A pesar de que falta un mes para el fin de 2022, es bueno hacer un repaso de lo que ha sido este año para los inversionistas, intentando a la vez proyectar lo que podemos esperar en 2023. Quienes invierten en bolsa tienden a resumir los eventos de 2022 calificándolos de manera muy simple: ha sido un mal año. Este punto de vista sin duda tiene asidero, pues los rendimientos de los principales índices en los mercados desarrollados han sido negativos en 2022 (el FTSE 100 inglés constituye la excepción).
Sin embargo, creo que la gran historia de este año ha estado dada por la volatilidad. Si bien en la suma y en la resta los rendimientos están en rojo, hemos observado varios períodos extremadamente positivos a lo largo del año. De hecho, en octubre fuimos testigos de cómo el índice Dow Jones, uno de los principales de Estados Unidos, subió casi 14%, su mejor rendimiento histórico en dicho mes y el mayor desde enero de 1976. De hecho, a fines del mes de noviembre el índice estaba más de 20% por sobre su mínimo de septiembre. Ese nivel de movimiento en menos de tres meses claramente llama la atención. Por su parte, el índice S&P 500 ganó 14% desde septiembre hasta finales de noviembre, consecuencia de dos meses consecutivos de rendimientos positivos.
Lo anterior no quita que los principales índices de Estados Unidos continúen con pérdidas este año, pero lo que vemos hoy dista mucho de la situación de hace unos meses. Al 30 de noviembre, el Dow Jones acumulaba en el año un rendimiento negativo cercano al 5%, muy lejos de lo que se conoce como “bear market” (caída de 20% o más). Ya ni siquiera da para hablar de corrección (caída de 10%). El S&P 500 mostraba una caída que no llegaba al 15%, también muy lejos de los peores momentos del año. Dentro de los índices principales, sólo el Nasdaq sigue en territorio de “bear market”; el Russell 2000 dejó atrás también ese terreno en las últimas semanas.
Por otro lado, el dólar también ha cedido terreno. Esto lo hemos visto reflejado tanto en el valor del Dollar Index, que mide la cotización del dólar contra una canasta de seis monedas, como en el tipo de cambio del peso chileno. La inmensa mayoría de las monedas se ha depreciado respecto del dólar este año, pero noviembre mostró un cambio de tendencia notorio. El Dollar Index tuvo su mayor caída desde 2010, después de que en los primeros diez meses de 2022 acumulara un incremento de 16%, algo que no se veía desde 1985. En Chile, el tipo de cambio se ubicó bajo los 900 pesos por dólar, muy distante de lo que vimos en julio.
La volatilidad de 2022 ha servido como recordatorio de la importancia de los planes de inversión a largo plazo, trazados con anticipación y atendiendo la tolerancia al riesgo de cada inversionista y sus objetivos particulares. Queda muy claro que quienes liquidaron en los peores momentos han dejado de percibir excelentes rendimientos en los últimos meses, que han ayudado significativamente a paliar los duros meses anteriores. Esto refuerza una lección que los especialistas conocen desde hace mucho: la volatilidad en el corto plazo no constituye más que ruido y no debería afectar la disciplina con que invertimos. ¿Tiene sentido fijarse en los rendimientos negativos de 2022 olvidando los retornos positivos que hemos experimentado en la década anterior? Las inversiones conllevan riesgo y éste sería inexistente si nunca experimentásemos caídas.
Si miramos la historia, desde 1926 hasta la fecha hemos pasado por 16 caídas mayores o iguales a 20% de acuerdo con el índice Fama/French US Total Market Research. Utilizando el índice Russell 3000 TR, que abarca más del 90% del universo accionario en Estados Unidos, podemos fácilmente calcular que el retorno promedio un año después de caídas de 20% es de 20,8%. Es decir, los “rebotes” son en promedio tan grandes como dichas caídas. Y las buenas noticias no terminan ahí: los promedios muestran que esos mismos retornos promedio anualizados siguen siendo positivos dos (13,9%), tres (9,2%) y cinco (7,9%) años después. Claramente, abandonar el mercado ante caídas bruscas ha demostrado ser, históricamente, una mala estrategia. Para quienes buscan tranquilidad, la diversificación y un horizonte de largo plazo siguen siendo los mejores aliados. Este año no ha hecho más que confirmarlo.
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