián Piñera. Para ellos, la revuelta era el camino hacia “el gran cambio”. Micco no estuvo dispuesto a poner el Instituto al servicio del plan antidemocrático, y esa es la cuenta que hoy le cobran los militantes comunistas y frenteamplistas.

La revuelta de hace 4 años demostró ser políticamente rentable para los líderes del PC y el Frente Amplio. Comprobaron que, gracias a la pedagogía de la barbarie, consiguieron objetivos que en condiciones legales no habrían alcanzado. El vandalismo fue un recurso eficaz para poner de rodillas al Congreso Nacional e imponerle la creación de un segundo Parlamento, la desdichada Convención, a lo cual no se opuso ni un solo partido. Quedó demostrado que, en tiempos revueltos, el miedo es políticamente productivo. Jaime Quintana lo sabe.

Las convulsiones y confusiones de los últimos años han dejado lecciones insoslayables a la sociedad chilena. La principal de ellas es que la vida en libertad no se sostiene sola, y el Estado de Derecho tampoco. Otra lección es que la incapacidad para identificar a quienes amenazan la democracia puede conducir a los peores renunciamientos, como lo han demostrado los partidos del Socialismo Democrático. Las conductas medrosas y oportunistas alientan a los enemigos de la vida en libertad. ¿En qué situación estaríamos si el proyecto refundacional de la Convención, apoyado por quienes están gobernando, se hubiera impuesto?

No sabemos lo que opina la rectora de la Universidad de Chile sobre lo ocurrido en la Facultad de Derecho. En todo caso, mucha gente repudió la funa y solidarizó con Micco. Lo que debería quedar claro es que no se puede contemporizar con quienes quieren someter por el miedo a la comunidad. Necesitamos defender el civismo, la libertad de expresión, el debate sin coacciones. No aceptar que los matones se impongan.

El octubrismo dejó una herencia envenenada en nuestra convivencia: intimidación, amenazas, cancelaciones, espíritu inquisitorial, totalitarismo y, ciertamente, cobertura “ideológica” para la violencia. En no pocas universidades, las minorías agresivas han conseguido hacer retroceder y silenciar a la mayoría. No hay que permitirlo. Es hora de que las autoridades universitarias no cedan ante el chantaje de los intolerantes de cualquier signo. Hay que defender el aire limpio de la libertad en todas partes.

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