La reciente votación de la acusación constitucional contra el ministro de educación Marco Ávila advierte de la preocupante situación en la oposición, que hasta ahora ha pasado desapercibida entre todos los errores no forzados que ha cometido la izquierda. Pues, es evidente que no todos los partidos, y menos todos los actores, están alineados para avanzar en la misma dirección. La noticia que queda luego de la votación es que la derecha votó dividida y que probablemente no había méritos para la destitución.
Las personas independientes, moderadas y centristas que no se interesan en política, pero que ven de reojo y escuchan de rebote lo que ocurre, lo verán mejor que cualquiera analista. Pues es solo lógico suponer, a partir de la premisa de que la acusación constitucional estaba fabricada por motivos políticos, que la coalición de la derecha y los partidos que la componen no son una mejor alternativa que quienes gobiernan ahora. Al usar la misma trampa, son al menos parte de lo mismo.
Ahora bien, es fundamental subrayar que aun si los tres votos de Evópoli que apoyaron al ministro hubiesen ido en contra, el resultado no cambiaba. Pero, al menos en ese caso, con una votación apretada (75-72), las personas se habrían llevado la idea de que al menos había méritos para acusar al ministro. Por eso, es un error medir el éxito de la acusación por su desenlace. Como todo proceso político, hay que observar lo que se gana y lo que se pierde en el camino.
Antes de la acusación constitucional, la imagen era la de un gobierno que mientras se hundía en su incapacidad de controlar la economía, la seguridad pública, y la inmigración, comenzaba a ser asociada con la corrupción. Había serias dudas sobre la gestión y permanencia de al menos tres ministros y expectativas de varias renuncias. Después de la votación dividida, el panorama se despeja y el gobierno se afirma. Es una gran victoria que por lo demás le permitirá al presidente Boric viajar tranquilo a Europa.
El punto no es que había que sacar al ministro porque sí. El punto es que el rol de la oposición es fiscalizar y actuar en línea con los métodos que le permitan desarrollarse como una alternativa de gobierno. En este caso, lo que se había ganado en esa línea, se perdió. Se cortó la inercia y se le tiró un salvavidas a un gobierno que no logra flotar solo. Lo peor no es que se perdió la acusación constitucional, es que se perdió en la división. Un pequeño gran error que, sin duda, tendrá importantes consecuencias.
Una coalición que no actúa unida está destinada al fracaso. Una coalición dividida no puede ganar elecciones ni gobernar. La derecha perdió la última elección presidencial porque no fue unida y el gobierno actual no ha logrado gobernar porque no ha avanzado unido. Republicanos, por su parte ganó en la elección de consejeros porque levantó un mensaje claro y conciso, sin disidentes ni escándalos. Si la oposición no entiende eso, todo lo que ha logrado por defecto en lo que va de este gobierno se evaporará de la noche a la mañana.
Los detractores de la acusación constitucional dirán que al menos los diputados de Evópoli quedarán con la conciencia tranquila. ¿Pero cómo podrán tener la conciencia tranquila si ellos mismos dijeron que Ávila ha sido el peor ministro de Educación de todos los tiempos? A todas luces había al menos suficiente material para permitir que la acusación constitucional continuara su ruta hacia el Senado. Al menos con un voto a favor hubiesen respetado la lealtad hacia su sector político.
Otros dirán que el voto de los legisladores de Evópoli se justificó en tanto la acusación constitucional era un atentando directo en contra la identidad del ministro. El problema es que nada de eso se encuentra en el libelo. Es todo parte de una idea propuesta por La Moneda, que obviamente tenía un interés en proteger a su ministro. Las acusaciones constitucionales, como cualquier otra votación, hay que evaluarlas sobre la base de sus fundamentos legales, no por sus interpretaciones ideológicas.
En cualquier caso, la conciencia tranquila de los legisladores que votaron para salvar al ministro durará poco. Y no solo porque las políticas públicas del gobierno van en completa contradicción con las ideas que sostienen a Evópoli, sino que además porque tan pronto como el tema circule fuera de la agenda, el mismo sector que el partido que dice ser liberal acaba de apoyar con su voto volverá a tratarlos de sirvientes útiles. Cuando pasen las réplicas, para la izquierda volverán a ser los mozos de la derecha conservadora y autoritaria que siempre han sido.
Es cierto que hay que detener la fiebre de acusaciones constitucionales, el cual alcanzó su récord en el gobierno anterior, con Apruebo Dignidad despachando en promedio dos al año. Pero eso no significa morder todos los anzuelos que se lancen desde el oficialismo. En este caso es evidente cómo la idea política que permitió salvar al ministro Ávila y que vino directo desde el gobierno, fue recogida por los diputados de Evópoli y usada como una justificación para votar en contra de la acusación constitucional.
El escenario para la oposición se torna oscuro. Si la principal coalición de la oposición no es capaz de manejar los tiempos políticos cuando va ganando, menos lo podrá hacer cuando vaya perdiendo. Incluso si se reparan las confianzas dentro de la alianza, las diferencias justifican un quiebre en el futuro. ¿Con quién tiene más vínculos la UDI, con Evópoli o con Republicanos? Quizás sería útil abrir una conversación más profunda sobre las ambiciones de la derecha para los próximos años.
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